sábado, 26 de julio de 2025

El pastel de la corrupción lo hornean despacio

Se descubrió el pastel, pero nadie se atrevió a cortarlo.  

La justicia fue al trote de mula vieja, siempre con la llave en el bolsillo equivocado  

y papeles en cajones que solo abren si el viento sopla a favor del poder.


Mientras tanto, los que levantan patrias como quien levanta pesas,  

lo hornean tras las cortinas  y confiesan al oído:  

“Que caiga España, que después la levantamos nosotros”.


El hoy contra ti, mañana contra mí, la política de palos y rezos a Dios,  

con la mano derecha ondeando la bandera y la izquierda robándote el reloj,  

te dejan solo ante el televisor, sumando mentiras al café de todas mañanas.


Porque algunos hicieron de la hipocresía su única patria y del saqueo su bandera.  

Usan policías para cazar enemigos y haciendas para amedrentar bocas.  

Embajadas, jueces y periódicos: todo sirve si sirve para tapar el ruido del novio.


Mientras ella pasea y mira el jardín de la austeridad de cuatro millones,  

y el pueblo sueña con un dormitorio sin goteras, suena un bombo que oculta novios, ministros y porteros, 

y la Puerta del Sol ya es moneda de cambio.


La historia, vieja ratera, nos enseña que estos salteadores de caminos  

insultan la inteligencia con desfachatez sin tristeza.  

Roban el trigo, y predican la bondad.  

Sus únicas siglas: la hipocresía. Su único país: el botín.


Pero cuidado, porque ellos apuestan siempre a la impunidad,  

mientras el pueblo mastica las migas del pastel que todavía se hornea,  

a la espera de que alguien, algún día, tenga hambre de justicia.


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