Por mucho
que algunos insistan en su empeño de convencer a la opinión pública de que PP y
PSOE son lo mismo, no lo consiguen porque los
ciudadanos saben que en políticas sociales la diferencia es abismal y esa
diferencia se incrementa día a día. Donde las diferencias, hasta ahora, han sido menos perceptibles, es en materia económica,
pero esas diferencias existen y son constatables, aunque hay quien no quiere
verlas.
Pero el
gran problema del socialismo hoy para volver al gobierno no está solo en que se
nos considere iguales al PP, sino que a eso
se añade el hecho de que la gente no se fía que podamos cumplir un programa que
recoja las premisas y pautas fijadas en la reciente Conferencia Política si se
retorna al gobierno. Nadie puede negar que esas dudas hayan encontrado
motivación en algunas actuaciones específicas y en algunas políticas practicadas
no hace tanto tiempo.
Hace unos
días el Observatorio de la Cadena Ser publicaba un estudio y una de sus
conclusiones era que más de la mitad del
electorado estaba convencida que el PSOE defendía más a las elites sociales que
a la clase trabajadora, lo que también se jalea interesadamente con
aquello de que el PSOE ha perdido la O de su acrónimo. Esta percepción unida a la duda en la aplicación del programa una
vez alcanzado el poder, hace que ambas
sean un lastre del que resulta difícil desprenderse.
Podemos
encontrar justificaciones para razonar esa falta de cumplimiento, que puede que
estén en las consecuencias de la globalización económica, o en la interrelación
con el resto de países de nuestro entorno europeo o en el excesivo poder
ejercido por los grandes poderes económicos mundiales. Hace unos días exponía
que aún siendo difícil luchar contra
estos tres aspectos, la ciudadanía lo percibe mas como falta de valentía para
esa lucha, que como una falta de capacidad para intentarlo. La ciudadanía
castiga más la apariencia de valor careciendo de él, que su falta real.
Pero sin
duda la tercera pata del
banco que nos falta, es la necesidad de que
quienes representen al socialismo sean personas capaces de transmitir al
electorado no solo lo acordado sino el cómo conseguir hacerlo realidad. Eso no
será posible tampoco sin la valentía citada. El valor de saltar al ruedo y decir que pese al coste personal y a que
se conocen las dificultades que habrá en el camino, uno está dispuesto a
hacerlo a cualquier coste. Es el precio a pagar por obtener el reconocimiento
del liderazgo interno, y lo que es más
importante, por recuperar la confianza de la opinión publica.
El
mecanismo de primarias aprobado
significa que van a cambiar todos los cálculos existentes,
puesto que cambia el electorado. No decidirán
las direcciones del partido sino los
votantes que decidan participar, militantes o no. Quienes quieran liderar cualquier ámbito, ya deberían
estar dando a conocer sus ideas y proyectos, aunque la fecha se fije más
adelante.
Pero no
es una cuestión de personalismos. No se
podrá acometer esto solo, sino con un equipo preparado y comprometido, porque
si importante será la cabeza visible, tan importante como eso será a la vez
demostrar que no se está en un proyecto personalista, sino en un proyecto colectivo. Será el adiós del candidato
al uso, para dar paso al candidato capaz
de huir de las frases hechas, de las consignas y de los tópicos, para
hablar con la claridad que un país serio y una ciudadanía formada necesita.
Será el momento de hacer verdad la frase de “el voto
no se pide, se merece”. Este partido ha estado muchos años utilizando lo que
un amigo llama los “mirlos blancos” que salían de la nada como los mas validos,
para si no ganaban la contienda electoral, desaparecer de la primera línea en
poco tiempo. No es un momento para esos
elegidos por unos, sino el momento del elegido elegida por todos y todas.
Con un
proyecto diferente al PP, con un discurso creíble y creído de defensa de las
clases trabajadoras, y unos candidatos preparados y lejos del modelo
tradicional, ese retorno al ejercicio del gobierno parece más cercano. Sin
embargo no se puede olvidar que quien quiera dar el paso adelante no puede
esperar hasta la fecha de las primarias, o quien espere llegará tarde.
¿Alguien está dispuesto a dar el paso? Se le espera.