La atención al padre de Rajoy va
con cargo al presupuesto de Moncloa. Desde que apareció la noticia en los
medios de comunicación, la repercusión que la misma ha tenido en las redes
sociales difícilmente ha sido superada por otra información sobre la gestión de
este gobierno, y eso que han sido muchas las meteduras de pata del presidente.
Si nuestros mayores ha sido
sometidos a una bajada de sus pensiones, han visto como se les suprimían las
ayudas a la dependencia, o se ha visto obligados a afrontar el copago
sanitario, es lógico que la información de que los gastos que se generan por
los cuidados (seguro que merecidos y necesarios) del padre del presidente del
gobierno se cargan como gastos de Moncloa, les resulte un jarro de agua fría
sobre sus sufridas espaldas, y la indignación del colectivo de mayores y
dependientes sea la única reacción esperable.
Que para muchos con escasos
recursos la Ley de atención a la Dependencia no les garantice acceder a unas
prestaciones mínimas, y ahora conozcan que sobre el gasto público que
soportamos todos los ciudadanos, recae la atención de alguien cuya familia
posee los recursos suficientes para su
atención, solo puede interpretarse como que la llamada Ley de Dependencia si
funciona, pero lo hace dependiendo de quién sea el dependiente. Hay dinero
cuando el problema es en casa del presidente del gobierno, pero no para los
dependientes de los demás.
Como era previsible, incluso en
Moncloa, la reacción de las familias de los dependientes sin recursos, a muchos
de los cuales se les ha quitado la ayuda de dependencia o se les ha cambiado el
grado de forma poco justificada, no se ha hecho esperar. Y es que en este
asunto llueve sobre mojado, puesto que al escaso número de concesiones
realizadas con Rajoy en el gobierno, se añade que un número muy importante de
esas ayudas han sido comunicadas cuando el dependiente ya había fallecido, y naturalmente entonces ya no le
correspondía cobrar nada.
Todo este asunto hace pensar que
por el presidente no debe ni sospecharse cómo se las arreglan muchas familias
para poder cuidar de sus mayores. Tampoco debió tener en cuenta estas
situaciones se viven en multitud de hogares, cuando alegremente se lanzó a una
bajada de los salarios y a facilitar y abaratar el despido con su reforma
laboral. Esa es la causa por la que atreverse a cargar los gastos a la partida
de presidencia, hace sospechar que ignora también las protestas ciudadanas por
sus recortes en esta materia.
Este amor filial que muestra
Rajoy, contrasta con la situación de muchos trabajadores, que si se ven obligados
a faltar a su trabajo para cuidar a su padre, por carecer de ayudas para poder
atender su situación de dependencia, no solo pueden encontrarse con la mala
cara de su jefe un día o con el descuento de unas horas del salario, sino que
se arriesgan a perder su trabajo si la situación ocurre de forma reiterada,
puesto que eso es causa de despido procedente según la reforma laboral del buen
hijo Rajoy.
Todo hace pensar que el gobierno,
y su presidente al frente, está convencido de que los ciudadanos somos insensibles
a cómo se nos pisotea. Primero comenzaron por obligarnos a jubilarnos cada vez
más tarde, luego el engaño de la subida de las pensiones que lo único que
garantiza es que sigan siendo unas pensiones de hambre, a continuación vino que
una vez jubilados, si somos
dependientes, no tendremos derecho ni al agua. Y para culminar su
política social ha continuado con el saqueo de las reservas de la seguridad
social, convencido de que hace bastante con advertirnos que debemos contratar
un seguro de jubilación, y de que haga lo que haga, nadie hará nada.
Se mire desde la óptica política
conservadora o desde la progresista, este hecho es una bofetada en el rostro de
todos y cada uno de nuestros mayores, dependientes o no. Demuestra una vez más
el convencimiento que tienen en el PP de
que ellos y solo ellos son los amos del cortijo. Por eso es difícilmente
entendible que sigan con una intención de voto estable y que estas acciones de
desgobierno no les pasen factura en las urnas. Eso solo puede significar que
muchos trabajadores, parados y dependientes les sigan votando, cerrando los
ojos ante la corrupción, el paro, la pobreza, la explotación laboral, el abuso
de poder y el enriquecimiento de unos pocos.
Habrá que concluir, que salvo que
el 20 de diciembre se demuestre lo contrario, tenemos solo lo que nos
merecemos. No solo hay déficit en las cuentas públicas, sino que es mucho más
grave el déficit de cultura política que
padecemos, y todo esto hace que muchos puedan percibir la democracia, sin
serlo, como una forma perversa de gobierno.
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