lunes, 26 de octubre de 2015

EL DISCURSO DE FIN DE LEGISLATURA

Hoy han convocado las Elecciones Generales para el próximo 20 de Diciembre. Posteriormente Mariano Rajoy ha celebrado una rueda de prensa en la que se ha dedicado a dar cifras y más cifras en un intento por demostrar cómo él ha conseguido que mejore nuestra economía.

Lo primero que se me viene a la cabeza es la frase del autor de la novela “Los Miserables”, Victor Hugo, que escribió literalmente la frase "Entre el gobierno que hace mal y el pueblo que lo consiente hay cierta solidaridad vergonzosa". O dicho de otra manera más llana, que si un idiota llega a presidente, significa que quienes le votaron se sienten bien representados.

Rajoy es humano, por eso es comprensible que quiera seguir en el gobierno, sobre todo si comprobamos que a él y a quienes viven en sus aledaños, las cosas les han ido bastante bien, sobres incluidos. Pero no es humano, que a quienes no les ha ido tan bien, ahora aún se plantean continuar dándole su voto. Con su discurso de "yo o el caos" transmite miedo a los ciudadanos afirmando que un cambio de gobierno daría al traste con los avances conseguidos por él, pero los ciudadanos deberíamos preguntarnos si es posible tener más miedo a otra opción de gobierno, que a continuar con este señor cuatro años más.

Con la foto de la España heredada por Rajoy y la de la España que deja, su salida del gobierno debería estar sentenciada para cualquier trabajador de este país sin dudarlo lo más mínimo. No solo los datos demuestran que es un mentiroso, sino que ha cobijado bajo sus alas a una legión de golfos que se han forrado a nuestra costa. En cualquier país de nuestro entorno, no solo no sería candidato a presidente, sino que estaría obligado a abandonar la política activa, y se le recordaría como un mal sueño.

Se sabe tocado y casi hundido, pero su discurso ha sido triunfalista y hasta hiriente, cuando ha afirmado que deberíamos sentirnos todos satisfechos porque hemos salido de la crisis y nadie se ha quedado en la cuneta. Esa es la muestra evidente de su lejanía de los ciudadanos de a pie, porque para Rajoy no significa nada, que tengamos menos población activa (540.000 personas menos), que haya descendido la tasa de actividad, que la tasa de paro de más de dos años sea un 17 % superior a la que el encontró, que tengamos 350.000 contratos indefinidos menos, o que cada vez los empleados lo sean a tiempo parcial.Tampoco existen para él los desahuciados, o los dependientes sin ayuda que no han existido en su balance de gobierno.

Rajoy ha hecho hoy lo que ningún gobernante debe hacer, olvidarse de que detrás de sus maravillosas cifras, siempre hay personas, y que sus cifras pueden ser muy positivas para el modelo económico impuesto por la derecha desde Bruselas, pero las personas deben ponerse por delante. Sus cifras macroeconómicas no borran del mapa a quienes sufren por no poder llegar, ya no a fin de mes, sino a la cena. En buena lógica sus votantes deben ser de la clase alta, pero no es de recibo que le voten trabajadores asalariados.

Según Rajoy, cuando el llegó al gobierno España se asomaba al abismo, cuatro años después quienes se asoman al abismo somos los españoles por sus recortes sociales. Por eso, cuando las encuestas señalan que pese a mentir, robar o eliminar derechos, sigue siendo el partido con mayor intención de voto, solo cabe preguntarse si los trabajadores españoles somos masoquistas, o nadamos a gusto entre la mafia, esperanzados en que nos permitan alcanzar una teta de la que amamantarnos.

Pero pese a todo lo anterior, lo más llamativo de todo su discurso, ha sido la afirmación de que los corruptos devolverán el dinero. Pues como dice el refrán que las cosas hechas como dios manda empiezan por uno mismo, puede empezar por devolver algún sobre a título personal, y seguir a titulo colectivo por su partido devolviendo el importe en B de la construcción de su sede. O mucho mejor aún, váyase.

miércoles, 21 de octubre de 2015

PABLO IGLESIAS POSSE


El 18 de octubre de 1850 se produjo el nacimiento de Pablo Iglesias y el 9 de diciembre de 1925 su fallecimiento. Setenta y cinco años de vida de un político que vivió de una manera austera, identificado con la pobreza de la clase trabajadora de aquellos años. En 1890 encabezó la primera manifestación del 1 de mayo en España, para exigir la jornada laboral de 8 horas y el cese del trabajo infantil. En el diario de sesiones del Congreso del 5 de mayo de 1910 pronuncio la siguiente frase "El partido que yo aquí represento aspira a concluir con los antagonismos sociales,... esta aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, la supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército... Este partido está en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones".
Que lejos queda esa forma de entender la ideología y de hacer política. Los principios se anteponían a cualquier interés electoralista, y como consecuencia de ello, el ciudadano que le daba su voto sabía perfectamente que estaba apoyando. Que los tiempos y las formas de hacer política cambian es algo innegable, entonces la política rebozaba honestidad, mientras que hoy brilla por su ausencia. El líder no tenía que apelar a la unidad interna del partido, porque el proyecto y su liderazgo ya unían por si solos, y le hacían al partido y a sus líderes cercanos a los votantes.
Hoy, cuando surge una diversidad de planteamientos o dos candidaturas, estamos cansados de escuchar apelaciones a la unidad. Cuando un partido utiliza la unidad como el argumento que da valor a sus decisiones, el tiempo acaba demostrando que quienes apelaban a esa unidad en realidad solo lo hacen por carecer de otros argumentos, cuando no convierten la unidad disfrazada de uniformidad en su gran baza para no perder su parcela de poder dentro de ese partido.
Son esos mismos políticos que cuando el problema no lo tiene dentro, sino en la incapacidad para ofrecer un proyecto ilusionante a sus electores, recurren al llamado voto útil, que resulta más una manera de realzar lo malo del rival, en lugar de la bondad de la oferta electoral propia. No es vencer por la derrota del rival, sino hacerlo por poseer suficientes ideas y argumentos en el propio proyecto, aunque eso conlleve no convencer a todos. Gobernar debe ser trabajar por hacer realidad un proyecto con una ideología y un modelo de sociedad, no un puzle formado a base de encuestas de opinión.
Tras los cuatro años más negativos para la sociedad española desde que vivimos en democracia, contemplar como el PP sigue teniendo una intención de voto superior a la del resto de paridos, y que el PSOE precise de otro partido para llegar a gobernar, debe hacernos admitir que como oposición hemos fracasado y que algo no habremos hecho bien en este tiempo. No admitirlo sería cerrar los ojos, y en ningún caso admitir esa realidad supone caer en el auto flagelamiento. Que el PP ha perdido más de dieciséis puntos de apoyo en las encuestas está bien, pero no ver que aún mantiene una intención de voto superior al PSOE es hacernos trampas al solitario.
Analizar esta situación lo único que sugiere es que no hemos aprendido nada de lo que nos ha ocurrido en otras ocasiones cuando también hemos ejercido como oposición. Nadie ha evitado que como en otras ocasiones, son esos momentos en los que siempre aparece un circulo reducido en el partido, en el que se mueven las mismas personas siempre, y que utilizan la derrota para hacer de ella su gran fortaleza dentro del partido, lo que les permite sobrevivir en la política y de la política.
Aunque en esos momentos se afirma que es cuando más se tiene en cuenta a la militancia de base, lo cierto es que son los momentos en que menos les importan los militantes, para quienes su activa militancia acaba siendo su mayor lastre para que sea reconocido su trabajo. Si en lugar de la derrota llega la victoria electoral, el mérito interno será exclusivo de los dirigentes, que habrán conseguido el objetivo con su mínimo esfuerzo personal, y ellos mismos públicamente aplaudirán el trabajo de esa militancia, más por obligación que por ganas de hacerlo.
No es la época de políticos como Pablo Iglesias, el Abuelo, sino la de los nuevos políticos de la imagen, el marketing, y la frase hecha por el publicista contratado a esos efectos. Es el tiempo de las nuevas fórmulas para ganar elecciones, con candidatos que fabrican su perfil de manera artificial, con frases hechas, y muchas de ellas absurdas que solo muestran su vacío ideológico. Es la época en la que se olvida, que una frase pegadiza o una sonrisa “profiden” no pueden sustituir a un proyecto político.
Vivimos la banalización de la política. El objetivo no puede ser salir lo mejor posible en la foto electoral o confundir cercanía con pasearse por las plazas y mercados para que te reconozcan. Estamos creando votantes y simpatizantes que compiten por ser el que más fotos tiene con más gente importante de su partido, convencidos de que ese es el curriculum que sirve para llegar a puestos de responsabilidad.
Tal vez algunos empezamos a estar antiguos, al seguir convencidos de que esta no es la modernización de la doctrina del socialismo de Pablo Iglesias, sino otra cosa.

jueves, 15 de octubre de 2015

¿SE ATIENDE AL DEPENDIENTE? SEGÚN DE QUIEN SE TRATE


La atención al padre de Rajoy va con cargo al presupuesto de Moncloa. Desde que apareció la noticia en los medios de comunicación, la repercusión que la misma ha tenido en las redes sociales difícilmente ha sido superada por otra información sobre la gestión de este gobierno, y eso que han sido muchas las meteduras de pata del presidente.

Si nuestros mayores ha sido sometidos a una bajada de sus pensiones, han visto como se les suprimían las ayudas a la dependencia, o se ha visto obligados a afrontar el copago sanitario, es lógico que la información de que los gastos que se generan por los cuidados (seguro que merecidos y necesarios) del padre del presidente del gobierno se cargan como gastos de Moncloa, les resulte un jarro de agua fría sobre sus sufridas espaldas, y la indignación del colectivo de mayores y dependientes sea la única reacción esperable.

Que para muchos con escasos recursos la Ley de atención a la Dependencia no les garantice acceder a unas prestaciones mínimas, y ahora conozcan que sobre el gasto público que soportamos todos los ciudadanos, recae la atención de alguien cuya familia posee los  recursos suficientes para su atención, solo puede interpretarse como que la llamada Ley de Dependencia si funciona, pero lo hace dependiendo de quién sea el dependiente. Hay dinero cuando el problema es en casa del presidente del gobierno, pero no para los dependientes de los demás.

Como era previsible, incluso en Moncloa, la reacción de las familias de los dependientes sin recursos, a muchos de los cuales se les ha quitado la ayuda de dependencia o se les ha cambiado el grado de forma poco justificada, no se ha hecho esperar. Y es que en este asunto llueve sobre mojado, puesto que al escaso número de concesiones realizadas con Rajoy en el gobierno, se añade que un número muy importante de esas ayudas han sido comunicadas cuando el dependiente ya había  fallecido, y naturalmente entonces ya no le correspondía cobrar nada.

Todo este asunto hace pensar que por el presidente no debe ni sospecharse cómo se las arreglan muchas familias para poder cuidar de sus mayores. Tampoco debió tener en cuenta estas situaciones se viven en multitud de hogares, cuando alegremente se lanzó a una bajada de los salarios y a facilitar y abaratar el despido con su reforma laboral. Esa es la causa por la que atreverse a cargar los gastos a la partida de presidencia, hace sospechar que ignora también las protestas ciudadanas por sus recortes en esta materia.

Este amor filial que muestra Rajoy, contrasta con la situación de muchos trabajadores, que si se ven obligados a faltar a su trabajo para cuidar a su padre, por carecer de ayudas para poder atender su situación de dependencia, no solo pueden encontrarse con la mala cara de su jefe un día o con el descuento de unas horas del salario, sino que se arriesgan a perder su trabajo si la situación ocurre de forma reiterada, puesto que eso es causa de despido procedente según la reforma laboral del buen hijo Rajoy.

Todo hace pensar que el gobierno, y su presidente al frente, está convencido de que los ciudadanos somos insensibles a cómo se nos pisotea. Primero comenzaron por obligarnos a jubilarnos cada vez más tarde, luego el engaño de la subida de las pensiones que lo único que garantiza es que sigan siendo unas pensiones de hambre, a continuación vino que una vez jubilados, si somos  dependientes, no tendremos derecho ni al agua. Y para culminar su política social ha continuado con el saqueo de las reservas de la seguridad social, convencido de que hace bastante con advertirnos que debemos contratar un seguro de jubilación, y de que haga lo que haga, nadie hará nada.

Se mire desde la óptica política conservadora o desde la progresista, este hecho es una bofetada en el rostro de todos y cada uno de nuestros mayores, dependientes o no. Demuestra una vez más el convencimiento que tienen  en el PP de que ellos y solo ellos son los amos del cortijo. Por eso es difícilmente entendible que sigan con una intención de voto estable y que estas acciones de desgobierno no les pasen factura en las urnas. Eso solo puede significar que muchos trabajadores, parados y dependientes les sigan votando, cerrando los ojos ante la corrupción, el paro, la pobreza, la explotación laboral, el abuso de poder y el enriquecimiento de unos pocos.


Habrá que concluir, que salvo que el 20 de diciembre se demuestre lo contrario, tenemos solo lo que nos merecemos. No solo hay déficit en las cuentas públicas, sino que es mucho más grave el  déficit de cultura política que padecemos, y todo esto hace que muchos puedan percibir la democracia, sin serlo, como una forma perversa de gobierno.

martes, 6 de octubre de 2015

PRESUPUESTOS ELECTORALISTAS PARA 2016

¡Mariano que bien que vamos! Solo repetirse cien veces delante del espejo cada mañana esta frase, puede ser la causa de que el presidente y sus ministros económicos quieran ver la cruda realidad. Unos presupuestos electoralistas aprobados de prisa y sin ningún otro apoyo parlamentario diferente al del PP, tratan de pintarnos una España irreal que Bruselas no se cree, pero que ordena que sea el próximo gobierno quien los corrija, dejando las manos libres al actual para utilizar la cuenta de la vieja hasta el 20 D, porque los PGE de este año, habrá que cambiarlos sí o sí.

Resultan unos presupuestos imposibles de cumplir según Bruselas, por mucho que De Guindos los defienda. Aunque no es santo de mi devoción, Moscovici, el Comisario de Asuntos Monetarios de la CE algo debe de saber de este asunto. Ve riesgo de incumplimiento por España del Pacto de Estabilidad no solo en este 2015 sino también en 2016 si se aprueban definitivamente los presupuestos presentados hace unos días. Este año con una desviación del 0.3% según Bruselas y del 0.7 % para 2016, aunque estas cifras se elevan por diferentes expertos por encima del 1%.
   
Rajoy, ese que llamaba a Zapatero optimista, le supera con creces en verlo todo de color de rosa. Sigue haciendo de filósofo económico con frases como "La economía crece ahora porque produce y exporta, no porque se endeuda para comprar lo que producen otros". Hoy le escuchábamos afirmar que “la disciplina presupuestaria, la vocación reformista, la seguridad y la previsibilidad conforman el ADN del PP” que tiene delito decir esto el mismo día que le reprochan unos presupuestos hechos solo con fines electorales sin tener en cuenta lo ordenado por la CE.

Todo lo que se está comentando sobre este asunto debe hacernos pensar, que después del 20-D van a seguir con la imposición de nuevos sacrificios y recortes para alcanzar su muy ansiada austeridad. Aunque como siempre habrá quien vuelva a creer a Rajoy, podríamos encontrarnos que si tuviese que ser quien forme de nuevo gobierno (dios no puede ser tan cruel con los españoles) igual es él quien tenga que reformar sus propios presupuestos. Naturalmente, conseguida la finalidad electoral, se la traería al pairo tener que hacerlo.

La realidad para los españoles y españolas es que la deuda de nuestro país es mayor que cuando Rajoy llegó al gobierno, y esta laxitud presupuestaria de los últimos meses solo puede estar justificada en que el gobierno persigue fines electorales, pero todo apunta a que en enero volverá de nuevo la hora de la austeridad. El gobierno lleva cuatro años engañando a la CE en los datos que le envían, tanto con el déficit como con la deuda, con las cifras de creación de empleo, etc. La realidad es que incumplimos, nuestra deuda es mayor, cada vez cierran más negocios, el consumo solo repunta de manera estacional, y la desigualdad es cada día más acentuada.


Se avecinan nuevos recortes, porque con sus políticas de austeridad nos venden el enriquecimiento del país, olvidándose del empobrecimiento de los ciudadanos, que no debemos ser considerados parte de ese país.

lunes, 5 de octubre de 2015

El DERECHO A MORIR CON DIGNIDAD

El servicio de pediatría del hospital de Santiago cambiaba hoy su criterio, contrario al deseo paterno, y accedía a retirar la alimentación a Andrea, la niña de 12 años para la que, por sufrir una enfermedad degenerativa incurable, sus padres lo solicitaban. La voluntad paterna es otorgar a su hija una muerte digna. Aunque en opinión de muchos ha prevalecido la cordura, no por ello deja esta de ser una noticia buena y amarga a la vez.
Cada uno es muy libre de actuar según su forma de pensar, pero nadie puede imponer sus creencias a los demás como se pretendía por los profesionales del hospital. En muchas ocasiones separar profesionalidad y creencias resulta muy difícil, pero desde ninguno de esos ámbitos se debe negar el derecho a una muerte digna a nadie. La dignidad personal no puede depender del otro, y esos padres han debido de adoptar una decisión muy difícil para con su ser más querido, convencidos de lo injusto que resulta alargar el sufrimiento de su hija de forma artificial innecesariamente.
El derecho a morir es un tema que reaparece cada cierto tiempo en nuestro país porque no acaba de regularse de una vez por todas de manera clara y meridiana. Valorar si una enfermedad es terminal o si el tratamiento aplicado es excesivo, son cuestiones que siempre pueden ser objeto de discusión, pero ese debate se acrecienta cuando persiste la confusión de conceptos, y no se asume por todos que la muerte no es el enemigo de la medicina, sino que es una parte inherente a la vida humana. No es lo mismo reconocer el derecho a morir con dignidad, como es este caso, que la eutanasia o al suicidio asistido, que son cosas muy diferentes.
En la sociedad existen muchas dudas en relación al concepto y los fundamentos éticos del "derecho a morir". La muerte es ineludible y el hombre necesita encontrarle un sentido y ese sentido suele relacionarlo con sus creencias. Los médicos debemos aceptar y respetar ese hecho, pero sabiendo que a la ciencia médica no se le puede exigir siempre que impida la muerte. La medicina moderna ha logrado prolongar la vida pero no es capaz de impedir la muerte, y por tanto su finalidad no puede ser la defensa de la vida a cualquier precio, sino lograr el alivio del dolor y del sufrimiento, ser capaz de prevenir la muerte prematura y posibilitar una muerte digna y en paz.
No es lo mismo producir que permitir la muerte, son dos actos iguales en su resultado, pero diferentes en su intencionalidad y por lo tanto actos diferentes. Los médicos y familiares necesitan comprender con claridad la diferencia entre prever la muerte e intentar la muerte del paciente, porque solo así se pueden adoptar las decisiones necesarias para favorecer la muerte digna del paciente. Si estos términos no están claros, toda discusión sobre el derecho a morir acabará resultando inútil.
La muerte es una realidad inevitable y por lo tanto no se trata solo del derecho a morir, sino del derecho a hacerlo con dignidad, y eso significa garantizar el derecho a recibir los cuidados adecuados, pero también proporcionados. Como no existe un concepto único de muerte digna, el criterio que debe prevalecer es el del paciente. Las decisiones de los médicos deben basarse más en los valores de los pacientes que en los propios, sin que ello signifique renunciar a los principios éticos por parte del médico.
Los profesionales de la medicina, si tenemos claro que la verdadera enemiga de la medicina no es la muerte sino el período de incapacidad, dolor y sufrimiento que la precede, tendremos también asumido que es ese período el que debe ser aliviado y no prolongado artificialmente, sin que ello signifique que no se deban evitar las muertes prematuras. Limitar los tratamientos a las necesidades de ese alivio, no puede ser considerada como una forma de abandono del paciente, sino como parte del respeto a la dignidad de la vida humana, y debemos centrarnos en establecer los criterios que garanticen que los tratamientos que pautamos son útiles y efectivos. Nuestra es la responsabilidad de decidir las medidas terapéuticas, mientras los pacientes o sus familiares son responsables de otorgar su consentimiento a las alternativas de tratamiento según su preferencia.
Cuando no hay acuerdo entre paciente o familiares y los profesionales sanitarios, se debe recurrir al dialogo entre las partes, y si no se alcanza el consenso recurrir a la asesoría de expertos. En ocasiones ese acuerdo es muy difícil, porque los cuidados del paciente terminal hacen necesarias decisiones difíciles y complejas que deben ser tomadas de manera prudente y fundamentada, pero siempre con respeto a la voluntad del paciente y de sus familiares o representantes.
Ojala este caso con acuerdo entre padres y médicos, sirva para marcar un antes y un después para estas situaciones en nuestro país, porque aunque no sean casos tan mediáticos como el de Andrea, no por ello dejamos de vivir situaciones muy similares en nuestro día a día como pacientes, familiares o profesionales sanitarios.

sábado, 3 de octubre de 2015

NO TODO CONSISTE EN ELABORAR LAS LISTAS




Considero una obligación y un acto de lealtad para con mi partido exponer siempre lo que pienso, aunque no le agrade a quienes opinan de manera diferente, y para muchos opinar diferente en público sea una muestra de deslealtad. Debo comenzar afirmando que hoy ya carezco de la ilusión, necesaria e imprescindible, para ir en cualquier candidatura.

En el PSOE le damos relevancia a las listas, mientras no parece preocupar que en los últimos años un número importante de personas haya dejado la militancia, y tampoco que muchos los que abandonan sean a los que los ciudadanos más valoran por su capacidad de lucha contra la injusticia social. Manifiestan hacerlo, aburridos de que con sus reivindicaciones internas obtengan menores logros que los que alcanzan frente a los rivales políticos. Ese goteo constante, por algún dirigente se califica como de “ratas que abandonan el barco”.

Me pregunto si entre esos dirigentes, alguno se ha puesto a pensar el porqué de esas bajas. En ningún nivel de responsabilidad (federal, regional o provincial) parece existir interés por averiguar su causa, convencidos de que para mantener el apoyo electoral les basta con incorporar caras nuevas. Sin embargo, cada vez son menos las caras nuevas en puestos de salida, relegando estas a posiciones de  reserva.

Creo que se necesita un nuevo proyecto que marque distancias con el PP, con quien los ciudadanos han llegado a confundirnos en algunos posicionamientos a la hora de ejercer el gobierno. Cambiar las caras puede modificar solo la imagen, pero eso no modifica el proyecto político. Pocos discutirán que la calidad democrática, el empleo, la educación y la sanidad, las  pensiones, o las políticas de atención a la discapacidad deben ser los pilares de ese nuevo proyecto, y esa respuesta debe estar concebida dentro de una nueva realidad económica, muy diferente a la que existía en los orígenes del socialismo.

Falta un modelo socialista europeo, pero tampoco podremos elaborar un proyecto nuevo de socialismo español, autonómico o provincial, si mantenemos un modelo de organización de partido cerrado y endogámico, con todo el poder concentrado en un grupo de dirigentes que optan por marginar a los que disienten de sus planteamientos, antes que por el consenso que los integre. Asumimos las ideas más atractivas que aportan nuestras bases en las conferencias, pero luego solo son desarrolladas las que no cuestionan el posicionamiento de los dirigentes.  

Hemos puesto en marcha las primarias para elegir nuestros cargos, pero el sistema de elección ha resultado controlable haciendo que los candidatos solo pueden salir de entre quienes ya eran parte de las cúpulas del partido. No puede valer como excusa que ese problema sea generalizable a los demás partidos.

En un partido de ideología progresista no puede prevalecer la puesta en escena sobre los contenidos del discurso. Por hacerlo así, eso nos ha llevado a la desafección por la política que ha crecido progresivamente entre la gente más preparada. Debería preocuparnos que este modelo de “política de imágenes” esté poniendo en cuestión no solo a las posiciones de izquierda sino al propio sistema político de nuestro país, y si no somos capaces de una verdadera regeneración de la vida política y del propio partido, será todo el sistema democrático el que estará cuestionado.

Continuamos cometiendo los mismos errores, porque aun siendo legítimo e indiscutible el liderazgo de los secretarios generales, difícilmente los ciudadanos volverán a vernos como un partido socialista y obrero, si se sigue percibiendo al PSOE como un partido endogámico, en el que gobiernan un grupo de familias políticas, que son las mismas que lo hacían con anteriores secretarios generales, aunque con diferentes proporciones de poder a las que tuvieron años atrás. Ese es el problema que existe en la composición de muchas de las listas que se confeccionan estos días.

Si el PSOE quiere seguir como la gran alternativa desde la izquierda, tiene que regenerarse sin más remedio, organizarse de manera diferente, y anteponer el ideario socialista y los intereses de la sociedad de hoy, a los intereses del partido como organización y a los de sus dirigentes.  No es un tema de caras nuevas, es mucho más profundo. El partido debe servir para organizar y recoger propuestas y no solo para confeccionar las listas de candidatos, relegando a un segundo plano la respuesta a los problemas de los ciudadanos. Reinventar el partido se hace cada día más imprescindible.

Siempre he creído que la izquierda no es tal sin debate ideológico, y que primero hay que tener el proyecto y posteriormente designar a los y las mejores para llevarlo a cabo, pero he debido quedarme anticuado en esa concepción porque ese parece un método que ya forma parte del pasado del socialismo. Ahora lo que vende es llamar a “Sálvame”, o tener  una entrevista en el programa de Ana Rosa, o aparecer en la Sexta Noche. Da la sensación de que el debate ya está de más, lo que supone una falta de respeto a los electores por menospreciar su capacidad de raciocinio.

Lo cierto es que pese a las declaraciones de regeneración y compromisos de cambios tras los congresos, los procedimientos de designación siguen anclados en el pasado. Los Estatutos y Reglamentos que nos hemos dado están para ser respetados, y en ellos se explicita que las listas se deben elaborar una vez escuchadas las asambleas locales y luego aprobadas por los Comités Provinciales, pero las propuestas de las asambleas brillan por su ausencia, convencidas de que su opinión no será tenida en cuenta si no coincide con la de los dirigentes.

Esa teoría se ha visto confirmada al ver que en muchas provincias se ha sabido quien encabezaba la lista al Congreso antes de la celebración de las asambleas, toda una falta de respeto a los militantes y un insulto a los miembros de los  comités provinciales obligados a decir amén a las propuestas de las respectivas ejecutivas, ante el daño que haría a la imagen de la organización rechazar esa propuesta oficial. Lo fácil es aprobarlas, y mejor si es por unanimidad, confundiendo unidad con uniformidad.

Siempre cualquier elección es injusta, porque siempre habrá compañeros y compañeras que se han currado el nombre de este partido durante años y saben de qué va la cosa, pero no serán designados. No es que los elegidos no lo merezcan, sino que da la sensación de que lo que se valora es estar próximos a las direcciones, y que importan más las composturas, designar a alguien para que otro alguien no se mueva.

Quienes defendemos la teoría de “un militante, un voto”, no es que estemos en desacuerdo con los nombres decididos, que son nuestros candidatos y candidatas, sino que mostramos nuestra discrepancia con la manera en que la organización elabora esas listas en la mayoría de las provincias, en las que la opinión de la militancia no es consultada, o de serlo su opinión es relegada respecto a la de los dirigentes.

Puedo estar equivocado, pero mi percepción es que esta forma de actuar hace que exista cansancio y falta de credibilidad de las direcciones entre muchos votantes socialistas de siempre, lo que se ve favorecido por las formas de plantear algunas políticas y las ocasiones en que los dirigentes socialistas han dicho algo y lo contrario al día siguiente.

La voluntad de cambio y regeneración no se transmite a los ciudadanos a través de las campañas publicitarias ni por mucho que una imagen pueda resultar atractiva. Se demuestra creyendo de verdad en que la democracia es el sistema de gobierno menos injusto de todos los posibles, y aplicándola primero entre las propias filas. Quiero que el triunfo del socialismo sea por mérito propio, no por el demerito de los demás. Me gustaría ser yo el equivocado y que el PSOE recupere la hegemonía en el respaldo de los ciudadanos que nunca debió perder, pero obstinarse en las viejas formas no nos ayuda.

CAMBIO DE FASE

Se acabo la fase uno con Feijoo. Entramos en la siguiente fase, esperemos que, con Sánchez, porque el monarca es competente para darnos sorp...