La localidad murciana de Torre Pacheco se ha convertido en el símbolo de la escalada de tensión social y política en torno a la inmigración. El presidente regional de Vox, José Ángel Antelo, ha aprovechado la coyuntura para reforzar el discurso de su partido contra la inmigración ilegal, responsabilizando al PSOE y al PP de la situación y evitando condenar explícitamente los ataques y persecuciones a migrantes magrebíes. Sus declaraciones, cargadas de consignas alarmistas y generalizaciones, han encendido aún más los ánimos en una localidad marcada por la convivencia —no siempre fácil— entre población autóctona y migrante.
Las redes sociales han servido de plataforma para la convocatoria de auténticas “cacerías” contra personas magrebíes, con mensajes amenazantes y la difusión de datos personales, pese a que la policía ha desmentido varias de las informaciones alarmistas. Diversos grupos ultras han aprovechado la situación para sumar fuerzas y fomentar el odio, llegando a amenazar con ataques a comercios y lugares de culto regentados por magrebíes.
Frente a la escalada de violencia y miedo, voces como la de Nabil Moreno, representante de la comunidad migrante, han llamado a la calma y han denunciado el riesgo de criminalizar a todo un colectivo por delitos individuales. Moreno subraya la importancia de no caer en la generalización y recuerda que la mayoría de los migrantes han encontrado en España una oportunidad de crecimiento, pese a las dificultades de integración y convivencia.
La respuesta institucional ha llegado con la advertencia de la delegada del Gobierno sobre la investigación en curso y la promesa de actuar con contundencia contra cualquier alteración del orden público o incitación al odio, venga de donde venga. Los partidos de izquierda han condenado unánimemente la escalada de odio, señalando a Vox y al PP como responsables de alimentar un clima social envenenado mediante discursos xenófobos y bulos.
En este contexto, Torre Pacheco se ha transformado en una olla a presión, donde la ultraderecha ha logrado convertir la tensión social en una “caza del inmigrante” a plena luz del día. El peligro de que la violencia y el odio se institucionalicen es real, y la reacción de la sociedad y las instituciones será clave para frenar una deriva que amenaza la convivencia democrática.
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