Esto lo puedo resumir cómo la crónica de un suicidio eléctrico anunciado. También podría decirse que mientras la orquesta del desastre se afina, a Podemos, que quiere, le dejan que toque el triángulo.
Hoy no era un día cualquiera en el Congreso. Era el último pleno antes de las vacaciones. Había ocho votaciones y el gobierno gana siete y pierde una, pero es la que más va a resonar en estos momentos en que lo único que importa es poder hacer ruido.
España, ese país en el que tradicionalmente el sol nunca se pone (excepto cuando se va la luz, claro), debatía el decreto más elemental desde la invención del interruptor: el que buscaba evitar quedarse a oscuras como en un glorioso día de abril pasado. Pero aquí la luz la apagan, de manera unánime y transversal, las fuerzas de la disonancia parlamentaria.
Qué mejor manera de blindar el interés general que haciendo justo lo contrario. Podemos y BNG, fieles guardianes de la coherencia política han salvado España de la posibilidad de tener electricidad estable. Y, de paso, se han dado el gustazo de votar junto a sus “enemigos naturales” del PP, Vox y Junts, porque la electricidad separa, pero el populismo une.
El texto del decreto, debe ser un invento autoritario del Gobierno para que no se vuelva a fundir todo el sistema eléctrico, recogía las propuestas del informe de los expertos, y solo pedía cosillas sin importancia: Que la CNMC y Red Eléctrica tengan más poder para vigilar a las eléctricas; Que las centrales (esas mismas que se desconectan “por accidente” dejando medio país leyendo a la luz de las velas) cumplan con unas mínimas obligaciones; Que la próxima vez que se apague España al menos sepamos quién fue, porque, sorpresa, las culpables a veces son grandes y verdes y tienen nombres tan creativos como “Núñez de Balboa” o “Francisco Pizarro”. Pero claro, siempre es mejor dejar que las eléctricas regulen su propio comportamiento. ¿Acaso no son adorables en su autorregulación?
Ya estamos todos juntos en la oscuridad. Imaginemos por un segundo la estampa parlamentaria: Podemos, sí, los que iban a asaltar los cielos, pero han acabado diseñando apagones para todos, mano a mano con el PP y Vox, explicando con rostro serio que votar contra el decreto es por el bien del pueblo. En el fondo, un apagón democrático: todos iguales ante la falta de luz. El BNG, mientras tanto, reivindicando el derecho universal, debe ser a tropezar de madrugada buscando el móvil para encender la linterna. Junts observando el boicot mientras calculan si en la oscuridad se avanza mejor hacia la independencia. Y Vox, disfrutando al ver a tanto adversario absorto en el arte de la autonegación.
No hay que preocuparse: la competencia velará por nosotros. Al final, el Gobierno tendrá que presentar otro texto, quizás con algo más de “magia” parlamentaria y menos sentido común. Ya lo dijo la vicepresidenta tercera, Sara Aagesen: hay “enorme consenso social” sobre el decreto. Claro que sí, pero los partidos están demasiado ocupados apagando consensos y encendiendo crispaciones.
Así que, en resumen, españoles y españolas, preparen las velas. La próxima vez que caiga la noche más allá de la hora habitual, tómenlo como una performance colectiva sobre la democracia y la convergencia de posiciones imposibles. Porque si algo ha conseguido el Congreso esta vez, aparte de oscurecer el futuro eléctrico, es demostrar que la luz, como el sentido común, puede perderse por mayoría absoluta.
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