Hoy han colocado carteles anunciando
en mi pueblo el acto de Nuevas Generaciones del PP. Aunque el contenido del
mismo es tan simple como llegar al voto a través del estómago, me ha llamado la
atención el subtítulo en el que anuncian un “homenaje a los afiliados y a la bandera”.
He citado el acto de aquí, pero mi comentario puede ser seguramente
generalizable al resto del país. El PP
ha basado su campaña de imagen, pre y post electoral, en transmitir a todo
el que quiera escucharlos, que ellos son
España, y que quien quisiera a España tenía que votarlos a ellos. Pero no
solo esto, sino que ahora desde el gobierno, se escudan en ese mismo argumento,
para decir que quien les ataca a ellos,
ataca a todo lo español.
En nuestro pueblo, como en la mayoría de pequeñas localidades, criticar la pésima gestión municipal del PP
es dividir el pueblo o buscar enfrentamientos entre los vecinos, sin
admitir que se puede errar al actuar. Ellos nunca lo hacen mal, y quien no esté de acuerdo con su manera
de gobernar, automáticamente se
convierte en un rojo peligroso y socialista resentido.
Esta actitud defensiva la justifican en que para eso ellos han ganado las
elecciones. Son tan primitivos como demócratas,
que reducen el ejercicio democrático estrictamente al día de las elecciones,
y solo vuelve a admitirse cuatro años después. Así lo creen los militantes del
PP y quienes hoy todavía les siguen votando.
Frente a esto, tienen una oposición
que no ha sabido contrarrestarles, bien porque no se tiene un amplio apoyo
social que sirva de contrapeso, o porque en muchas políticas se piensa que las
imposiciones de Europa le harían actuar de manera parecida. El resultado final es que no se ha obligado
al PP a comportarse democráticamente, y ello significa que no se les exige
el cumplimiento del programa electoral.
Ahora además el PP está aprovechando
el desprestigio de la clase política en su conjunto, no solo por la
existencia de corrupción, sino también porque casi nadie vincula político con honradez.
Esto ha conducido a que en muchos de
nuestros pueblos no se pelee por tener un alcalde honrado, sino por tener uno
que individualmente nos haga los favores que personalmente necesitamos. Esos
ciudadanos sonríen cuando te dicen aquello de “será un corrupto, pero a mí me
arreglo lo mío”.
Y si hacemos el ejercicio de saltar del pueblo a la ciudad, además de eso,
vemos el papel fundamental que juegan los medios de comunicación, que en su mayoría
se encuentran al servicio de la derecha dada la línea electoral que le fijan
sus propietarios. Nunca nadie tuvo a su
servicio tantos medios como hoy el PP, y nunca a la izquierda le resulto tan difícil
exponer sus argumentos en los medios, y solo nos queda el boca a boca en
nuestra vida cotidiana, en nuestras conversaciones con vecinos, compañeros y amigos.
Tratando de buscar la causa de ese
arraigo de la derecha, creo que está en el hecho de que la salida del
franquismo para llegar a la democracia actual, se produjo solo parcialmente. La transición no fue una ruptura con el
régimen franquista, y aunque
muchos nos movilizamos contra él, no se
desmantelaron todas las estructuras fascistas que formaban parte del Estado. Consecuentemente
no hay plena democracia hoy, pero no hay que culpar a nadie, sino asumir
que los responsables de que nuestra democracia sea gris, somos todos nosotros.
Por eso, los poderes herederos del
franquismo siguen intactos en muchos de nuestros pueblos y ciudades, y por
muy jóvenes y nuevas que sean las generaciones de la derecha española, su
discurso y sus actitudes, solo necesitan
tocar poder para que rebrote su vena franquista y fascista. El ejemplo de un Rajoy que se resiste a acudir al Parlamento
a dar explicaciones, no es sino una
muestra más de ese rancio abolengo franquista de derecha de toda la vida,
que tiene la derecha del PP.
Para que la democracia
española lo sea de verdad, hay que cambiar muchas cosas, y quienes queremos democracia cien por cien, tenemos un gran trabajo por delante. Aunque las NNGG continúen buscando el voto en estómagos agradecidos, no hay que alarmarse, ya lo hacían sus antecesores en la época franquista.