Y ahora mi comentario de sábado, porque tras llevar horas analizando lo que nos cuentan unos y otros del Congreso del PP y del Comité del PSOE, lo único que se puede concluir es que lo que menos les interesa a todos es que exista una formación política básica de los ciudadanos basada en la verdad verdadera, porque el sesgo informativo e ideológico con el que nos llegan las noticas y opiniones, es para llorar.
El tratamiento mediático de la corrupción en España está profundamente influido por la polarización ideológica y el sesgo partidista de los medios de comunicación. Esta realidad afecta tanto a la cobertura de los casos como a la percepción pública de la corrupción y la exigencia de responsabilidades políticas.
No se puede decir que no existe un sesgo ideológico en la cobertura mediática. Diversos estudios y análisis empíricos demuestran que los medios tienden a dar mayor visibilidad a los escándalos que afectan al partido político contrario a su línea editorial. Por ejemplo, durante el caso Gürtel, El País (de línea progresista) dedicó un 66% de sus noticias sobre corrupción a este escándalo que afectaba al PP, mientras que El Mundo (de tendencia conservadora) le dedicó un 41,7%, repartiendo más la atención entre otros casos. Este patrón se repite en la cobertura de otros grandes casos como los ERE de Andalucía o el caso Nóos, donde la intensidad y el enfoque varían según la afinidad ideológica del medio con los implicados.
Se produce una personalización y un encuadre de la corrupción. El análisis del discurso mediático revela una tendencia a personalizar los casos de corrupción, atribuyendo la responsabilidad a individuos concretos y evitando, en muchos casos, el cuestionamiento estructural de las instituciones o partidos afectados. Además, la asignación de roles arquetípicos (para unos héroes, para otros villanos) y según la fuente informativa que se seleccione vemos que tienden a alinearse con la línea editorial del medio, reforzando el relato que más conviene a sus intereses ideológicos.
Innegable el silencio y blanqueo según la afinidad política. No es infrecuente que los medios afines a la derecha minimicen o maquillen los casos de corrupción que afectan al PP, mientras que magnifican los que salpican a la izquierda, y viceversa. Este fenómeno también se observa en la izquierda mediática, que en ocasiones justifica o relativiza la corrupción en sus filas para evitar el avance de la derecha o la extrema derecha.
El impacto en la opinión pública y en el castigo electoral. La cobertura mediática tiene un impacto directo en la percepción social de la corrupción y en la confianza en las instituciones. Sin embargo, existe un fuerte sesgo partidista también entre los ciudadanos: los votantes tienden a ser más indulgentes con la corrupción de su propio partido y más severos con la del adversario. Este fenómeno se agrava en contextos de baja información política y polarización, donde la lealtad ideológica pesa más que la gravedad de los hechos.
En España la evidencia demuestra que los medios de comunicación no mantienen una postura uniforme y crítica ante la corrupción, sino que su tratamiento está condicionado por intereses ideológicos y partidistas. Esto se traduce en una cobertura desigual, silencios selectivos y estrategias de blanqueo o amplificación según convenga a cada línea editorial. El resultado es una democracia debilitada, donde la prensa deja de ser un contrapeso crítico y se convierte en un actor más de la polarización política, dificultando la rendición de cuentas y el castigo.
buen sábado.
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