jueves, 24 de julio de 2025

La DANA y el 112 valenciano


El 29 de octubre, mientras la tragedia caía a cántaros sobre la Comunitat Valenciana, el 112 vivía su propia “inundación”: 19,821 llamadas, casi como una mascletà de auxilio sin pólvora ni respuesta. De esas, unas gloriosas 8,290 simplemente nunca fueron atendidas. Tal vez fue porque, claro, las operadoras “gestionan la situación de diferente manera”, o porque, como indica la Generalitat, “no se registra información geográfica de las llamadas no atendidas”. Así da gusto: si no hay datos, tampoco hay responsabilidad.

La Generalitat explica que el sistema 112 solo guarda la localización de las llamadas contestadas (las que no, que se las lleve el agua). Si alguna operadora telefónica decide redirigir tu llamada a otra comunidad, es “decisión de la configuración interna”, ese ente misterioso más inalcanzable que el sentido común en una rueda de prensa. Y por supuesto, según su propio Supervisor del 112, “nunca” hubo tal concentración de llamadas en peligro real. Lástima que muchos ciudadanos no tuvieran el privilegio de oír esa respuesta tranquilizadora cuando más falta les hacía.

El pico de llamadas ocurrió a las 17:00, con 2,438 intentos casi simultáneos. Como en un número de magia, 5,832 llamadas no se atendieron tras más de 10 segundos esperando y otras 2,458 murieron en la orilla con menos de 10 segundos de paciencia. Eso sí, algunos afortunados lograron contactar en un segundo intento, prueba irrefutable del “buen funcionamiento” del servicio... siempre y cuando la vida no dependa de la prisa.

Mientras tanto, la Conselleria recuerda que “si el 112 cree oportuno, puede remitir la llamada a la Comunitat Valenciana por su propio ‘teléfono de cabecera’”. Eso sí, que nadie espere que lo automático funcione: aquí todo debe ser a mano, aunque las manos estén ocupadas con excusas.

Hasta las 15:00 hubo rescates registrados: un hombre y una mujer evacuados en Alzira, otra mujer mayor y algunos “rescates de fortuna” (quizá sea un nuevo eufemismo para la buena suerte entre el caos). El número real, reconocen los propios bomberos, siempre será mayor que el registrado. Igual que las llamadas, las vidas desaparecidas acabarán como mera estadística, diluidas en la excusa de la sobrecarga.

Quizá el problema verdaderamente irresoluble no era la DANA, sino la “tormenta perfecta” de protocolos anodinos, centralitas colapsadas y una Generalitat más rápida con el comunicado que con la intervención. A falta de alerta, nos quedamos con la alerta del vecino, la del whatsapp y la de la resignación. Porque en la Comunitat, a veces el que llama, reza y espera.


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