lunes, 26 de octubre de 2015

EL DISCURSO DE FIN DE LEGISLATURA

Hoy han convocado las Elecciones Generales para el próximo 20 de Diciembre. Posteriormente Mariano Rajoy ha celebrado una rueda de prensa en la que se ha dedicado a dar cifras y más cifras en un intento por demostrar cómo él ha conseguido que mejore nuestra economía.

Lo primero que se me viene a la cabeza es la frase del autor de la novela “Los Miserables”, Victor Hugo, que escribió literalmente la frase "Entre el gobierno que hace mal y el pueblo que lo consiente hay cierta solidaridad vergonzosa". O dicho de otra manera más llana, que si un idiota llega a presidente, significa que quienes le votaron se sienten bien representados.

Rajoy es humano, por eso es comprensible que quiera seguir en el gobierno, sobre todo si comprobamos que a él y a quienes viven en sus aledaños, las cosas les han ido bastante bien, sobres incluidos. Pero no es humano, que a quienes no les ha ido tan bien, ahora aún se plantean continuar dándole su voto. Con su discurso de "yo o el caos" transmite miedo a los ciudadanos afirmando que un cambio de gobierno daría al traste con los avances conseguidos por él, pero los ciudadanos deberíamos preguntarnos si es posible tener más miedo a otra opción de gobierno, que a continuar con este señor cuatro años más.

Con la foto de la España heredada por Rajoy y la de la España que deja, su salida del gobierno debería estar sentenciada para cualquier trabajador de este país sin dudarlo lo más mínimo. No solo los datos demuestran que es un mentiroso, sino que ha cobijado bajo sus alas a una legión de golfos que se han forrado a nuestra costa. En cualquier país de nuestro entorno, no solo no sería candidato a presidente, sino que estaría obligado a abandonar la política activa, y se le recordaría como un mal sueño.

Se sabe tocado y casi hundido, pero su discurso ha sido triunfalista y hasta hiriente, cuando ha afirmado que deberíamos sentirnos todos satisfechos porque hemos salido de la crisis y nadie se ha quedado en la cuneta. Esa es la muestra evidente de su lejanía de los ciudadanos de a pie, porque para Rajoy no significa nada, que tengamos menos población activa (540.000 personas menos), que haya descendido la tasa de actividad, que la tasa de paro de más de dos años sea un 17 % superior a la que el encontró, que tengamos 350.000 contratos indefinidos menos, o que cada vez los empleados lo sean a tiempo parcial.Tampoco existen para él los desahuciados, o los dependientes sin ayuda que no han existido en su balance de gobierno.

Rajoy ha hecho hoy lo que ningún gobernante debe hacer, olvidarse de que detrás de sus maravillosas cifras, siempre hay personas, y que sus cifras pueden ser muy positivas para el modelo económico impuesto por la derecha desde Bruselas, pero las personas deben ponerse por delante. Sus cifras macroeconómicas no borran del mapa a quienes sufren por no poder llegar, ya no a fin de mes, sino a la cena. En buena lógica sus votantes deben ser de la clase alta, pero no es de recibo que le voten trabajadores asalariados.

Según Rajoy, cuando el llegó al gobierno España se asomaba al abismo, cuatro años después quienes se asoman al abismo somos los españoles por sus recortes sociales. Por eso, cuando las encuestas señalan que pese a mentir, robar o eliminar derechos, sigue siendo el partido con mayor intención de voto, solo cabe preguntarse si los trabajadores españoles somos masoquistas, o nadamos a gusto entre la mafia, esperanzados en que nos permitan alcanzar una teta de la que amamantarnos.

Pero pese a todo lo anterior, lo más llamativo de todo su discurso, ha sido la afirmación de que los corruptos devolverán el dinero. Pues como dice el refrán que las cosas hechas como dios manda empiezan por uno mismo, puede empezar por devolver algún sobre a título personal, y seguir a titulo colectivo por su partido devolviendo el importe en B de la construcción de su sede. O mucho mejor aún, váyase.

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