jueves, 15 de octubre de 2015

¿SE ATIENDE AL DEPENDIENTE? SEGÚN DE QUIEN SE TRATE


La atención al padre de Rajoy va con cargo al presupuesto de Moncloa. Desde que apareció la noticia en los medios de comunicación, la repercusión que la misma ha tenido en las redes sociales difícilmente ha sido superada por otra información sobre la gestión de este gobierno, y eso que han sido muchas las meteduras de pata del presidente.

Si nuestros mayores ha sido sometidos a una bajada de sus pensiones, han visto como se les suprimían las ayudas a la dependencia, o se ha visto obligados a afrontar el copago sanitario, es lógico que la información de que los gastos que se generan por los cuidados (seguro que merecidos y necesarios) del padre del presidente del gobierno se cargan como gastos de Moncloa, les resulte un jarro de agua fría sobre sus sufridas espaldas, y la indignación del colectivo de mayores y dependientes sea la única reacción esperable.

Que para muchos con escasos recursos la Ley de atención a la Dependencia no les garantice acceder a unas prestaciones mínimas, y ahora conozcan que sobre el gasto público que soportamos todos los ciudadanos, recae la atención de alguien cuya familia posee los  recursos suficientes para su atención, solo puede interpretarse como que la llamada Ley de Dependencia si funciona, pero lo hace dependiendo de quién sea el dependiente. Hay dinero cuando el problema es en casa del presidente del gobierno, pero no para los dependientes de los demás.

Como era previsible, incluso en Moncloa, la reacción de las familias de los dependientes sin recursos, a muchos de los cuales se les ha quitado la ayuda de dependencia o se les ha cambiado el grado de forma poco justificada, no se ha hecho esperar. Y es que en este asunto llueve sobre mojado, puesto que al escaso número de concesiones realizadas con Rajoy en el gobierno, se añade que un número muy importante de esas ayudas han sido comunicadas cuando el dependiente ya había  fallecido, y naturalmente entonces ya no le correspondía cobrar nada.

Todo este asunto hace pensar que por el presidente no debe ni sospecharse cómo se las arreglan muchas familias para poder cuidar de sus mayores. Tampoco debió tener en cuenta estas situaciones se viven en multitud de hogares, cuando alegremente se lanzó a una bajada de los salarios y a facilitar y abaratar el despido con su reforma laboral. Esa es la causa por la que atreverse a cargar los gastos a la partida de presidencia, hace sospechar que ignora también las protestas ciudadanas por sus recortes en esta materia.

Este amor filial que muestra Rajoy, contrasta con la situación de muchos trabajadores, que si se ven obligados a faltar a su trabajo para cuidar a su padre, por carecer de ayudas para poder atender su situación de dependencia, no solo pueden encontrarse con la mala cara de su jefe un día o con el descuento de unas horas del salario, sino que se arriesgan a perder su trabajo si la situación ocurre de forma reiterada, puesto que eso es causa de despido procedente según la reforma laboral del buen hijo Rajoy.

Todo hace pensar que el gobierno, y su presidente al frente, está convencido de que los ciudadanos somos insensibles a cómo se nos pisotea. Primero comenzaron por obligarnos a jubilarnos cada vez más tarde, luego el engaño de la subida de las pensiones que lo único que garantiza es que sigan siendo unas pensiones de hambre, a continuación vino que una vez jubilados, si somos  dependientes, no tendremos derecho ni al agua. Y para culminar su política social ha continuado con el saqueo de las reservas de la seguridad social, convencido de que hace bastante con advertirnos que debemos contratar un seguro de jubilación, y de que haga lo que haga, nadie hará nada.

Se mire desde la óptica política conservadora o desde la progresista, este hecho es una bofetada en el rostro de todos y cada uno de nuestros mayores, dependientes o no. Demuestra una vez más el convencimiento que tienen  en el PP de que ellos y solo ellos son los amos del cortijo. Por eso es difícilmente entendible que sigan con una intención de voto estable y que estas acciones de desgobierno no les pasen factura en las urnas. Eso solo puede significar que muchos trabajadores, parados y dependientes les sigan votando, cerrando los ojos ante la corrupción, el paro, la pobreza, la explotación laboral, el abuso de poder y el enriquecimiento de unos pocos.


Habrá que concluir, que salvo que el 20 de diciembre se demuestre lo contrario, tenemos solo lo que nos merecemos. No solo hay déficit en las cuentas públicas, sino que es mucho más grave el  déficit de cultura política que padecemos, y todo esto hace que muchos puedan percibir la democracia, sin serlo, como una forma perversa de gobierno.

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