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Si hoy día volviese a nacer el santo Job, lo haría en España, porque pocos
países tienen unos ciudadanos con tanta paciencia como tenemos los españoles,
ante
los desmanes de quienes nos gobiernan. Dicen que Podemos es el fruto de un
pueblo indignado. ¿Indignación? No, asco,
ese es el mejor calificativo para definir lo que sentimos la inmensa mayoría de
ciudadanos de este nuestro país, ante el alud de casos de corrupción con los que convivimos
y que se han multiplicado en los últimos días.
Y cada uno de nosotros sigue haciendo gala de una infinita paciencia que
ralla el pasotismo, y a la espera de que esta
situación la arreglen los demás, como si no fuese nuestra la solución. Y esa es
una actitud que mantenemos hasta esa
inmensa mayoría que nos levantamos cada
mañana para intentar llevar honradamente el sustento a nuestras casas. Hasta
asumimos que a quien proteste le califiquen de antisistema.
Consuelo de muchos es pensar que falta poco para votar, pero el miedo a
señalarnos, nos haría mantener esa misma pasividad aunque restasen cuatro años
para hacerlo. Nos han repetido tanto que
todo lo malo que nos ha ocurrido era la herencia de Zapatero, que no parecemos
darnos cuenta de que desde 2011 ya no está en el gobierno. Ahora nos
gobierna el partido más trufado de casos de corrupción de nuestra historia
reciente, con un presidente que no quiere acudir al Parlamento a dar
explicaciones, una secretaria general que cree suficiente decir que “se siente
escandalizada”, y con una lideresa regional que dice “alucinar” con tanta
basura como la rodea, y que hace unos días no era consciente de ello.
Recordar lo que ellos decían al anterior gobierno, ya sería suficiente
motivo para no actuar con la pasividad con que Rajoy y los suyos afrontan esta
situación. Pese a que lo que está en
juego es la calidad de nuestra democracia, siguen justificando lo
injustificable, con tal de no coger el toro por los cuernos o marcharse. Aquí ya
no se acuerdan de su “hacer las cosas como dios manda”. Y es que todos siguen ahí, pese a los delitos de prevaricación,
de blanqueo de dinero, o de organización criminal que los jueces imputan a
quienes ellos designaron para ocupar cargos públicos de relevancia. No quieren
asumir, que el nombramiento de todos esos chorizos es responsabilidad política
de los dirigentes de su partido, y sobre
todo de Rajoy, por acción o por omisión.
La financiación ilegal de la trama
Gurtel, o con el caso de la basura en Toledo, o los sobresueldos de su cúpula, o el supuesto desconocimiento
de los tejemanejes que se traían Rato y
Blesa (quienes ellos también nombraron) con las tarjetas, no se solucionan con el ventilador, o con
aquello de que en todos los partidos hay corruptos. Aunque para desgracia de
todos sea así, no es menos cierto que en ningún otro partido, hay tantos por
metro cuadrado como en la calle Génova 13. Aunque
exista el caso de los ERE o el caso Pujol, no por ello dejan de existir todas las
sinvergonzonerías cometidas en su casa. Pero sobre todo, lo que no puede
olvidar el PP es que ahora quienes
gobiernan son ellos, y en esto no les vale la excusa de la herencia
recibida.
Si se repasa un poco la historia, la
gran dimensión de la corrupción en España se alcanza con posterioridad a la
aprobación en 1998 de la Ley del Suelo del gobierno Aznar, porque la inmensa
mayoría de los casos de corrupción política, están relacionados con el
urbanismo. La impunidad con que campeaban algunos, gracias a su cercanía al poder,
y su actitud de prepotencia, hizo que quienes podían poner fin a esos desmanes
(fiscales y jueces) se mostrasen timoratos para mover un dedo. Casos como los de Garzón o Silva, que por
atreverse a perseguirla acabaron siendo víctimas de los delitos que perseguían,
son una muestra de la impunidad en que
han vivido los delincuentes de cuello blanco.
Y un símbolo de cómo ha tratado de
tapar el PP su corrupción, es el silencio mantenido por los medios de
comunicación en manos de sus dirigentes, para los que la corrupción solo
existe si afecta a otros partidos, como ocurre con TV CLM y Tele Madrid, o con
la Primera de TVE donde no les ha quedado más remedio que dar la información
ante la avalancha de noticias sobre el tema en las demás cadenas nacionales e
internacionales.
Pero si bochornosa es la actitud
del PP, también es llamativo como la ciudadanía se manifiesta indignada con los
políticos corruptos, pero no tanto con los empresarios corruptores. En las
conversaciones de café, no parece que los
ciudadanos vean como algo tan grave que una empresa pague una comisión por obtener
una adjudicación. Indigna que alguien cobre esa comisión, pero al
empresario que la paga se le otorga el beneficio de poder corromper al político
o al menos intentarlo como una forma de lograr trabajo. Mientras esto siga siendo así, el germen de la
corrupción continuará vivo en nuestra sociedad.
Y no es menos curioso que los propios
empresarios españoles tampoco hayan estigmatizado a sus corruptos, de quienes
conocían su forma de actuar, y a quienes reelegían como hicieron
con el presidente de los empresarios madrileños o con Diaz Ferrán en su día. En
ambos casos ellos han dimitido, pero sus respectivos gremios les renovaron la
confianza aun conociendo que no era oro todo lo que relucía.
A la gente de la calle ya no la engañan, ni unos ni otros. Solo se dejan engañar quienes viven en los aledaños
del poder en los ámbitos locales, provinciales o regionales. Parece
que estamos llegando al hartazgo de tanta impunidad, y eso ha hecho que algunos magistrados hayan visto el momento de atreverse
a dar el golpe en la mesa, lo que ha hecho que corruptos y corruptores empiezan a no
tenerlas todas consigo. Las
responsabilidades políticas no se asumen solo con pedir perdón, hablar de
arrepentimiento y prometer transparencia para el futuro. Ya nadie confía en que
limpie la mierda quien ensució nuestra democracia nombrando a
impresentables y chorizos, o colocándolos en la cabeza de sus listas
electorales con una imagen amable y un discurso embaucador.
Seguirá el rosario de casos que saldrán a la luz, pero tras el olor
pestilente de hoy llegará el de la lejía mañana. Los españoles no queremos un país con instituciones dirigidas por
mafiosos, ni jueces que miren para otro lado. Por menos, alguien empezó a
utilizar la coletilla “váyase señor González”. Aplíquense señores del PP su
propia medicina, aunque solo sea por el bien de su partido, y déjennos a los españolitos de a pie, que volvamos a
estar orgullosos de nuestro país.