miércoles, 31 de diciembre de 2025

Feijoo, la DANA y el arte del daño controlado


En la forma de actuar Feijoo respecto a sus mensajes con Mazón, lo más probable es que detrás haya una mezcla de autoprotección penal y cálculo propagandístico: enseñar lo justo para incriminar a Mazón y salvarse él, evitando todo lo que le pueda comprometer en su propia mentira sobre la DANA.

Feijoo ha remitido a la jueza de la DANA solo los mensajes que recibió de Mazón el 29 de octubre, levantados en un acta notarial, acompañados de un texto donde él mismo “explica” el contexto de la conversación, pero sin incluir sus propios WhatsApps. Los mensajes de Mazón ya bastan para acreditar que éste mintió en el Congreso sobre la hora a la que supo que había muertos, y además desmontan el relato de que no tuvo ayuda del Gobierno, pero dejan sin luz el tono real, las preguntas y las instrucciones que Feijoo le envió durante la catástrofe.

Si se vieran sus mensajes completos, podría quedar claro: que no estuvo “informado en tiempo real desde el lunes”, como dijo públicamente, sino bastante más tarde; que usó información incompleta o manipulada para atacar al Gobierno en caliente, instrumentalizando a las víctimas. Sus WhatsApps también podrían mostrar si presionó, orientó el relato o coordinó políticamente la versión que luego Mazón llevó al Congreso, lo que le acercaría a un eventual problema penal por contribuir a una mentira en sede parlamentaria o, como mínimo, a una responsabilidad política más directa en el engaño.

Feijoo alega que ha enviado “lo que la jueza le pidió”, subrayando que la aportación de sus propios mensajes era voluntaria, y que los remitirá si se le exigen expresamente. La jueza, sin embargo, ya ha reiterado que puede y debe enviar la conversación íntegra para contextualizar los mensajes de Mazón, precisamente porque lo que falta son sus respuestas. Jurídicamente, se parapeta en un formalismo (“me pidieron solo los que recibí”) que le permite no mentir del todo, pero sí ocultar la parte más delicada para su relato público y para su promesa de “colaboración total”.

El momento elegido para entregar y filtrar los mensajes (Nochebuena) es un clásico manual de daño controlado: se lanza la bomba cuando menos gente está pendiente, se coloca a Mazón en el centro del escándalo y se intenta que el foco pase rápido. Al hacer públicos solo los WhatsApps que dejan mal a Mazón, Feijoo se presenta como alguien que “colabora con la justicia” y “no borra mensajes ni cambia de móvil”, mientras usa a su propio barón regional como cortafuegos para no arder con él.

Miedo a que sus mensajes prueben que mintió deliberadamente (no un “error de fecha”), que instrumentalizó la tragedia y que sabía que Mazón no estaba gestionando la DANA como él luego defendió en público. Necesidad de mantener una coartada de “transparencia” sin asumir el coste de una transparencia real: enseñar solo la parte de la conversación que incrimina al otro y redactar él mismo el contexto que le exculpa, como si fuera su propio abogado en el sumario.

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