Me resisto a admitir, que la mejor solución contra el
terrorismo es recortar derechos y libertades al conjunto de las personas. Más
aun en este caso, en el que modificar el Código Penal para endurecer
las penas contra el terrorismo yihadista es una falacia, sabiendo que si
son capaces de inmolarse, les importa un rábano que aumentemos las penas de
prisión. Y por si eso no es suficiente para considerar inútil lo acordado,
basta preguntar a cualquier jurista para ver que la reforma no es garantía
de mayor seguridad, y que efectivamente si recorta nuestras libertades.
Con la Constitución del 78, avanzábamos en la democracia
con el objetivo de mejorarla cada día, conquistando derechos y libertades
individuales. En ese camino han existido Pactos de Estado, pero aquí,
a diferencia de otros países, los pactos se alcanzan sola y exclusivamente
cuando la derecha gobierna, y se rompen cuando ejerce la oposición.
Afirmaba Morrow, que si un partido político se atribuye el mérito de la lluvia,
no debe extrañarse que sus adversarios le hagan culpable de la sequía, por eso
es previsible que al considerar un mérito el pacto sus firmantes, sean acusados
por los demás de recortar democracia.
No parece admisible que la cadena perpetua se acepte
porque las encuestas digan que la opinión pública es favorable a ella.
Actuando así, se demuestra la incapacidad de la clase política para
transformar la sociedad, y apunta a que solo se busca el redito electoral.
Los socialistas parece que no hemos aprendido con los años, que es posible
firmar pactos con la derecha, exclusivamente cuando su contenido beneficia a la
derecha.
Tradicionalmente la política antiterrorista ha sido la
gran coartada del PP para dividir a la izquierda, y con este acuerdo
también lo está consiguiendo, haciendo que el PSOE aparezca ante esa izquierda
como cómplice necesario del PP, y eso puede que acabe dando más réditos en él
debe, que en el haber del socialismo. De los escarmentados salen los avisados,
y si un partido de izquierda analizase si los acuerdos con el PP han
mejorado nuestra democrática, difícilmente se alcanzarían acuerdos.
Ahora se hará pedagogía para que las bases socialistas
entendamos la postura de la dirección federal, pero hubiese resultado más
sencillo plantearse votar a favor las modificaciones aceptables, y en contra
las que no. Difícil entender que se firme un pacto global que contemple la
cadena perpetua, y en paralelo anunciar recurrirlo al Constitucional.
Como en el Tribunal Constitucional el PP goza de mayoría, ese recurso será
rechazado, y además de difícil resultará inútil. Mientras el TC tenga
esa composición, queda convertido para el PP en un mero trámite a añadir a
los de Congreso y Senado.
Es cierto que existen temas de estado que deben ser
acordados por todos, pero eso no hace que el PP deje de ser maestro en
deslealtad e incumplimientos (recordar el uso del terrorismo de ETA de forma
partidista, o el incumplimiento de su programa). La historia demuestra que
los pactos propuestos al PP han acabado desgastando a quien se los propuso y
rentabilizados por él.
Lo realmente triste de todo esto, es que la situación de
hoy es el resultado de que los ciudadanos dejamos las actitudes reivindicativas
de la transición en el armario, nos arrojamos confiados en los brazos de
nuestros gobernantes, y relegamos la participación ciudadana a un segundo
plano. Hoy quienes gobiernan lo hacen con nuestro miedo, lo que les
permite legislar con la excusa de la seguridad, y así recortar derechos
y libertades, amparados por un sistema que ellos mismos han construido, mientras
los ciudadanos guardábamos silencio.
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