Debía iniciarse
el día 9 de junio. El PP quería una campaña
de perfil bajo, para no incrementar el desgaste que su gestión de la crisis le está
produciendo en apoyo electoral. Su ideal era una campaña que no fuese campaña.
Todo iba según lo previsto, y hasta la interrupción por el asesinato de Isabel
Carrasco en León, facilitaba ese perfil plano. Al PP todo le iba sobre ruedas, hasta que llegó el debate televisivo de
los candidatos de las dos fuerzas mayoritarias.
Y se
celebró el debate, que más que un debate para
contrastar los programas que sobre Europa presentan ambos partidos, todo
parecía indicar que estábamos ante un
debate de elecciones generales. El campechano, dicharachero y eminente Arias Cañete no
se salió ni un ápice del guion que sus asesores le habían marcado, y al hacerlo
así, perdió la campechanía y la facilidad de palabra que señalaban como sus
grandes virtudes. Al limitarse a leer lo que le habían escrito, acabó dando la sensación de que quien había marcado la
pauta había sido su adversaria, la señora, y no él, el caballero.
Las primeras valoraciones ya esa
noche (incluso la de algún medio pro-PP), indicaban
que Valenciano había dado muestras de mayor naturalidad, y logrado
llevar a su terreno el debate en los temas claves que a ella le interesaban. Arias Cañete había hecho aguas en esos
terrenos, sobre todo cuando ni siquiera
defendió la reforma de la ley de regulación de la interrupción del embarazo de
su partido, pero también en otros temas en los que pese a su experiencia política
se le vio patinar y caerse. La conclusión mayoritaria era que le habían ganado a los puntos (menos
para Marhuenda, naturalmente).
Esa
derrota, era algo que un personaje de su
visceralidad y hombría no iba a permitir que quedase sin justificación. Y así
lo hizo, porque en cuanto tuvo la oportunidad se le desató la lengua y se pasó
por el forro de sus caprichos los consejos de los asesores. Como elefante en
cacharrería, vino a decir que le había
perdonado la vida a Valenciano por no ser de sexo masculino, porque hay que
respetar al sexo débil, que es como él ve a las mujeres. Y con
este comentario desafortunado (siendo benevolente), encendía la mecha y comenzaba la verdadera campaña
electoral europea, que hasta ese momento no era tal, por insulsa,
anodina y sin ningún interés.
Y nadie se explica aún, con lo fácil que le hubiera resultado disculparse por
semejante exabrupto, el por qué no
solo no lo hizo, sino que inició
una hacia adelante, y sin tampoco encontrarle una explicación
razonable, todo el PP acudió en su apoyo. Hay que
decir, que hasta las mujeres de su
partido, como la vicepresidenta del gobierno o la secretaria general, han intervenido
respaldando las barbaridades del candidato sin mostrar el menor pudor por su
parte como mujeres.
A pesar de ese apoyo, el PP ha sufrido (resultándole
imparable) una avalancha de críticas
contra su candidato y de paso su partido, que han eclipsado el empeño del equipo de marketing
electoral por mostrar a Cañete en los
carteles como un hibrido entre Papa Noel y Papá Pituso, resultando
inevitable que a la mañana siguiente al debate todos los españoles estuviéramos
convencidos de que estábamos más ante un
clon del Torrente cinematográfico.
Quien conoce a Cañete como Rajoy, debería saber que como buen súper macho hispánico se acelera el pulso en cuanto ve una falda, le resulta imposible cerrar su bocaza, y que en su
diccionario no se conjuga el verbo disculpar. Seguramente sus asesores debieron
aconsejarle rectificar, y para tratar de
no mostrarse como un misógino, desde ese momento se dedicó a fotografiarse con mujeres en todos los lugares posibles
imaginables. Pero no debió parecerles
suficientes esos posados, y recurrieron en el
fin de semana a lo que me permito denominar “momento Cuenca”. Para solucionar
el desaguisado entró en campaña Rajoy, quien en lugar de aprovechar el encantado lugar, y
corregir a Cañete convirtiéndole
en el candidato colgante y situando al partido por encima de los personalismos
del candidato, sorprendió a propios y
extraños y le ratificó como lo mejor de lo mejor.
Y como ella
no podía dejar solo en el naufragio a su mariano y a su súper candidato popular,
entra en esta escena tragicómica Cospedal, que remata
la
faena apostillando: "La libertad que
queremos las mujeres es la de poder trabajar". Y de
esta manera, podemos afirmar, que nunca ha
quedado tan claro como en esta frase, que para el PP la libertad de las mujeres
se resume en poder trabajar, a ser posible en casa, y esperando que llegue su
señor, como indicaban los manuales de la Sesión Femenina
presidida por Pilar Franco. Solo el seguimiento del manual de esta
organización, explicaría el apoyo a Cañete en su metedura de pata hasta la
región inguinal derecha.
En un comentario a mis artículos de opinión, un lector apuntaba el hecho
de que siempre me manifestaba en contra
del PP y pocas veces contra el PSOE. Y es cierto, porque cada uno
tenemos el sesgo que el propio bagaje personal nos imprime, pero eso no significa que yo justifique los errores cometidos
por anteriores gobiernos socialistas. Pero
tampoco puedo considerar justificable que se achaque la responsabilidad de todo lo negativo
a los gobernantes anteriores, sin admitir los errores propios del gobierno
actual, que los tiene y en abundancia.
Cuando en vez de consignas por
parte de los partidos, se nos expongan argumentos de peso, intentando conocer
lo que realmente está pasando con nuestro país,
tal vez tengamos claro a quién debemos votar o no votar. Pero mientras
no se den nuevos argumentos, en esta
campaña electoral, el PP no tiene otro mejor que acusar al anterior gobierno de
la crisis, omitiendo que esta ha sido mundial, para así mostrarse como "salvadores
de la patria", y para intentar convencernos Cañete no se quita de la boca
a Zapatero. En el PP se empeñan en parecer los buenos cuando piden el voto, porque
están convencidos de que no tendrán la obligación de cumplir nada de lo
comprometido, y que les bastará con auto justificarse y decir que han sido las
circunstancias las que les llevan a cambiar todo lo dicho.
Un ejemplo de esa transformación pre y poste electoral son la imagen sugerente
de la Vicepresidenta en una revista, y después de los comicios aparecer en otra
junto a Rouco Valera con la mantilla entre jaculatorias. Pero han sido tantas (yo diría que demasiadas) las mentiras que se nos contaron antes de las
elecciones de 2011, que hoy solo los que se benefician de esa forma de gobierno
pueden creerse estos cuentos de hadas. Si la economía levanta cabeza, no lo hace para todos, sino gracias a la
desigualdad que están generando con sus políticas de austeridad, que permiten a
unos pocos aprovecharse del esfuerzo de todos. Eso sí que es parte
visible del invento llamado marca España, y en esa materia sí que somos líderes
en Europa gracias al PP.
Personalmente
estoy convencido de que lo que acabará hundiendo
a Rajoy, no será la oposición sino su poco ojo eligiendo personas, y una muestra de ello en estas elecciones es su lista encabezada
por Cañete y González Pons. Pero mientras esta incapacidad del
presidente no se perciba por el conjunto de los ciudadanos, con los votos que obtenga el PP piensa seguir apoyando
a la banca, machacando a los pensionistas, a los jóvenes y a los parados, y
continuar afirmando que bajan los impuestos mientras los suben, o negando que
se han cargado la sanidad y la educación públicas, y todos los que desastres
que en estos años estamos teniendo que soportar. Y como gran instrumento de gobierno, el de siempre que
resulta infalible para los gobiernos de derechas: el miedo. Ese
miedo que hace temer que si protestas te aplicaran la ley mordaza, o te
enviaran la inspección de hacienda o la policía, o te cerraran tu cuenta de
internet, siempre justificado en que
actúan en nombre del pueblo que les dio su actual mayoría absoluta.
Quizás, en
el PP están convencidos de que ganarán
estas elecciones, pero no será como fruto de sus méritos propios, sino del poco
empuje de la izquierda como contrapeso en la balanza. Esa
izquierda española que no acaba de levantar cabeza porque, a diferencia del electorado de derechas, el de la
izquierda castiga a los gobernantes que eligió pero le defraudaron en aquello que
esperaba de ellos. Y debe esa izquierda sentirse orgullosa de que así
se debe actuar en democracia, aunque paradójicamente
esa actitud democrática juega siempre en su contra. Entre los partidos de derechas hay matices que les
separan pero tienen un objetivo común; en la izquierda se tiene un objetivo
común, pero los matices separan, y así nos va.
En
cualquier caso, el próximo domingo creo que
hay que ir todos y todas a votar si queremos que esto cambie, y si no somos
capaces o no nos importa lo suficiente el resultado, es que no merecemos nada
mejor que lo que tenemos. En libertad actuamos por responsabilidad, en su
ausencia lo hacemos por obediencia. Por el momento el voto es el único instrumento que tenemos para
expresar en libertad lo que queremos y lo que no.