Si se lee uno los comentarios sobre el balance del año que hacen, tanto el gobierno como el presidente del PP, puede uno concluir que el primero puede ser triunfalista y el segundo apocalíptico. Pero ¿a qué se debe esta disparidad abismal de opiniones en los medios? Intentemos analizarlo.
La situación actual de polarización mediática en España constituye una seria amenaza para la salud del debate democrático y la cohesión social. La polarización en los medios de comunicación españoles, tanto televisivos como escritos, es hoy uno de los fenómenos más estudiados y debatidos por politólogos, sociólogos y expertos en comunicación. La percepción ciudadana refleja una profunda desconfianza hacia la información recibida: según encuestas recientes, alrededor del 80% de los españoles considera que los medios distorsionan la realidad y contribuyen a una fragmentación ideológica de la sociedad, algo que también afecta notablemente a la calidad de la democracia.
Los principales medios presentan sesgos evidentes, lo que lleva a que los consumidores escojan aquellos que refuercen sus propias creencias. Es habitual que cadenas como La Sexta sean vistas como “de izquierdas” y Antena 3 como “de derechas”, fomentando así “burbujas” informativas que dificultan el diálogo social, cuando la realidad es que las dos son de la misma propiedad. La concentración de la propiedad mediática y la dependencia económica de intereses políticos y comerciales intensifican la falta de pluralidad real. El público percibe que el periodismo ha perdido su rol original de fiscalizar el poder y garantizar debate constructivo. Tanto la proliferación de bulos como el recurso excesivo a tertulias-espectáculo y la confrontación emocional refuerzan posturas extremas y dificultan el análisis racional. Las plataformas digitales y redes sociales aceleran y magnifican estas dinámicas.
Los politólogos alertan que esta polarización mediática tiende a traducirse en polarización social: la crispación cala en la vida cotidiana, dificultando el debate sereno incluso en ámbitos privados como la familia o los amigos. Además, influye directamente en comportamientos electorales y en la percepción misma de la democracia. Los expertos subrayan que el fenómeno es complejo y multifactorial: responde tanto a la evolución del sistema mediático (concentración, digitalización, búsqueda de rentabilidad) como a convulsiones políticas recientes y la irrupción de la inteligencia artificial.
De cara al futuro, hay que reconstruir la confianza y la calidad informativa a través de mayor pluralidad interna en las redacciones, el fomento del periodismo de investigación y de servicio público, la elaboración de regulaciones que garanticen la transparencia y la verificación. Y por último, una formación critica con la falta de veracidad que genere audiencias críticas, capaces de distinguir entre hechos y opinión.
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