Pero iniciemos el camino por el final, por Feijoo. Caracterizado por sus ataques reiterados a la corrupción del oponente, Feijoo ha hecho de la denuncia de la corrupción del PSOE y del gobierno de Sánchez uno de sus ejes discursivos principales, calificando su gestión de “vergüenza, mordidas y audios” y prometiendo “sanar la democracia” y realizar una “limpieza total” si su partido accede al Gobierno. Sin embargo, en estas intervenciones ignora o evita referirse a los numerosos casos que han afectado al PP, especialmente durante su propia etapa en la Xunta de Galicia.
Ya sabemos que en su curriculum no figura un máster en flexibilidad ideológica e incoherencias, pero lo tiene cum laude. Feijoo ha variado posiciones según la coyuntura, criticando, por ejemplo, los pactos con independentistas por parte del PSOE pero explorando él mismo la abstención de partidos como Junts o adaptando su discurso según la necesidad de apoyos. Condenó en el pasado las alianzas con la extrema derecha y los “préstamos” de diputados, prácticas que luego terminó asumiendo o permitiendo en su partido.
Los ejemplos de denuncias y casos durante su gestión en Galicia son diversos. Desde contratos y nepotismo en el entorno familiar cómo hemos visto en diversos reportajes y denuncias políticas han puesto el foco en adjudicaciones millonarias y contratos menores sin concurso público a empresas ligadas al entorno familiar de Feijoo, en especial a su hermana, su prima, y directivos relacionados con su círculo personal. Entre 2018 y 2024, más de 31 millones de euros fueron adjudicados a empresas ligadas a este entorno, utilizando fórmulas que permitieron la concesión directa de contratos.
Ha sido un maestro en poner frenos sistemáticos a la transparencia y la investigación. Así ocurrió cuando Feijoo y su mayoría parlamentaria bloquearon en repetidas ocasiones comisiones de investigación sobre estos contratos y sobrecostes, como el del hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo o el de la empresa Eulen (donde su hermana es directiva), a pesar de la insistencia de la oposición para profundizar en las irregularidades.
Y sus ejemplos emblemáticos son conocidos: Su relación con el contrabandista condenado Marcial Dorado provocó un gran escándalo mediático y político ya desde el inicio de su etapa como presidente autonómico, aunque Feijoo negó cualquier relación impropia posterior a dichos hechos.
También emblemáticos resultan los contratos a familiares y entorno, con repetidos casos de adjudicación de contratos públicos a familiares de altos cargos de la Xunta durante su mandato, en muchos casos sin concurso y bajo procedimientos “opacos”, como denunció la prensa y la oposición gallega.
Y también está relacionado con casos de corrupción política y tráfico de influencias. Diversos altos cargos y allegados de Feijoo se vieron envueltos en investigaciones y dimisiones por corrupción, como el cabeza de lista Luis Carrera y casos como la operación Pokémon o Campeón, con dimisiones por condenas de tráfico de influencias y fraude fiscal por parte de figuras avaladas por él.
También son conocidas sus respuestas, desmentidos y estrategias. Sabemos que el PP gallego, con el respaldo de Feijoo, ha respondido siempre negando ilegalidad en los procederes de la Xunta, alegando que no existe nada irregular y argumentando que investigar contratos que afectan a familiares es una vía de escape de la oposición para tapar sus propios escándalos. Han defendido la limpieza de los contratos públicos y la “honorabilidad” de los empleados públicos gallegos. No obstante, los movimientos para impedir comisiones de investigación y la acumulación de casos sugieren, al menos, falta de transparencia y conflicto de intereses en el manejo de los recursos públicos durante la era Feijoo en Galicia.
El discurso y la realidad de su gestión se contradicen y el uso de mecanismos para frenar investigaciones, la opacidad en la adjudicación de contratos, y la protección de figuras clave en su círculo han alimentado una narrativa de contradicción entre lo que predica y lo que ha tolerado o ejecutado en la Xunta de Galicia.
Pero sigamos el relato sobre cómo “todos los caminos del PP conducen a Montoro”. El relato adquiere con la figura de Alberto Núñez Feijoo un matiz revelador, porque aunque el líder gallego ha intentado establecer una distancia estratégica respecto al caso Montoro, la red de influencias levantada por el exministro salpica directa o indirectamente la gestión y la estrategia política de Feijoo, tanto como presidente de la Xunta como ahora líder nacional del PP.
Las conexiones Feijoo-Montoro empiezan porque durante los mandatos de Feijoo en la Xunta de Galicia, el gobierno autonómico adjudicó más de 172.000 € al despacho Equipo Económico, fundado por el propio Montoro. Este bufete, según el sumario judicial, actuó como intermediario entre empresas privadas y el Ministerio de Hacienda para la elaboración de “leyes a la carta” que favorecieran intereses empresariales. La dimensión de estos servicios todavía está bajo investigación, pero el PSOE exige que Feijoo detalle de inmediato las facturas y los conceptos de esos encargos.
La influencia de equipos de Montoro en la etapa Feijoo está ahí y socialistas y otros partidos señalan que la relación entre la Xunta y Equipo Económico no se limitó a consultas, sino que pudo implicar gestiones para la modificación legislativa en beneficio de ciertas empresas, en ocasiones coincidiendo con hitos electorales clave en Galicia.
Ante la imputación judicial de Montoro y el escándalo mediático resultante, Feijoo ha optado por dos estrategias complementarias. La primera levantar un cortafuegos político, recordando que Montoro “no tiene ninguna vinculación laboral con el PP” actual y defendiendo que ninguno de los 28 imputados en el caso, forma hoy parte de la estructura orgánica del partido; y la segunda el reivindicar que en 30 años de carrera pública “no ha nombrado a nadie implicado en casos de corrupción”, insistiendo en la trazabilidad y transparencia de sus propios nombramientos y gestión, afirmación que hemos visto es falsa.
Sin embargo, la sombra del exministro y su equipo sigue presente en el área económica del PP, y parte de los actuales responsables bajo Feijoo tienen pasado profesional en la órbita del ministerio de Montoro, aunque el líder gallego niega que tengan relación directa con la trama judicial.
La relación entre Feijoo y Montoro no es solo una cuestión administrativa de contratos concretos de la Xunta con el despacho Equipo Económico, sino que revela el modo en que las redes de influencia forjadas en la era Montoro siguen vigentes en la cultura organizativa y en el círculo de confianza del PP bajo el liderazgo de Feijoo. Aunque el actual líder popular ha intentado encapsular el escándalo en el pasado y desvincularse de esas prácticas, la investigación judicial y la presión política sugieren que los vasos comunicantes entre gobierno, partido y lobby privado siguen activos.
Esto refuerza, por tanto, el enfoque de que “todos los caminos del PP conducen no solo a Montoro, sino también a Feijoo”, en la medida en que su etapa gallega y su actual estrategia nacional no han podido ni sabido romper del todo con un modelo de relaciones entre lo público y lo privado cuya máxima expresión es el caso Montoro.
Ahora nos toca esperar, creo que solo un par de días, a que el PP saque un tema que le sirva como cortina de humo a esta relación Montoro-Feijoo, y que mejor que imputar al fiscal general, a lo que el PP judicial, según el PP politico, ya creen que está tardando.
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