lunes, 28 de julio de 2025

EL BALANCE DE ALBERTO

¡Asombroso! Desde el púlpito, Feijoo lo ha vuelto a hacer. ¿Qué? deleitarnos con esa maestría suya para hacer balance político, convirtiendo su intervención en todo un festival de autocompasión victimísta y dedo acusador. Es su parábola perpetúa de que él es el buen samaritano, Don Alberto en sus intervenciones es ya tan previsible como el resultado de una consulta interna en su partido sobre si es más atractivo él que Sánchez, y donde obtuvo un 99,75 % de votantes que lo ven cómo una mezcla entre Roberf Redford y Paul Newman. Está convencido de que nada encarna tanto la regeneración democrática, como criticar a gritos la corrupción ajena mientras olvidas la propia, y se olvida de Gürtel, Lezo, o Bárcenas. Todo aderezado con unas odas a la limpieza total, pero solo cuando el gobierne, nunca si gobiernan otros, claro.

Su propuesta estrella es reciclar la política. Eso sí, a golpe de amnesia selectiva, porque el pasado solo importa si lleva rosas, no lleva gaviotas. Feijo anuncia que hay que borrar de la historia las leyendas “sanchistas”: ¿ley Trans? Al cubo. ¿Memoria histórica? Al cubo mientras no toque a algún ilustre apellido del PP. ¿Problemas reales? Tranquilos, ya los convierten en anuncios para septiembre, para que entre tanta pereza veraniega no falte el teatrillo de grandes promesas vacías.

Ha activado “el modo electoral” con la solemnidad de quien cree descubrir el Mediterráneo político, cómo si no fuera una obviedad, que su partido está en modo electoral  desde hace siete años. Feijoo ahora nos está dando lecciones de democracia con la impoluta credibilidad del partido que se especializó en sobres, tramas y excusas rocambolescas. La esperanza y la decencia, palabras que Feijoo pronuncia cómo un tic, con la seguridad de quien jamás ha pisado un charco, igual que quien estrena traje creyendo que nadie recuerda las manchas. Y siempre con ese aire de quien te vende la cura de todos los males: basta con que él llame, y que el país cambie de manos, como si el principal problema nacional fuera la existencia de un gobierno que no es del PP.

La realidad es que Feijoo no rinde cuentas, sino que repite como disco rayado el mantra de la indignación impostada. Que nadie espere de Alberto ni autocrítica, ni perspectiva o ideas: solo más teatralidad, victimismo y promesas de revolución sin cambiar ni a los actores ni el libreto. Porque si hay algo que necesita España, es más histrionismo y menos memoria. 

Y, por supuesto, que necesita menos “audios”, pero también menos montoros y menos novios.

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