Puede que las
últimas veinticuatro horas hayan sido las de mayor convulsión en la historia
del socialismo español del siglo XXI. Ni siquiera ante una derrota electoral
tuvimos tanta agitación, como con lo ocurrido en Madrid a Tomás Gómez y su
Ejecutiva. Quienes por cercanía conocían lo que estaba ocurriendo, ayer me
comentaban que asistíamos a la crónica de una muestre anunciada, desde
el momento que se conoció la investigación de los sobrecostes del tranvía de
Parla al destaparse la trama Púnica.
Hay quienes
defienden a Tomás Gomez pero no son muchos. Pero tampoco son unanimidad los que
defienden la forma en que se ha actuado desde la federal para destituirle, ni
el momento elegido para hacerlo. Es difícil de entender por qué si las dudas
ya existían en Ferraz, se le respaldo como candidato a la Comunidad. Es
fácil suponer que las encuestas no deberían ser ayer muy favorables para el
PSOE, porque si no, se hubiese elegido otro momento para la destitución.
Aun desconociendo
cuales han sido las razones reales, creo que no se han hecho las
cosas todo lo bien que se deberían. Muchos compañeros han llegado a pensar
que existía nocturnidad y alevosía, pero la desafortunada intervención del
destituido usando para su defensa el ataque a la dirección federal, solo ha
servido para justificar la actuación de esta. Tomás Gómez no está imputado,
ni es seguro que lo pueda estar, pero la decisión de Ferraz le ha condenado
como corrupto ante la opinión pública, y eso debería haberse valorado antes
de actuar.
Esta condena publica
no es sino la consecuencia de no estar acostumbrados en España a que
responsabilidad política y responsabilidad penal sean cuestiones distintas.
Su responsabilidad política ha sido no darse cuenta de lo que otros cocían a su
alrededor, pero si ese es el motivo de destituirle, por esa regla de tres deberían
estar en su situación todos los responsables políticos que no se enteraban de
lo que pasaba en sus narices, empezando por la Infanta, Rajoy, Rato, y
terminando por Iglesias, por ser el último en llegar al baile.
Consecuencia también
de lo acontecido, es que algunas voces empiezan a desconfiar de la utilidad
de las primarias, puesto que la militancia te puede elegir por mayoría,
pero los jefes te pueden quitar en cualquier momento sin preguntar a la
militancia que te eligió. Una vez más viene a ponerse de relieve que lo
que importa en un partido político es lo que quiera el aparato que lo dirige.
El propio Pedro Sanchez fue elegido en primarias, y aunque a él no se le
aplique el mismo rasero utilizado con Gómez, el precedente que crea es, como
poco, peligroso.
Otras voces
relacionan el reciente acuerdo antiterrorista y esta destitución, con un
intento por parte del Secretario General de reforzar y demostrar su liderazgo.
Seguro que reforzaría más ese liderazgo siendo el personalmente, quien dé la
cara para explicar la decisión adoptada, en lugar de dejar el asunto en
manos del Secretario de Organización o del Presidente de la Gestora creada en
Madrid. En realidad eso hace pensar lo que trata de evitar, que su liderazgo
necesite ser reforzado, al parecer que se protege tras Luena y Simancas.
Un socialista viejo
me decía esta mañana que en el PSOE cambiarán las cosas cuando los que
llevan décadas viviendo para poner la alfombra a los jefes y hacerles el
trabajo sucio, desaparezcan de la organización. Puede que tenga razón, y
mientras algunos de estos sigan pululando, las expectativas de voto socialistas
no mejoraran por mucho golpe de autoridad del Secretario General, y aunque
algún medio de comunicación así lo quiera hacer ver. Flaco favor le hacen
esos medios al socialismo, porque es sencillo imaginar que puedan ser los
propietarios de esos medios los primeros interesados en urdir una trampa para
de un solo disparo eliminar a dos socialistas. Eso sí, justificando después
la necesidad de su jugada con encuestas elaboradas en menos de veinticuatro
horas.
Estamos a tres
meses de las elecciones municipales y autonómicas, y bien haríamos los socialistas en centrarnos ellas, si
es que se quiere que tras la tempestad venga la calma al partido. Puede que con
lo ocurrido, algunos ya tengan justificación por si el resultado electoral
que obtengan en esas elecciones no sea del todo bueno. Si antes fue malo
por culpa de Zapatero, ahora ya pueden justificar que si también es malo, lo es
por culpa de Pedro sanchez, y de esa manera poder continuar sentados
cómodamente en los bancos de la oposición .
Winston Churchill,
no precisamente un socialdemócrata, escribió que en la guerra solo podemos
morir una vez pero que en política se muere muchas veces. Estoy seguro de que Tomás Gómez conocía esta máxima, y de lo que le ha
ocurrido no debería extrañarse
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