Tras la tantos días esperada reunión de Sánchez e Iglesias, la primera conclusión es que no se hicieron sangre como esperaban los Indas, Marhuendas y demás cavernícolas. La opinión general es que hay una cierta sensación de que algo se ha movido. Persiste un pesimismo de fondo, pero ya se sabe que en política, nada es más efectivo que tener unas malas encuestas, o percibir una posible crisis interna, para que por arte de magia se fuerce la reflexión interna en cualquier partido. Escuchando las declaraciones de hoy, tanto de Sánchez como de Iglesias, y aislándolas de las que ambos han protagonizado con anterioridad, estas parecen más cercanas a que hay voluntad de dialogo y de buscar puntos de encuentro, que al inmovilismo y la intransigencia que hasta ahora nos transmitían.
Rápidamente han comenzados a trabajar los encargados de meter cizaña, para intentar abortar cualquier avance. No es bueno escucharles, y quienes lo hagan no deberían equivocarse y ver en ese cambio en el ambiente, la bajada de pantalones de Iglesias. Si se mira bien lo acontecido, Iglesias con su cambio lo que consigue sin duda es reducir el margen de maniobra que le queda a Sánchez para optar entre gobierno de izquierdas o elecciones, y no pueden culparle de ser Iglesias quien provoque su repetición. Pero tampoco debe pasar desapercibido, que ese cambio en Podemos a su vez presiona a Ciudadanos, partido que desde su acuerdo con el PSOE se ha dedicado exclusivamente a verlas venir mientras llenaba su granero de votos en los caladeros de los que se sienten centristas.
Ya no le valen solo las buenas palabras a Rivera, porque Ciudadanos ahora deberá decidirse entre sí permite un gobierno PSOE con Podemos, o deja esa posibilidad en manos de los partidos proclives a referéndum e independencia, lo que es contrario a lo que plantea su discurso. Si Rivera no sigue caminando de la mano de Sánchez por un gobierno de cambio, se le verá el plumero de que quiere repetir elecciones, y su discurso machacón de que su partido escucha al electorado, tendrá los días contados. Aunque no sea santo de devoción de Rivera, Iglesias, sin cambiar su proyecto político, ha manifestado su disposición a ceder para conseguir un Gobierno de coalición, y ahora o Rivera muestra esa misma predisposición o se retratará.
Hoy la postura de Iglesias se presenta como generosa, y como poco merece que así se le reconozca, y no plantear la exigencia de su vicepresidencia es la mejor muestra de esa generosidad. Necesariamente ese cambio de Podemos se valorará positivamente por la opinión pública, que ve en ella una luz al final del túnel que conduce a nuevas elecciones. Pero no lancemos las campanas al vuelo, porque todo el camino está aún por andar, y lo que no ha cambiado en estos cien días es la clave para llegar a un acuerdo, que sigue siendo el referéndum en Cataluña. De encontrar o no la fórmula que salve la cara de todos, dependerá que lleguen a entenderse los tres partidos. Mejor sería alcanzar un acuerdo, porque a nadie se le escapa que cualquier acuerdo puede ser corregido, porque nos guste o no, la economía está más en manos de Bruselas que en las españolas, y es la economía la que está en el trasfondo de toda la negociación.
Si no se encuentra esa fórmula, habrá elecciones, pero ya no será por la exigencia de Podemos de estar si o si en el gobierno. Puede que en la formación morada y sus Mareas, alguien haya empezado a valorar que mantener al PP en funciones les quema políticamente, pero también que entrar en un gobierno con PSOE y C´S, en tres meses también les quemaría ante su electorado. Si esa reflexión la han hecho, pueden pensar que no es tan malo curtirse en la oposición, y mucho menos si se ejerce ante un gobierno débil. Tampoco debe apartarse de esta negociación, la situación interna de los protagonistas, porque la situación de Errejón tras el cese de Pascual debe quedar despejada, y en Ferraz se avecina un Congreso sin saber si la Presidenta andaluza ha decidido cruzar Despeñaperros ahora, o aplazará su travesía.
Ahora toca esperar para ver qué pasa en los próximos encuentros y diálogos entre PSOE, C,s y Podemos. Me surge una duda una vez escuchada la propuesta de Sánchez de articular una fórmula de aprobación de las propuestas que se asuman por los tres partidos, y dejar las discrepancias para debatirlas en el Congreso. Si esa fórmula se acompaña de la libertad de voto para los diputados de los tres grupos, puede que funcione razonablemente, si no se da esa libertad, volveremos a las matemáticas, esa ciencia de la que el filósofo británico Bertrand Russell dijo que “posee no sólo la verdad, sino cierta belleza suprema. Una belleza fría y austera, como la de una escultura”. Fría y austera, como la política.