martes, 30 de diciembre de 2025

La polarización es una droga legal


La diferencia de opinión no muerde. No rompe la piel. No mancha la sangre. Pero en esta España nuestra se ha puesto de moda confundir desacuerdo con condena, y voto con absolución eterna. En España, la palabra “enemigo” ya no la reservan para las guerras de antaño: la pronuncian en la cena, en el grupo de WhatsApp, en el bar de la esquina donde antes se hablaba de fútbol y ahora se juega la final del odio. 

Las redes, esas plazas sin suelo, amontonan gritos que no pisan calle. Algoritmos hambrientos premian al que insulta mejor, al que escupe más lejos,  al que convierte al discrepante en animal raro, en poca cosa, en basura que se arrastra por la cronología de publicaciones que ves al entrar en tu cuenta. El cerebro, ese viejo miedoso, se asusta cuando una idea distinta le llama a la puerta. Cierra ventanas, corre cortinas, se arropa con banderas y reza el credo del propio bando. No escucha, se escucha. No conversa, se confirma. 

La polarización es una droga legal: un chute de razón absoluta inyectado en vena. Produce euforia de superioridad, taquicardia de likes, delirio de trending topic. Luego llegan la resaca de la ansiedad, el insomnio de la rabia, la jaqueca de tanto “yo tengo razón” y tan poca vida compartida. Europa nos mira con sus viejos ojos cansados y las estadísticas susurran que España se ha ido a vivir a los extremos del mapa, y ha dejado el centro como una casa vacía con las luces apagadas. En nombre de la patria se rompen patrias pequeñas: la amistad de toda la vida, la hermana que ya no llama, el abuelo que se queda en silencio en la cabecera de la mesa mientras los cuchillos de las palabras, cortan algo más que el pan. 

Tal vez un día recordemos que la diferencia de opinión no es bomba ni tumba,   sino puente, si se camina despacio. Que pensar distinto no exige permiso de residencia en el corazón ajeno. Ese día, cuando se entienda que no hace falta matarse para discutir, quizá la política vuelva a su sitio: un oficio discutible, y no una religión de trincheras. Y las redes, cansadas de tanta pólvora, se acostarán temprano para dejar dormir en paz a las sobremesas del mundo.


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