Estamos acostumbrados a oír quejas sobre nuestro sistema sanitario en
las conversaciones de barra de bar o mercado. Quizás solo reflejen una visión personal,
que puede ser justificada pero que no se corresponde con los datos de los
diferentes estudios de análisis de nuestra realidad sanitaria. Por ejemplo, y según
los datos del Barómetro Sanitario 2017, la valoración que hacen las personas
que utilizaron los servicios sanitarios públicos fue, en general, positiva. En Atención
Primaria (AP) el 87,4% de los usuarios de sus servicios durante el pasado 2017,
consideran que la atención recibida fue buena o muy buena. En las consultas de Atención
Especializada (AE) el 83,5% de los pacientes manifiesta que la atención recibida
fue buena o muy buena. En la Atención Hospitalaria (AH) entre las personas que habían sido ingresadas
en un hospital publico manifiestan que la atención que recibieron fue muy buena o buena en el 86,6%
de los casos. En lo referente a los Servicios de Urgencias (AU) del SNS, las
personas que los utilizaron manifiestan que fueron atendidos muy bien o bien un
78,1%.
Son datos para sentir una satisfacción razonable. Pero también hay
zonas muy mejorables. El aspecto que les parece más susceptible de mejora señalado
en todos los servicios son los tiempos de acceso a esos servicios. Y algo muy
destacable: señalan que no tienen percepción de que las listas de
espera hayan mejorado, y que no es buena la coordinación entre los diferentes niveles
asistenciales. Los datos disponibles, sacados de los informes del Instituto Nacional
de Estadística (INE) correspondientes a 2017, nos dan que el tiempo de espera en
España tiene una media de 106 días para una intervención quirúrgica y de 66 días para recibir atención en la consulta de especializada. En nuestra
región Castilla La Mancha, esos datos ascienden, en ese mismo año, a 163 días para
una intervención quirúrgica y a 46 días para recibir atención en consulta
de especialista.
Para los expertos, es la Atención Primaria la que atraviesa una peor
situación, y que resulta calificada como “critica” en algunas Comunidades
Autónomas. Esta era una situación hasta ahora desconocida, y de la que los ciudadanos se
están enterando por las movilizaciones de los Médicos de Familia y Pediatras. La
situación que hoy vive la Atención Primaria no se puede achacar solo al actual
Ministerio, o a los actuales gobiernos autonómicos, sino que es fruto de años de
desatención por parte de todas las administraciones hacia este nivel de la
asistencia sanitaria, cuando debería estar en el centro del Sistema Nacional de
Salud. No es una opinión solo personal. Si leemos el informe de la Sociedad
Española de Salud Publica y Administración Sanitaria (SESPAS) correspondiente a
2018, se señalan varias causas de la situación de hoy: la Atención
Primaria ha estado al capricho del pensamiento político dominante en cada momento;
los cambios sociales y epidemiológicos surgidos han aumentado la complejidad del ejercicio en AP; las políticas neoliberales y la crisis económica han aumentado la
desigualdad social, la accesibilidad en condiciones de igualdad y la
universalidad del sistema; que se necesitan procesos que aumenten la
participación comunitaria en los aspectos de la gestión.
Y también existen estudios y análisis de entidades internacionales, que inciden
esa misma dirección, dando una importancia a la AP y señalándola como uno de los elementos a
considerar, en el diseño de la futura asistencia sanitaria en España. Según el
informe “Future Health Index 2017-España” elaborado por Philips en colaboración
con el MIT Technology Review, el sistema sanitario español debe afrontar
con urgencia el tratamiento de los pacientes que sufren enfermedades crónicas,
enfermedades que antes eran mortales y que hoy son procesos crónicos, lo que se
vincula a nuestra evolución demográfica y social con envejecimiento de la población.
El segundo elemento que se debe plantear es la necesidad de más recursos, porque
nuestros niveles de salud de hoy, en gran medida los debemos al esfuerzo de los
profesionales sanitarios, que realizan su trabajo con bajas remuneraciones respecto
a los salarios de otros países, y a pesar de su nivel de cualificación y especialización.
Nuestra salud no puede basarse, como hasta ahora, solo en la vocación de
servicio de sus profesionales. Un tercer elemento es superar la existencia de
diecisiete sistemas sanitarios diferentes sin coordinación, porque una cosa es
la autonomía de cada sistema regional, y otra muy diferente, es la
descoordinación entre ellos que existe en muchos aspectos. Y un ultimo elemento
que se debe abordar, es la recogida, la disponibilidad y que las decisiones de gestión
basada en datos, a la que la sanidad española no puede ser ajena. Hoy el
denominado Big data se ha convertido en un condicionante del nivel de salud de
los países.
Pese a esa realidad, siempre mejorable de nuestro modelo
sanitario, nos encontramos también más datos positivos, contenidos en un estudio publicado
en The Lancet y elaborado por el Instituto de Métrica y Evaluación para la
Salud. En el se pronostica que, en 2040, España se situará en el primer puesto
del ranking de países en Esperanza de Vida al nacer, que será de 85,8 años,
casi tres años más que la que tenemos actualmente. Ahora somos el cuarto país
en esperanza de vida, pero el propio estudio reconoce que esa cifra puede ser
mejorada dependiendo de como nuestro sistema sanitario sea capaz de hacer
frente a las causas de mortalidad temprana o prematura que hoy son, por este
orden: hipertensión arterial, obesidad, diabetes, tabaquismo, consumo de
alcohol y niveles de polución de nuestro entorno, porque las investigaciones
predicen que tendremos un aumento de las muertes por causas respiratorias, enfermedad renal crónica y enfermedades
ligadas a la obesidad. En 2040 será la enfermedad de Alzheimer la que primera causa
de muerte prematura en España, seguida por la enfermedad isquémica del corazón,
cáncer de pulmón, EPOC, cáncer de colon, infarto, enfermedad renal crónica,
otras enfermedades cardiovasculares, cáncer de páncreas y diabetes.
Promocionar la salud, apostar por la prevención en lugar de por el
tratamiento, la igualdad de acceso a los servicios, otorgar a los profesionales
un
papel más activo en la gestión de la salud, y facilitar la participación de todos los
actores en la elaboración del modelo, sin olvidarse de los ciudadanos, (que siempre
son colocados de palabra en el centro a la hora de hablar del sistema, pero que
acaban siendo los primeros olvidados a la hora de implementarlo, pesando más en
el modelo la opinión de los profesionales). Si los ciudadanos no reciben
educación en como y cuando la demanda de servicios sea justificada, la oferta
de estos servicios será siempre insuficiente. Su implicación en la elaboración
del modelo, es la única manera de que se sientan protagonistas y corresponsables
en su funcionamiento, lo que puede ser la garantía de que sea viable y mantenga
la universalidad y la sostenibilidad del sistema.
El anterior es un condicionante imprescindible. El otro es
que la Atención Primaria vuelva a ser el eje estratégico de nuestro Sistema
Nacional de Salud, y junto a la salud pública son dos aspectos claves para el
desarrollo de la salud comunitaria y ambas deben estar integradas. Crisis económica,
recortes presupuestarios y debilitamiento de nuestro Estado del Bienestar están
detrás de la situación actual de deterioro del Sistema de Salud. No nos vale
quejarnos, sino que debemos levantar la cabeza para seguir avanzando y reclamar
una revisión general de todo el sistema, y volver a situar a la Atención
Primaria como el eje fundamental sobre el que se debe reconstruir un modelo que
se ha deteriorado progresivamente y que hoy no da la respuesta a los cambios
sociales producidos, y que los ciudadanos requieren. No es una tarea fácil, sino
más bien muy compleja, pero en los años transcurridos desde la promulgación de
la Ley de Bases de Sanidad, también han existido momentos en los que se corrió
el riesgo de que hubiese una ruptura del sistema y fueron superados al
encontrarse consensos en las medidas a adoptar.