El PP ha
comenzado el año como acabo 2013, bañándose
en la euforia de ver la luz al final del túnel, anunciadora de la recuperación.
Para ello las cifras de la macro economía las interpreta a su antojo sin ninguna
prudencia, de tal manera que solo aparezcan como el resultado de su buen hacer
en el gobierno del Estado. Lo adereza con la modestia de “ha sido gracias a los
sacrificios de todos ustedes” que convierte su masacre en más llevadera.
Aunque la
marca España se tambaleó con Repsol, y ahora lo ha hecho con Sacyr, eso no
ocurrió nunca para el gobierno. Después
de dos años de pisoteo de derechos y recortes en los servicios públicos del
estado de bienestar, Rajoy y los suyos
han decidido repetir en estrategia goebeliana el “España va bien” de Aznar, y
convencernos a los españoles de que ellos nos llevaran a un mundo feliz.
Es cierto
que las cifras muestran que los beneficios empresariales han aumentado, pero también
que los salarios y el ahorro familiar siguen de capa caída. Muestran que la
bolsa sube y la prima de riesgo baja, pero
también que el paro se mantiene en los seis millones pese a que muchos jóvenes formados
han abandonado el país, y también los inmigrantes que llegaron en los años de
bonanza, y que ahora emigran a los países de los que ellos vinieron.
Y es que para el PP hay dos Españas, y es cierto que
para la del PP, las cosas le van bien: los especuladores se ponen las
botas; los inversores de bolsa aprovechan la montaña rusa de las cotizaciones
para hacer su agosto; las empresas (sobre todo las grandes) aumentan sus
beneficios; y la banca está que se sale
con el rendimiento sacado al dinero que le donamos para sanearla, dinero
que no nos devolverá, y del que, como lo ha invertido en deuda pública española,
ahora les pagaremos intereses por prestárnoslo.
Aunque mientras, para la otra España, la de los currantes y pequeños
empresarios, el mundo es de otro color: los salarios bajan pese a que los
horarios laborales aumentan; la inseguridad en el puesto de trabajo crece con
un despido más barato; las cotizaciones de las pequeñas empresas y autónomos a
la SS aumentan; se encarece la energía para los hogares; la educación es un privilegio
y no un derecho (menos becas y mayores requisitos la convierten en eso; la
ultima en sanidad es quitar el derecho al acceso al sistema sanitario a quienes
emigran y a los mayores de 26 que no
cotizan. ¿Alguien da más por menos?
Pero sobre todo, lo que hace que veamos dos Españas son
los dos grandes asuntos: en una España cada día conocemos un nuevo caso
de corrupción, en el que algún listo de esa
España que va bien con el PP, se lo ha llevado calentito, ante la
impasividad de la justicia; y en la otra
España ver como el paro sigue azotándonos.
Por mucho
que se empeñe la primera España a través del gobierno, en convencernos de lo
contrario, la reforma laboral solo ha
servido para dejar a la segunda España, la de los trabajadores, en la
precariedad y sometidos a los intereses del mercado, sin derechos ni dignidad, campeones
de Europa en paro juvenil (más del cincuenta y siete por ciento, y subiendo), y
del que los jóvenes que salen lo hacen en condiciones de semi-esclavitud. Curiosamente,
son los jóvenes, los de ambas Españas, quienes cada día tienen menos esperanza
de salir de ese círculo. ¡Ah!, y que no
protesten que además hay multa si lo hacen.
Cada vez resulta más incomprensible que parte de la
clase trabajadora o de los pequeños empresarios se planteen continuar apoyando
al partido del gobierno, aunque la alternativa existente pueda provocar todos
los recelos y dudas posibles. Cada día
parece más difícil superar las cotas de miseria y sometimiento que se han
alcanzado en 2013, pero parecemos dispuestos a en el año que comienza superarnos
a nosotros mismos, o al menos eso dicen algunas encuestas.
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