Las palabras de Ayuso no son una mera exageración dominical, sino un experimento peligroso: usar a ETA, ya disuelta desde hace años, como fantasma disponible para agitar miedo y presentar al Gobierno como rehén de una banda que ya no existe. Al mezclar a una organización desaparecida con un partido legal como EH Bildu, que compite en elecciones y firma acuerdos como el resto, convierte a las víctimas en coartada retórica y transforma cualquier discrepancia política en sospecha de traición.
Presentar que ETA “prepara su asalto” a Euskadi y Navarra ignora deliberadamente que allí gobiernan mayorías salidas de urnas, bajo el mismo marco constitucional que en Madrid, después de décadas de violencia soportada por instituciones y sociedad civil. Cuando la presidenta madrileña proclama que ETA está “en marcha” y desafía a que se lo nieguen, no habla claro: explota el miedo y la polarización porque en un clima asustado resulta más fácil presentarse como salvadora frente a una amenaza inventada.
Que un tertuliano incurra en ese abuso puede ser indecente; que lo haga la máxima autoridad de la Comunidad de Madrid es un gesto institucionalmente grave, que banaliza el terrorismo y desprecia la verdad, a las víctimas y las reglas básicas de la democracia que dice defender.
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