sábado, 12 de julio de 2025

Da igual, no van a parar.

Que muchos periodistas nos quieran hacer comparar al actual presidente del gobierno con el fenómeno orensano es totalmente injusto. Para el presidente, claro. Desde que este señor llegó a la capital, su misión ha sido clarísima: montar escándalos, insultar a todo el mundo, contar historias dignas de un guionista de telenovelas y, por si fuera poco, respaldar a sus presidentes autonómicos más presentables (o mejor dicho, impresentables cómo Mazón). Feijoo ha hecho de la confrontación su bandera. Insultos, ruido, y ninguna ley apoyada que beneficie a la gente de a pie. Eso sí, promete “devolver la normalidad” y “gobernar en solitario”, siempre y cuando Sánchez le deje el sitio libre. ¿Y apoyar alguna ley que beneficie a la gente común? ¡Ni hablar! Eso sería demasiado mainstream para alguien tan original.

Sánchez, puede presumir de su mejor logro: que absolutamente todos los miembros de la fachosfera —jueces, banca, iglesia, prensa— lo tiene en su lista negra. Eso sí que es un sello de calidad, casi como una estrella Michelin de la crispación nacional. Los que en las filas socialistas comparten con el PP que la solución es que Sánchez desaparezca, se olvidan de que el “lawfare” va a seguir, esté quien esté al frente del PSOE, porque la derecha es tan creativa que nunca se queda sin excusas para bloquear cualquier cosa en el Congreso. Al parecer, no tienen bastante con el hecho de que el gobierno, en minoría y bloqueado, sobrevive gracias a la entrañable aversión de los nacionalistas por VOX, una alianza basada en el amor al mal menor. Pero hay que matar políticamente a Sánchez si o también.



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