Nunca está demás un repaso a los clásicos, y menos
en los tiempos que vivimos. Platón, el maestro de Aristóteles, elaboró la teoría
de la reminiscencia que básicamente viene a decirnos que el conocimiento
es fruto de recordar. Además fue el primero en defender la igualdad y
afirmar que lo más importante para el estado y para el hombre es la Justicia. Para
Platón el Estado estaba basado en una necesidad ética de justicia, entendiendo
justicia como la armonía entre las clases sociales. Quizás esa visión le
inspiró esta cita “quienes actúan como legisladores deben buscar la
felicidad de todos los ciudadanos”.
Todo esto viene a colación, no por las barbaridades
legislativas (me atrevería a llamarlas anacrónicas) a las que estamos
asistiendo estos años, sino en referencia a una triste realidad como país,
donde los ricos son más ricos, los pobres más pobres, y donde con la excusa de que no hay
dinero para sostenerlo, hemos recortado sin medida los pilares del
estado del bienestar. Eso solo ha propiciado que cada vez sea mayor
desigualdad económica, y aunque algunos recortes pudieran ser justificados, no
lo son aquellos que nos han llevado a situaciones de desigualdad extrema,
esa que se muestra en ciudadanos buscando comida en los contenedores de basura,
mendigando, o haciendo cola en los bancos de alimentos.
Todos sabemos que
gobernar es fijar prioridades, y si la desigualdad está entre nosotros, es
por falta de voluntad política para evitarla, o por la voluntad política de
instaurarla. Los gobiernos neoliberales defienden sus políticas de
austeridad, afirmando que pese a los recortes han mantenido los servicios
públicos, se lo oímos a diario a Rajoy y a Cospedal o otros representantes
de esa ideología. Su afirmación no es cierta y los datos del INE acreditan que se nos miente.
Ellos son conscientes de que con sus políticas está creciendo la desigualdad
económica, y solo ahora tratan de maquillar los datos que la muestran porque
se acercan las elecciones, y de repente aparece dinero que no existía
para callar las bocas críticas, y así silenciarlas el tiempo necesario para
que pase la contienda electoral.
Tampoco
frente a esas políticas, los partidos socialdemócratas europeos que han
gobernado durante esta crisis, en lugar de una oposición férrea a esas
políticas impulsadas desde la UE, se han opuesto. Al contrario, se han
dejado arrastrar y han rebajado sus objetivos sociales. Ya lo vimos en
España con la reforma del artículo 135 de la Constitución, y lo escuchamos en
el debate de las últimas generales cuando Rubalcaba afirmaba que solicitaría
mayor plazo para devolver la deuda, y que haría frente a la desigualdad
aumentando la inversión pública, en lugar de negarse frontalmente a la
austeridad impuesta desde Bruselas.
Pero tampoco hay que
remontarse tres años para ver esto, hoy Syriza, que se autoproclama de
izquierda dura, por mucho que prometía antes de las elecciones griegas, estos
días está en esa línea conformista de mejorar los plazos de devolución y
aumentar las inversiones del estado en su país. Mi madre me decía que los
pobres siempre acaban conformándose con una limosna, y al parecer no le
faltaba razón.
Nadie dice que sea
fácil luchar contra el capitalismo voraz instaurado en la unión monetaria, y
menos cuando se juega en campo ajeno por parte de la izquierda europea. Sin
embargo esa izquierda no puede guardar silencio cuando el estado del
bienestar disminuye mientras que la desigualdad aumenta. Ya no se le puede
hacer frente solo con políticas sociales y con el recuerdo de quien implanto la
sanidad universal, las pensiones o la ayuda a la dependencia. Hoy eso es
insuficiente.
Antes todo se
arreglaba con más crecimiento y así corregir desigualdades con la
redistribución de la riqueza, pero eso ya se queda corto. O se reforman las
estructuras causantes de la desigualdad que son las impuestas por los
poderes económicos, y con ello se logra que la desigualdad no aumente,
o la desigualdad extrema alcanzará cada día a más ciudadanos. Si no se
puede evitar, hagamos que no aumente.
La derecha es feliz con esta situación puesto que
representa a los de arriba. Pero la izquierda, y concretamente los socialistas,
deberíamos empezar a entender el ejercicio del poder de otra manera, diferente a como lo hemos hecho en las
últimas décadas, donde el conformismo nos ha hecho aparecer como cómplices
de los conservadores.
Repensemos la
justicia del Estado y la armonía social que citaba Platón, que no se parecen en
nada a las del Estado actual. Por eso me permito apelar a la teoría de la
reminiscencia, recordemos el pasado para aprender donde erramos.
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