viernes, 25 de julio de 2025

RETRATO DE UN MACARRA INSTITUCIONAL


Esa es la mejor definición de alguien que, con traje y micrófono, convierte la política en bronca y el Congreso en un plató de confrontación permanente. Miguel Tellado, el actual secretario general y ex portavoz del PP en el Congreso, es el ejemplo perfecto de cómo transformar el debate político en una guerra de trincheras. Tellado no dialoga: dispara. Sus intervenciones públicas son el equivalente a una ráfaga de metralleta verbal; y el consenso, para él, es solo una debilidad de los blandos. Su manual político parece estar resumido en una sola frase: no vale con criticar, hay que arrasar al rival.

Cuando la prensa le acorrala con preguntas incómodas, su respuesta automática es convertir cualquier tema en una “cortina de humo” del Gobierno. Da igual que hablemos del caso Koldo, de los “golden visa” o del genocidio en Gaza: todo es, para Tellado, una maniobra de distracción de Pedro Sánchez. La originalidad no está entre sus defectos: lo suyo es la eficacia, la repetición y el titular contundente. No duda en dar por obvia la corrupción de cargos del Gobierno aunque no haya ni siquiera investigación judicial, siempre en su afán destructor, sin concesiones a los matices o las presunciones de inocencia. Su repertorio “argumental” se alimenta de etiquetas cómo mafioso”, “corrupto”, “delincuente”, etc. lanzadas en el mismo párrafo y sin despeinarse. Para él, cualquier ministro del PSOE es un reo potencial y un objetivo legítimo para diana de su artillería.

Las ruedas de prensa de Tellado suelen durar media hora de monólogo, repleto de sentencias y titulares sin filtros. Cuando termina el discurso, responde a las preguntas con una actitud más relajada, casi dicharachera, pero nunca extiende ese tono al hemiciclo ni a reuniones internas. Allí no hay espacio para el diálogo,  solo mítines unidireccionales que han hecho huir a portavoces de otros partidos hartos del “estilo Tellado”. En el Congreso, es famoso por crispar el ambiente y cortar la palabra a rivales de izquierdas, convirtiendo cada sesión en una yincana de interrupciones y llamadas al orden. Las presidentas del Congreso han tenido que pedirle silencio y orden más de una vez.

Sabe cómo “leer la cartilla” no solo a oponentes, sino incluso a compañeros tibios: la disidencia se paga cara y la disciplina es ley bajo su batuta. En redes sociales y declaraciones, llama “matones de patio de colegio” a los socialistas mientras justifica incidentes polémicos, girando la narrativa y marcando el paso de una estrategia que nunca baja el nivel de agresividad.

Tellado ha pasado de ser un periodista de izquierdas y nacionalista gallego a ejecutor sin remilgos de la línea más dura del PP, demostrando que la coherencia ideológica es, para él, un adorno prescindible si el objetivo es alcanzar su  obsesión “echar a Sánchez de la Moncloa”. Feijoo lo utiliza como su matón de confianza, y  a Tellado se le encarga cualquier trabajo sucio, sin miedo al desgaste ni al descrédito público.

Este señor tiene  más actitudes de nazi que de parlamentario al convertir cada debate en un lodazal, cada titular en un ataque, cada adversario en un enemigo a exterminar. Ningún consenso, ninguna tregua, solo ruido, pólvora, y una sonrisa de cerdo engullendo en su cara.

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