Dice Rajoy que existen dos tipos de seres humanos: los
normales y los otros. Los primeros son los que le votan a él y su
partido. Los otros, los raros, somos todos los demás, por no reconocerle
como el autor del gran milagro económico del mundo mundial en el siglo XXI, al
lograr que este mes en las cidras del paro, solo figuren ciento dieciocho mil
inscritos más que cuando él llego a la jefatura de gobierno.
Cada vez somos más los seres humanos raros, esos que
creemos que son reales los miles de familias que se han visto desahuciadas, o
los que pensamos que son ciertas las cifras de hambrientos que dice el informe
de Cáritas, o los convencidos de que nuestros sistemas sanitario y educativo
están peor desde que el gobierna, o que creemos que los contratos basura son ya
la mayoría, o que pensamos que los miles de jóvenes exiliados al extranjero no
lo han hecho por voluntad propia. Es la consecuencia de que no profesamos la
fe mariana de los seres normales.
Pero estos días, no todos los seres normales andan
satisfechos, porque a Rodrigo Rato, un ser humano normal de los más
ilustres, lo han “pillao con el carrito del helao”. Y como en
todas las ocasiones en que se han destapado asuntos turbios de su partido
(y son ya muchas), Rajoy ha intentado ponerse de perfil intentando así
eludir sus responsabilidades. No parece darse cuenta de que con esa
actitud no solo daña a su partido (es muy libre de hacerlo), sino que también
deteriora la imagen de las instituciones en las que ejercen o han ejercido los
corruptos, y para eso no es libre, sino que debe responder (eso si nos
afecta a todos). No todo vale para mantenerse en el poder, y menos si con
ello se cuestiona la confianza ciudadana en el sistema democrático.
En teoría, todos somos iguales ante la ley, los
normales y los raros, pero eso no significa que todos tengamos la misma
responsabilidad. No es solo cuestión de esperar a la actuación de la
justicia, en paralelo están las responsabilidades políticas, y de esas,
el máximo dirigente del partido de gobierno debe rendir cuentas ante los
ciudadanos. No es de recibo la estrategia de Rajoy de que cada vez que
aparece un problema en el PP, él se limita a esconder la cabeza, ni que
su partido pretenda aparecer ante los medios como el que ha puesto ante la
justicia a los corruptos.
Pero esa estrategia es de todos los responsables de su
partido. Ejemplos de esto son como primero negaron la Gürtel y luego
Aguirre se colgó la medalla de haber sido ella la que había destapado el
caso. Por eso, si ahora en el caso Rato hemos visto a Rajoy mirar para
otro lado, no debería sorprendernos que pronto se arrogue el mérito de
ser él quien destapó el caso. Otros miembros del PP, de los llamados de
segunda fila, defienden a su partido afirmando que sus corruptos a
quien le hacen daño es al PP. Parecen olvidarse de que a quienes primero
han hecho daño sus corruptos ha sido al conjunto de los ciudadanos con sus
maneras alégales de actuar.
Quienes calificaban de error, que lo fue, la amnistía fiscal
de épocas socialistas, son los que a su llegada al gobierno pusieron en
marcha una nueva amnistía, y mientras realizaban los recortes a los
ciudadanos no se preocupaban de si las fortunas amnistiadas habían sido
obtenidas impúdicamente. Su gran preocupación era obedecer, como
alumnos aventajados, las decisiones de Merkel, y para nada ocuparse de
averiguar de qué alcantarilla salía perfume hediondo. Muchos votantes del
PP piensan que eso ha llevado a su partido a encontrarse hoy enterrado en
basura.
Rajoy confía su futuro a que un gran sector de la
población se alimenta políticamente de la fe en su partido y no de los
análisis ni de las pruebas acreditadas, y de que para ellos, la verdad es
la que escuchan o leen en el medio de comunicación del que son seguidores. Solo
eso puede justificar que las encuestas aún den al PP como el partido con
mayor intención de voto pese a ser un trufado por personas que han
ejercido cargos de responsabilidad y que hoy están incursos en escándalos de
corrupción. Su gran esperanza es que el electorado conservador ha
demostrado, elección tras elección, que soporta todo, hasta alguien que no
toma decisiones como presidente.
En el PP confían en que ni una hecatombe electoral en
las próximas municipales, provocará que su electorado cuestione a sus
dirigentes. Intentan basar todo en su política económica, y en
los halagos que esta recibe por parte de la Troika, del BCE y del FMI.
Deben pensar que los ciudadanos creemos a esas instituciones ajenas a la
reforma laboral y los recortes, y que las vemos como autoridades económicas
fiables. Se equivocan, porque puede que un muy mal resultado no cuestione a
sus dirigentes, pero si provocar el anticipo de las generales.
Con este panorama político, es una lástima que los
partidos que hoy son la oposición, en lugar de encontrar puntos de
encuentro entre ellos y con los ciudadanos, estén más preocupados en
adquirir su propia dosis de protagonismo. Es triste ver como en la
situación de deterioro del gobierno, esos partidos a través de sus dirigentes, dan
muestras de unas dosis de prepotencia y de falta de generosidad que aleja a los
ciudadanos de sus opciones. Y si esa actitud resulta grave en las
cúpulas estatales, en las direcciones provinciales, de unos y de
otros, es para ingresar en la UVI.