En muchas ocasiones, del análisis
de cómo funciona nuestro estado, no es difícil concluir que nuestra
democracia no es tal. Son muchos los aspectos que la asimilan más a un régimen
impuesto, que a la expresión del deseo o designios ciudadanos. Si queremos
que se produzcan cambios que la mejoren, no cabe duda de que la
responsabilidad de hacerlo va a recaer sobre la izquierda, puesto que a la
derecha política ya le va bien con la actual estructura de nuestra democracia.
Los socialistas, desde el inicio de la
transición española, hemos defendido la necesidad de más democracia y mayor participación
ciudadana, y por ello debemos ser los impulsores de la revisión de esas
viejas estructuras desde las que se ejerce el poder político. Hacerlo implica
la puesta en valor de los principios que siempre hemos defendido: igualdad, decisión popular mediante la participación
de los ciudadanos en las grandes decisiones, transparencia en la gestión y
acceso ciudadano a la información.
Es posible fomentar la
participación en democracia a través de las nuevas tecnologías y las redes
sociales, pero desde la izquierda
debemos ser conscientes de que ello implica nuevas fórmulas diferentes a las de
los partidos políticos o a los movimientos sindicales, de lo contrario va a
ser difícil recuperar la con fianza en las formas de acción política.
De todas las cosas que merecen la pena cuestionarse sobre el actual modelo de estructura
del estado español, la más llamativa es sin duda, por su importancia y
relevancia en esa estructura, y porque
su elección no es democrática, es la
Jefatura del Estado, y ese debate debería abrirse sin ningún tipo de miedos
ni recelos. Si se quiere plantear un Estado moderno, la figura del Jefe del Estado no puede quedar al margen de esos cambios
y de la elección democrática.
Ya sé que muchos pensaran que hay otras cosas más
urgentes de abordar que esta cuestión, pero si se quiere plantear una
modificación del actual modelo, este
asunto no puede quedar para el final, y menos para los socialistas, que siempre
nos hemos proclamado republicanos, y que aceptamos la monarquía como una
solución al momento que vivía nuestro país a la muerte del dictador. De no hacerlo, pronunciamientos de democracia,
igualdad y libertad de pensamiento, quedan reducidos a eso, meras
manifestaciones sin contenido real.
No es un planteamiento
para mañana, pero mientras esa cuestión se resuelve, la actual Jefatura
ejercida desde la Casa Real, debería estar regulada mediante unas normas
que apruebe el Parlamento, y que contemplen
sus funciones, su organización, sus presupuestos de ingresos y gastos, etc. En
los últimos años estamos asistiendo a un deterioro de la imagen del a Jefatura
del Estado, que ningún país democrático permitiría a su presidencia estatal,
porque perjudican la imagen exterior de nuestro país. El gobierno actual,
empeñado en la promoción de la Marca España, parece ignorar que la Jefatura del
Estado es uno de los elementos más importantes de esa Marca.
Si nuestro Estado es una
democracia, deberíamos sin temor, plantear un referéndum en el que los
ciudadanos pudieran opinar sobre su deseo de continuar como monarquía o como república.
La derecha se opone frontalmente a este
planteamiento, pero los socialistas si somos tales, debemos plantear las
actuaciones que puedan propiciar la
implantación de la República como forma de Estado.
Este planteamiento que hago a la Jefatura del
Estado, debe ser aplicable a todas las estructuras estatales que no cumplan los
criterios de elección directa por la ciudadanía. Cuando se cuestionan estructuras como el Senado, las Diputaciones y
otras, la consulta a los ciudadanos solventa las dudas del legislador, y es a
los ciudadanos a quienes nos corresponde expresar nuestra voluntad.
En un democracia, el poder debe
ser ejercido desde órganos democráticos elegidos por los ciudadanos, o
estaremos en una democracia que no es tal.