¡Qué reconfortante escuchar a Esther Muñoz hablando del caso Montoro, cuando proclama que “eso nos afecta a la gente honrada” en el PP! Vaya novedad: resulta que en el partido a veces hay quien mete la mano en la caja, y el mayor problema no es haberlo hecho, sino que les da mala fama a los cargos revestidos de santidad que aún les quedan. Por suerte, Muñoz deja claro que esto “preocupa, claro que sí”… tanto como la factura de la luz les preocupa a los electricistas.
Y menuda demostración de empatía: “pienso en toda esa gente que no llega a final de mes” dice, al tiempo que defiende un partido cuyo historial de casos de corrupción empieza a parecerse más a una serie de Netflix que a la vida pública. ¡Qué humanidad! Eso sí, lanza el mensaje infalible: “Que se investigue hasta el final”. O sea, ese clásico español de “caiga quien caiga… siempre que el suelo esté bien acolchado”.
Pero no olvidemos su toque final y diferencial: lo que distingue al PP, según Muñoz, es… ¿dejar que los jueces hagan su trabajo? Como si no fuera lo mínimo esperable en una democracia. Con esa vara de medir, pronto nos sorprenderán diciendo que lo que de verdad les distingue es usar el semáforo cuando está en verde.
Ya lo vemos, se presentan como víctimas colaterales de la corrupción ajena, pero siguen como si tal cosa. Eso sí, ¡preocupados y con mucha dignidad!
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