Es tal el dominio sobre los
medios de comunicación ejercido por el partido del gobierno, que cada vez está más
claro que existen dos Españas. Pero no me refiero a la clásica división entre
derechas e izquierdas, sino a una España real
y una España mediática.
Aunque superemos los seis millones de desempleados,
mas de dos millones de hogares no tengan ningún ingreso, miles de familias se
quedan sin vivienda, las empresas pequeñas no acceden al crédito, la sanidad empieza
a mostrar falta de recursos, y un largo etcétera, escuchamos de los miembros del PP, y leemos en sus
medios adictos, que lo peor de la crisis ha pasado y que la economía ha
mejorado con este gobierno.
Y es que vivimos un moderno
capitulo de una nueva versión del
calderoniano gran teatro del mundo, en el
que los decorados de cartón piedra disfrazan la realidad de las desnudas
paredes del escenario. No importa lo
real, sino las apariencias, y si todos nos repiten lo aparente a lo
goebeliano, acabará percibiéndose como real.
Puede ser legítima
la propaganda gubernamental, pero esto no es solo propaganda sino, sobre todo, una acción antidemocrática, puesto
que merma la calidad de la democracia, al
engañar al pueblo, que en teoría es quien debe gobernar en un sistema democrático.
La democracia debe defender los intereses de la mayoría social, y aquí
este gobierno defiende
solo los de una elite que nos gobierna, sin principios éticos, y que hace de la política un
ejercicio hipócrita al mostrarse como actuante por el interés colectivo, cuando
en realidad solo lo hace en su propio interés.
Hoy, en el segundo aniversario del gobierno del PP en
Castilla La Mancha, oír esta mañana al ministro de educación y a Cospedal defendiendo sus políticas,
era ver un ejercicio de como se culpabiliza a los más desfavorecidos de merecer
la desigualdad a la que sus políticas nos llevan. Esto es la violencia institucional de una minoría
organizada para mantener sus privilegios, y que aprovecha la crisis económica
para hacer reformas estructurales que pisotean las libertades y los derechos
cívicos, laborales. Sin
olvidar, que revelarse en la calle contra esas políticas, se califica de violencia
callejera.
Curiosamente, en este escenario se han encontrado con un enemigo
inesperado, el poder judicial, que ante la alarma social creada por la
corrupción en la que nada la clase gobernante, se ha visto obligado a actuar
para evitar que se le identifique como parte de ese mismo poder corrupto. Bárcenas encarcelado es una muestra
de ese posicionamiento. Confiemos en que mantenga su independencia.
Pero cualquiera apreciará, que todo en conjunto no impide
un inmenso desencanto ciudadano. El pueblo llano se siente gobernado no para su
bienestar, sino para el de la minoría que gobierna, o dicho de otro modo, sometido a un gobierno en pro de los
dueños del dinero y en contra del conjunto del estado que somos todos, a favor de
una elite y en contra del resto.
Solo el cinismo en su práctica más cruel, puede hacerles decir que estamos
saliendo de la crisis y ocultarnos que en España existen los dramas del
desempleo, de la desnutrición infantil, de la desatención sanitaria, y del
resto de miserias cotidianas del día a día de quienes no formamos parte de la
elite gobernante.
Esto no es democracia para todos y todas. Es la perversión del modelo que entre todos nos dimos después
del franquismo. Protestemos.