viernes, 12 de diciembre de 2025

NO HAY PEOR CUÑA QUE LA DE LA MISMA MADERA


Tensiones internas dentro del PSOE, particularmente entre la dirección federal y varios dirigentes del PSOE de Castilla-La Mancha. Estos últimos, incluyendo miembros del Gobierno de Emiliano García-Page, han lanzado duras críticas hacia Pedro Sánchez y la dirección del partido a raíz de los recientes casos de acoso y mala gestión interna, especialmente el caso Salazar.  

Entre esas declaraciones la más contundentes, la de Sara Simón, consejera de Igualdad castellanomanchega, que cuestiona la legitimidad de las primarias en las que Sánchez fue elegido secretario general, insinuando irregularidades censales sin aportar pruebas. 

Las declaraciones reflejan una ruptura del tono interno, con acusaciones graves, desconfianza hacia la dirección federal y un desafío explícito a la autoridad del secretario general.

Lo que hemos escuchado a estos responsables del PSOE de Castilla-La Mancha no solo es injusto, sino profundamente irresponsable. Quien se atreve a manchar la integridad de un proceso democrático, como las primarias en las que la militancia eligió de forma libre y transparente a Pedro Sánchez, sin una sola prueba, lo que hace no es defender a su partido, sino ponerlo en riesgo. Y quien actúa así, sabiendo el momento político delicado que vive su partido, está jugando objetivamente a favor de quienes desean destruir al proyecto socialista, no a reformarlo.

Resulta intolerable que desde dentro se utilicen los casos de acoso sexual, que merecen toda la condena y la máxima firmeza, como arma arrojadiza contra la dirección federal. Confundir la lucha por la igualdad con ataques personales o insinuaciones infundadas es una falta de respeto a las víctimas y a los valores que el PSOE ha defendido durante más de ciento cuarenta años. Quienes pretenden hacer oposición interna aprovechando el dolor ajeno deberían revisar su compromiso con el socialismo.

Decir que unos censos se “inflaron” sin aportar una prueba, y después reconocer públicamente que no se tienen pruebas, es una irresponsabilidad política y moral. La dirección federal no debería permitir que se manche el honor de miles de militantes que participaron limpia y democráticamente en aquel proceso. Ni tolerar campañas de descrédito desde dentro, ni maniobras para socavar la autoridad democrática de un secretario general. Lo que está en juego es la credibilidad del PSOE, y su dirección debería actuar con la misma contundencia frente a la corrupción que frente a la deslealtad.

Ni el PSOE ni ninguna organización, necesitan a quienes siembran cizaña, sino a quienes construyen, quienes suman y quienes respetan las reglas del juego. Las denuncias por acoso deben ser tratadas con la seriedad y la transparencia que merecen, pero la política de tierra quemada no puede tener cabida en ese partido. Si alguien confunde su cargo institucional con un salvoconducto para erosionar a la dirección federal, se estará equivocando. No puede el PSOE tolerar ni medias verdades, ni ataques velados, ni discursos que alimenten la narrativa de la derecha.

Que el PSOE deba demostrar que sabe limpiarse, regenerarse y avanzar no está reñido con la lealtad. Pero debe hacerlo con firmeza, con hechos y con unidad. No con ruido, ni con titulares, ni con declaraciones de quienes parecen más interesados en romper que en construir.

Algunos cada vez estamos más convencidos de haber acertado al dejar la militancia, porque en ese partido es necesaria más autocrítica, pero su principal problema es que hay exceso de deslealtad y mucho ombliguismo.

LOS HOMBRES SOCIALISTAS NO PUEDEN PERMANECER CALLADOS ANTE LAS DENUNCIAS DE ACOSO.


La reacción del PSOE a los casos de acoso, demuestran su error de cálculo, no son solo un problema de un dirigente concreto, sino un síntoma de algo más profundo: cuando el feminismo se queda en el discurso y no se traduce en las prácticas cotidianas y tiene reflejo en protocolos eficaces. El resultado es siempre el mismo, la desprotección de las víctimas y la erosión de la credibilidad democrática.

LO ocurrido en una Diputación donde un responsable político dimite de la presidencia, pero conserva la alcaldía, lo que hace es transmitir un mensaje inequívoco negativo , por si alguien no se ha dado cuenta: el daño reputacional se gestiona, la raíz del problema se esquiva. No se trata de si hay pruebas concluyentes o de si el sumario está avanzado, sino de entender que, en casos de acoso, la prioridad debe ser la protección de las posibles víctimas y la ejemplaridad de las instituciones. Cuando un partido que se reclama feminista actúa a medias, la ciudadanía percibe que el feminismo es un adorno programático y no un criterio real de actuación. 

No puede cuestionarse que debe reclamarse contundencia, rapidez y respaldo explícito a las víctimas, más allá de la retórica. El contraste entre la respuesta en unos casos donde se actuó en cuestión de horas y se activó un protocolo, y la lentitud en otros, revela que no basta con tener normas: hace falta voluntad política para aplicarlas siempre, también cuando el afectado es “uno de los nuestros”. La peor decisión en política es la que no se  toma.  Un feminismo selectivo, que se endurece ante el adversario y se ablanda ante el aliado, deja de ser feminismo para convertirse en coartada.

Y junto a esto nos encontramos la hipocresía del “feminismo sobrevenido”. Hoy leía un comentario de M Lucas al respecto, porque resulta irónico asistir a este “club de fans” repentino de Irene Montero, al que ahora parecen pertenecer todos los que hasta ayer denigraban su ley y su figura, y hoy repiten sus consignas como arma arrojadiza contra el Gobierno.  Ese feminismo sobrevenido de ciertos líderes de la derecha, que solo aparece para atacar al adversario, pero nunca para revisar sus propias estructuras, no construye derechos, solo explota el dolor ajeno. Es la misma lógica de quienes encadenan frases tipo “soy feminista, pero…” para, acto seguido, justificar todas las inercias del patriarcado.

La izquierda de esto tampoco puede salir indemne: celebrar la caída de una ministra feminista incómoda y sustituirla por perfiles más “gestionables” ha demostrado ser un error político y ético. Cuando se arrincona a quienes tensionan de verdad las estructuras de poder, se abre la puerta a decisiones tibias como las que hoy indignan a muchas militantes socialistas. No se puede abrazar el legado de políticas como la del “solo sí es sí” para atacar al adversario y, al mismo tiempo, desactivar a quienes hicieron posible esos avances.

Las conductas machistas no pueden tener cabida en la sociedad, por eso son necesarias políticas feministas que no dependan del cálculo coyuntural. Eso implica, al menos: protocolos claros y automáticos ante denuncias de acoso; suspensión temporal de responsabilidades mientras se esclarecen los hechos; acompañamiento jurídico, psicológico y político a las víctimas; obligación de posicionamiento público firme por parte de los dirigentes, especialmente los hombres; y una pedagogía constante hacia dentro del propio partido. Sin estas bases, el feminismo institucional corre el riesgo de quedarse en un eslogan para días señalados, mientras la realidad sigue dictándose desde las viejas reglas del patriarcado.

Huelga médica

“Buena parte de las reclamaciones (agendas dignas, refuerzos de plantilla, salarios y pluses, carrera profesional real) dependen directamente de los mismos gobiernos regionales que contemplan la protesta desde la barrera, cuando no se declaran sorprendidos y comprensivos a la vez” 

La huelga médica en Castilla-La Mancha tiene algo de novela. Un enredo institucional donde el villano aparente es el Ministerio de Sanidad, pero muchos de los crímenes se cometen en los despachos autonómicos. La consecuencia es que mientras en Madrid se discute el Estatuto Marco a golpe de BOE, en los centros de salud de la región se seguirá sufriendo en silencio la agenda de pacientes y la guardia encadenada.

En el plano jurídico, el núcleo duro de la huelga mira a cuestiones que solo el Estado puede ordenar: el propio Estatuto Marco del personal del Sistema Nacional de Salud y la posibilidad de un Estatuto específico para médicos, algo que exige ley básica y negociación a escala estatal.

También es estatal la arquitectura de la clasificación profesional (A1, A2…), con la reclamación de un 'A1+' que reconozca el itinerario formativo y la responsabilidad clínica del médico frente a otras titulaciones. La definición general de qué es una guardia, los límites máximos de jornada y los descansos mínimos forman parte igualmente del armazón básico; sin esa norma común, las comunidades tendrían barra libre para estirar la goma hasta romperla. Incluso la regulación de compatibilidades de los jefes de servicio es, en lo esencial, una decisión en la que el Estado fija el marco y las autonomías juegan con márgenes, pero no pueden invertir la lógica general.

Desde ese punto de vista, la protesta contra el Ministerio tiene lógica: si el Estatuto Marco sale mal, sale mal para todos; si sale bien, pone un suelo digno del que nadie pueda bajar. El problema, es que el Estatuto puede proclamar reposo dominical y las comunidades seguir programando maratones, siempre que el papel se interprete 'creativamente'.

En cambio, casi todo lo que el médico sufre cuando abre la consulta pertenece al reino de las autonomías. La reducción real de agendas y cupos, la posibilidad de dejar de ver 40-60 pacientes al día en Atención Primaria, no se decide en el paseo del Prado, sino en los despachos de cada consejería que fijan tiempos por paciente, protocolos de citación y ratios de plantilla. Lo mismo ocurre con el aumento efectivo de plantillas, la tasa de interinidad o el cierre silencioso de plazas en zonas rurales; el Estado puede recomendar, pero quien contrata, o no, es el servicio de salud autonómico.

Las retribuciones concretas también tienen acento autonómico: cuánto vale una guardia, qué plus recibe quien duerme en un hospital comarcal, qué carrera profesional se paga y con qué cuantía, todo eso se cocina en cada comunidad, con recetas muy dispares.

El resultado es que dos médicos con la misma formación y guardia pueden cobrar cantidades muy distintas, algo que el relato oficial suele atribuir a 'diversidad territorial', como si se tratara de quesos y no de derechos laborales. La sobrecarga asistencial, las infraestructuras obsoletas y los sistemas de información decimonónicos completan el cuadro: son producto de elecciones presupuestarias autonómicas, no de una maldición bíblica enviada desde el Ministerio.

La sobrecarga asistencial, las infraestructuras obsoletas y los sistemas de información decimonónicos completan el cuadro: son producto de elecciones presupuestarias autonómicas, no de una maldición bíblica enviada desde el Ministerio

Aquí aparece la paradoja: la huelga se presenta casi como un duelo entre los médicos y el Ministerio de Sanidad, mientras las comunidades autónomas se parapetan detrás del biombo del “nosotros solo aplicamos la ley”. Sin embargo, buena parte de las reclamaciones (agendas dignas, refuerzos de plantilla, salarios y pluses, carrera profesional real) dependen directamente de los mismos gobiernos regionales que contemplan la protesta desde la barrera, cuando no se declaran sorprendidos y comprensivos a la vez.

Tal vez la explicación sea que es más sencillo concentrar el malestar en un único adversario, sobre todo si es políticamente rentable para varias partes: el Ministerio se convierte en personaje malvado de novela, mientras las comunidades se limitan a poner cara de figurantes inocentes. Pero, al final queda al descubierto que casi todos han participado en la chapuza: el Estado por diseñar un marco insuficiente y las autonomías por exprimirlo hasta dejarlo irreconocible.

Al final queda al descubierto que casi todos han participado en la chapuza: el Estado por diseñar un marco insuficiente y las autonomías por exprimirlo hasta dejarlo irreconocible 

Si la huelga no se traduce también en interpelar, uno por uno, a quienes fijan cupos, agendas y plantillas en cada región, el riesgo es que todo acabe en una gran reforma sobre el papel mientras en la consulta del lunes siga habiendo cincuenta pacientes y una sola silla.

Espero que los convocantes de la huelga tengan claro ese marco competencial, si no estaríamos ante una manipulación interesada de la precariedad que sufren los profesionales.

Lo que MAR nunca menciona


MAR  sigue con el pelo blanco y lanzando tuit e insidias. Hoy ha señalado refiriéndose al presidente del gobierno “Estás hundido. Eres un dictador. Hoy tendría que caer tu gobierno. Solo hay que ver tu cara: Ayuso te gana de largo. Tú no puedes salir a la calle: a ella la admiran. Tú y tu familia y tus adjuntos vais Pá'lante”

Lo primero que habría que responderle a este mentiroso confeso es que, antes de dar lecciones de “corrupción” o de “lawfare”, explique por qué lleva años fabricando bulos para tapar los problemas judiciales que rodean a Ayuso y a su entorno más cercano. Porque no explica cómo la pareja de Ayuso se ha declarado culpable de fraude fiscal y otros delitos vinculados a ingresos procedentes de la sanidad madrileña, en un procedimiento en el que la defensa acabó reconociendo los hechos mientras desde el equipo de Ayuso y MAR se construía un relato de complot político.

En segundo lugar, los negocios de la pareja de Ayuso con empresas sanitarias privadas, en plena externalización y gestión privada de hospitales públicos, han generado una sombra de conflicto de interés que ni Ayuso ni su equipo han aclarado políticamente, limitándose a victimizarse y hablar de persecuciones. En este apartado están los contratos, comisiones y opacidad.

1 La Comunidad de Madrid adjudicó a dedo 1,5 millones de euros en mascarillas a una empresa amiga, Priviet Sportive SL, operación en la que el hermano de Ayuso cobró 234.000 euros en comisiones, reconocidas incluso por la propia administración madrileña, aunque el caso se archivara penalmente.

2 El archivo judicial no borra las responsabilidades políticas: precios disparados, intermediarios afines y un gobierno que primero negó, luego minimizó y nunca asumió que una operación tan lucrativa para el entorno familiar en plena pandemia exige explicaciones públicas que siguen sin darse.

Residencias, protocolos y responsabilidades

3 El llamado “caso residencias” no está cerrado políticamente: hay varias causas abiertas y ex altos cargos de Ayuso imputados por su papel en los protocolos que restringían derivaciones hospitalarias de mayores durante la primera ola, mientras las familias llevan años peleando para que se esclarezca qué pasó y quién decidió qué.

4 El Supremo archivó una denuncia concreta contra Ayuso, pero dejó claro que no contaba con datos suficientes sobre la aplicación real de los “protocolos de la vergüenza”, lo que subraya precisamente la falta de transparencia y la necesidad de una investigación política seria, no menos propaganda desde la Puerta del Sol.

Sanidad madrileña y listas de espera

5 En el Hospital de Torrejón, gestionado por una empresa privada, se han conocido audios del CEO en los que se hablaba de rechazar pacientes y alargar listas de espera para aumentar beneficios, un escándalo que afecta de lleno al modelo sanitario que defiende Ayuso.

6 Frente a esos hechos, Ayuso ha pasado de prometer mano dura a acusar al Gobierno central de “exagerar y crear escándalos”, es decir, de nuevo victimismo para no abordar el problema de fondo: un sistema que permite que el negocio esté por delante de los pacientes.

MAR no es un comentarista neutral: ha reconocido que difundió una versión falsa sobre la fiscalía y el caso del novio de Ayuso, alimentando teorías de complot que luego se han desmontado, pero que sirvieron para desviar el foco de los hechos: fraude fiscal y negocios opacos alrededor de la sanidad.

Que alguien con ese historial de intoxicación informativa pretenda dar lecciones desde un tuit solo demuestra la estrategia: mentir, embarrar y gritar “corrupción” a los demás para que nadie hable de las comisiones, los contratos a dedo, las residencias y los chanchullos sanitarios que siguen sin explicarse políticamente.

comentario sobre la sentencia del Supremo contra el fiscal general del Estado (FGE)

Sin ser jurista, me permito este comentario sobre la sentencia del Supremo contra el fiscal general del Estado (FGE) 

La Sala asume como “probado” algo que en realidad no está acreditado: que la filtración solo puede explicarse por la actuación directa del FGE o de su entorno, sin admitir explicaciones alternativas razonables. 

Además, la misma nota de prensa que antes se consideró no delictiva pasa a ser pieza clave para la condena.

Parece innegable una motivación política de fondo ligada al clima creado por el entorno de Ayuso.

1 Sobre la prueba y las “explicaciones alternativas”  

 El Supremo afirma que no existe una explicación alternativa razonable distinta a que la filtración se gestó en la Fiscalía y con participación directa (o al menos con conocimiento) del FGE. Dada la cantidad de personas con acceso al correo, sí cabrían otras hipótesis plausibles sin necesidad de recurrir a una autoría directa del FGE, lo que cuestiona el estándar de certeza utilizado para condenarlo.

2. Sobre el uso de la nota de prensa 

La sentencia condena también por la nota de prensa, al considerar que el FGE vulneró su deber de reserva al incluir datos confidenciales del correo del abogado de González Amador. Al parecer se olvidan de que previamente se había entendido que esa nota no era delictiva y que incluso un auto del Supremo llevó al juez instructor a descartarla, por lo que parece incoherente o incluso arbitrario reutilizar ahora esa misma nota como soporte de la condena.

3. Sobre la imputación personal al FGE  

El tribunal considera probado que fue el FGE o alguien de su entorno con su conocimiento, y vincula indicios como la posición de dominio de García Ortiz esa noche y el borrado de mensajes en su móvil. Nadie ha demostrado que él fiscal escribiera el correo cuya filtración se le imputa y la reconstrucción judicial de los hechos se acerca más a una decisión política que a una condena basada en prueba directa o indiciaria de peso. 

Creo que se identifica el punto débil más discutido de la sentencia y la contradicción aparente en el tratamiento de la nota de prensa.

¿La justicia a dos velocidades?


La Audiencia Nacional tiene en su poder desde octubre de 2023 un informe de la la Policía que incluye las grabaciones de tres conversaciones del comisario Villarejo con María Dolores de Cospedal en las que queda de manifiesto la implicación de la secretaria general del PP en las maniobras para sabotear la investigación judicial de la caja B del partido. Ni el anterior juez de la macrocausa contra Villarejo, Manuel García Castellón, ni el actual, Antonio Piña, adoptaron ninguna diligencia a partir del citado oficio policial, cuyo conocimiento ha sido hurtado estos dos años a las partes personadas en la pieza separada Kitchen

¿HACIA DONDE VAMOS?


Leer la prensa esta mañana solo invita a pensar que es necesaria una llamada de atención severa a una clase política y mediática ensimismada en sus batallas internas mientras el contexto internacional, especialmente el europeo, atraviesa un momento decisivo y peligroso. A eso se le suma la incoherencia y la doble moral de quienes se presentan como patriotas, mientras mercadean con la propia idea de España, la connivencia de ciertos medios “agraciados” que sacrifican la ética profesional a cambio de prebendas y estabilidad económica.  

Tengo la sensación de que existe urgencia y alarma porque o se recupera la altura de miras y se reparte mejor el tiempo entre lo doméstico y lo geopolítico, o el país quedará desprotegido en un tablero mundial cada vez más hostil y adverso.

¿Qué une los “protocolos de la vergüenza” de 2020 en las residencias y los audios del Hospital de Torrejón?


Es una misma lógica: cuando el modelo de gestión pone por delante el ahorro y el beneficio, la respuesta sanitaria deja de guiarse por la necesidad clínica y pasa a seleccionar a quién se atiende según su “rentabilidad”. En Madrid, eso ha significado primero dejar morir a miles de mayores sin trasladarlos al hospital y, ahora, diseñar hospitales públicos de gestión privada que rechazan pacientes complejos porque “gastan demasiado”. 

El Hospital Universitario de Torrejón es un hospital público con gestión privada mediante concesión, cuya empresa gestora cobra un canon per cápita: cada euro que no se gasta en el paciente aumenta el margen de la empresa. En audios atribuidos al CEO de Ribera Salud, este insta a “desandar el camino” de reducción de listas, aumentar la demora y rechazar procesos “no rentables” para mejorar el EBITDA (el beneficio operativo de una empresa antes de restar intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones) en varios millones, lo que en la práctica significa filtrar y evitar pacientes y procedimientos de alto coste. 

En las residencias se seleccionó a quién no se trasladaba al hospital en función de edad, dependencia y deterioro, no del beneficio clínico esperable, con un sesgo claro contra los más frágiles. En Torrejón, el incentivo contractual per cápita y las instrucciones internas empujan a seleccionar pacientes según gasto previsto (procedimientos caros, pacientes complejos, fármacos costosos), desplazando la prioridad desde la necesidad sanitaria hacia la contención de costes y la mejora del beneficio privado.

Ambos episodios ocurren bajo un mismo gobierno autonómico y un mismo marco ideológico que ha expandido la gestión privada de centros públicos, con contratos largos, poco transparentes y un fuerte desequilibrio entre el poder de la Administración y el de las concesionarias. La casi ausencia de consecuencias políticas y penales durante años (protocolos que afloran en los juzgados al borde de la prescripción, directivos que se defienden alegando “audios editados” mientras siguen vigentes los mismos incentivos contractuales) configura una auténtica “arquitectura de la impunidad” donde el mensaje implícito es que, si la rentabilidad mejora, las vulneraciones de derechos se toleran.  

En 2020 el racionamiento fue brutal y explícito: se prohibió de facto el acceso hospitalario de miles de mayores por ser viejos, dependientes y “poco recuperables”. Hoy el racionamiento es más técnico y encubierto: se desplazan listas de espera, se rechazan procesos y se configuran contratos que premian no gastar en los pacientes que más lo necesitan, todo ello en hospitales que siguen llamándose “públicos”. El resultado es el mismo hilo ético: un sistema que, en lugar de proteger más a quien más riesgo tiene, coloca a los pacientes frágiles y caros en la diana de los recortes y convierte la desigualdad sanitaria en un efecto colateral aceptable del negocio.


Fanatismo de carné


Morir antes de votar a un rojo, sí; pero también antes de reconocer que tu lealtad política vale más que tu vida, la de tus hijos y la de tus padres.

Hay quien se tatuaría las siglas de su partido en la frente antes que aceptar que lo que vota mata, empobrece y abandona a la gente común en una urgencia, en una UCI o en la puerta de un hospital. 

Prefieren morir fieles a un logo que vivir con la incomodidad de pensar por su cuenta, aunque eso signifique convertirse en simple mercancía para quienes han convertido la sanidad y los servicios básicos en negocio.

No es fidelidad, es servidumbre voluntaria: seguir defendiendo a incompetentes y corruptos mientras se acumulan las listas de espera, las muertes evitables y el deterioro de todo lo que debería protegernos. Esa ceguera identitaria, esa adhesión irracional a unas siglas, se parece demasiado a una secta como para seguir llamándola “voto fiel”.

Pueden morir en la puerta de un hospital porque el modelo que tanto aplauden trocea la sanidad, la privatiza por la puerta de atrás y convierte cada retraso en una sentencia de muerte perfectamente evitable. 

Pueden tragarse años de recortes que se traducen en miles de muertes evitables, y aun así seguir repitiendo que “no hay dinero” mientras sus líderes blindan beneficios privados con dinero público.

Pueden aceptar que sus padres mueran en una residencia sin derivación al hospital, porque “total, ya estaban mayores”, mientras el sistema ahorra camas, personal y cuidados a costa de vidas concretas con nombres y apellidos. 

Y pueden tragarse en silencio los efectos de cada negligencia política, desde cribados que no se comunican hasta alertas que no se envían, siempre que el responsable lleve su color en la papeleta.

Esa obediencia ciega no es neutral: tiene consecuencias tan tangibles como una metástasis detectada tarde, una neumonía sin atender a tiempo o una ambulancia que nunca llega porque se decidió “optimizar recursos”. Cuando se rompe la sanidad pública y se vacía la atención primaria, las estadísticas de mortalidad evitable suben, y detrás de cada número hay alguien que confió más en un partido que en los datos.

Seguir votando como si nada no es solo ceguera, es complicidad con un modelo que ya ha demostrado, con cifras en la mano, que privatizar y recortar mata. 

Llegados a este punto, lo honesto sería admitirlo: hay quien prefiere morir antes que traicionar su bandera partidaria, aunque sea su propia bandera la que lo empuja al precipicio.

Para los que aún niegan que hubo protocolos en las residencias

Para los que aún niegan que hubo protocolos en las residencias de no traslado a hospitales por COVID. Con esta noticia igual hasta ven aquello normal

“La dirección del Hospital Universitario de Torrejón, un centro público que gestiona la empresa Ribera Salud, modificó el funcionamiento de las Urgencias para que se atendiera antes a los pacientes leves, que se evitara subir a enfermos a las plantas de medicina interna y llegó a dar órdenes verbales para que los pacientes graves fueran reasignados como leves y se les atendiera con rapidez pero sin los “mínimos de calidad y seguridad”.

Es impresionante el silencio de los "principales" medios de comunicación del país sobre este asunto. Debe parecerles mucho mas grave que Begoña se haya tirado un pedo en la guardería o que el hermano de Sánchez haya desafinado en un concierto. Es evidente que se han convertido en los cómplices necesarios en todos estos manejos turbios.


¿Se ha preguntado España qué quiere ser de mayor? Polarización, populismo, vivienda, desigualdad, diversidad...


La sociedad española actual está viviendo una mezcla tensionada de avances indiscutibles en derechos y diversidad con una sensación creciente de bloqueo vital, polarización y desgaste democrático. Bajo una superficie de aparente modernidad y tolerancia, se combinan vidas en precario, vivienda inalcanzable para gran parte de la juventud y un clima público donde hacer matizaciones a las grandes proclamas histriónicas de algunos lideres y lideresas parece haber dejado de estar de moda.

Hemos consolidado una cultura de la apariencia, la cultura del envase que olvida el contenido, muy alimentada por redes sociales, donde importa más parecer sensible, leído o comprometido que asumir las consecuencias incómodas de esas lecturas y compromisos en nuestra vida cotidiana. En el debate público predomina una dicotomía, un esquema binario de “conmigo o contra mí” que reduce la complejidad a bandos morales, penaliza las dudas y las indecisiones, y convierte el espacio común en un campo de batalla de identidades. 

Esta lógica empobrece la conversación democrática: el desacuerdo deja de ser una oportunidad para aprender y se convierte en una amenaza a la propia identidad. Eso explica que haya más ruido político que reflexión, más consignas que argumentos y más fidelidades emotivas que un proyecto de país. Son datos de estudios, los que nos dicen que la polarización afectiva ha crecido de forma sostenida en los últimos años en España, con una mayoría ciudadana que percibe más crispación que hace unos años. Ese clima favorece una política concebida como espectáculo de bloques enfrentados, donde el objetivo principal es movilizar a los ya convencidos y deslegitimar al adversario, no construir acuerdos básicos. 

Y ahí, la izquierda lleva todas las de perder el relato, porque en este contexto, parte de la izquierda corre el riesgo de refugiarse en gestos y símbolos mientras deja sin respuestas convincentes cuestiones materiales que definen la vida de las mayorías. Y parte de la derecha explota el cansancio y el miedo, prometiendo simplicidad ante problemas complejos y señalando chivos expiatorios allí donde harían falta reformas estructurales. El modelo sanitario es un ejemplo de esto en esta semana.

El acceso a la vivienda se ha convertido en la verdadera prueba de realidad de la sociedad española: buena parte de los jóvenes, incluso con formación, no puede iniciar un proyecto vital independiente sin depender de la familia o endeudarse de por vida. Informes recientes muestran que solo una minoría de menores de 35 años que intentan comprar o alquilar logran su objetivo, mientras los precios suben mucho más que los salarios y el esfuerzo necesario supera con creces el umbral razonable de ingresos. 

No puede haber discurso serio sobre igualdad de oportunidades si la vivienda se mantiene como un privilegio hereditario más que como un derecho efectivamente garantizado. Ninguna fuerza política podrá ganar estabilidad social duradera si no aborda de forma creíble la cuestión habitacional, con parque público suficiente, regulación eficaz y redistribución intergeneracional. 

En la conversación pública española se ha confundido a menudo ser “progre” con ser de izquierdas, reduciendo el proyecto emancipador a estilos de vida, lenguaje y símbolos, sin anclaje material. Una izquierda que renuncia a priorizar salario, vivienda, servicios públicos y fiscalidad justa no es una izquierda, y corre el riesgo de dejar el terreno del malestar económico a fuerzas que lo capitalizan en clave reaccionaria.

Eso no significa regresar a un viejo obrerismo, en muchas ocasiones ciego ante la opresión por género, raza o diversidad, sino intentar integrar la agenda material y la agenda de derechos en un mismo horizonte de igualdad real. Hoy, una propuesta transformadora que no incorpore de manera seria la diversidad humana, étnica y de género no solo es injusta, también es políticamente miope e incapaz de hablar a la sociedad que ya existe. 

España es hoy un país profundamente diverso: la población de origen migrante y afro descendiente crece y forma parte estructural del tejido social, económico y cultural. Entre la juventud, frente a lo que muchos nos cuentan de que toda la juventud es de pensamiento ultraderechista, las encuestas muestran actitudes mayoritariamente favorables hacia la mezcla étnica y la convivencia, lo que indica que la España real va por delante de muchos marcos políticos y mediáticos. Sin embargo, esa normalización convive con discriminaciones persistentes en el acceso a la vivienda, el empleo y el trato institucional, como documentan los estudios sobre racismo en España. Urge abordar la diversidad cultural y étnica con decisión y sin complejos: no como excepción a gestionar, sino como realidad constitutiva del país y como oportunidad para redefinir una identidad común más plural, democrática y compartida. 

De no hacerlo, no habrá buenos tiempos para la lirica.

La privatización de la sanidad pública: una enfermedad contagiosa

Para que se entienda 

La privatización de la sanidad pública: una enfermedad contagiosa 

¿Cómo se hace crecer la sanidad privada? 

El crecimiento de la sanidad privada se produce por el deterioro de la sanidad pública, para lo que se provoca que esta no funcione y se genere malestar ciudadano y la sensación de desigualdad del ciudadano por no sentirse atendido. 

¿Cuál es el proceso?

Mediante conciertos económicos se derivan pacientes del sistema público al privado, incluidos los hospitales de gestión privada. Primero las CCAA van con cuidado, poco a poco, y los primeros pasos los tenemos como externalizaciones menores, a las que luego les siguen procesos privatizadores más profundos.

¿Cómo se hace posible lo anterior? 

Para que esto se vea cómo algo necesario, lo primero es conseguir deteriorar el sistema público (nada mejor para hacerlo que recortándole recursos); luego, cómo no los gastamos en lo público, se produce el trasvase de esos recursos recortados al sector privado; a esto le añadimos (para hacernos verlo necesario), el aumento de las listas de espera; luego le ponemos unas gotas de pérdida de calidad asistencial en lo público por esa falta de recursos; y al final conseguimos el objetivo: la sensación ciudadana de una desigualdad sanitaria entre público y privado (en el publico la silla y en el privado el sofá). 

¿Le llamamos privatización? 

No. Para que nadie se mosquee por llamar a esto por su nombre “privatización”, al proceso se le llama “colaboración público-privada”, y por si aún con eso no se nos convence, se nos permite la “libre elección” de hospital, con lo que el hospital al que vas gana más, y el que te corresponde no pierde, porque sigue cobrando lo mismo.

¿Esto es una cuestión de formas de mejor gestión? 

No. Esto es simplemente la aplicación de una ideológica neoliberal, que solo es posible si se permite la connivencia entre poder político y empresas privadas, y si es necesario (cómo en algunos casos) de la corrupción, da igual en A o en B. 

¿Por qué ocurre esto? 

Pues porque se vota a partidos que promueven ese modelo de privatización, ante la pasividad ciudadana y la no defensa de la sanidad pública por parte de gobiernos (da igual el signo) que no se atreven ni a cuestionar la situación.

¿Cuál es la consecuencia? 

El final del proceso es un sistema sanitario inviable donde no existe la equidad, donde la sanidad pública queda relegada a los sectores más pobres y donde se incrementa la mortalidad, cómo ha quedado demostrado con lo que ha sucedido en el Reino Unido donde esto se hizo exactamente cómo ahora aquí.  

¿Cómo solucionarlo? 

La única solución es no tener gobiernos privatizadores ( y eso lo decides con tu voto), y movilizándote a diario para impedirlo  y exigiendo una sanidad pública de calidad, con financiación suficiente y blindada frente a intentos privatización. 

La privatización de la sanidad pública es una enfermedad contagiosa que solo la puedes frenar tú con tu voto. Si prefieres el modelo en el que antes que paciente eres un cliente, también lo puedes permitir con tu voto.

Castilla-La Mancha ante el espejo de los antibióticos

“Cada antibiótico que se prescribe 'por si acaso' alimenta una factura futura que pagarán precisamente los más frágiles: ancianos pluripatológicos, pacientes inmunodeprimidos o ingresados en unidades de críticos”


Como médico de familia, el dato de que el consumo de antibióticos en España haya descendido un 13,8% en salud humana desde el inicio del Plan nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) es, sin duda, una buena noticia.

Habla de un sistema que, al menos en parte, ha sido capaz de escucharse a sí mismo, revisar sus prácticas y corregir excesos que durante años se normalizaron tanto en la consulta como en la calle. Pero cuando uno trabaja en Castilla-La Mancha, en áreas rurales donde la presión asistencial se mezcla con la proximidad social, estos porcentajes adquieren matices que no conviene olvidar.

La directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) recordaba recientemente que la lucha frente a la resistencia antimicrobiana exige una visión integral, colaborativa y sostenible, y esa frase encaja especialmente bien con la realidad de nuestra comunidad.

Prescribir antibióticos 'por si acaso'

Castilla-La Mancha es un territorio extenso, envejecido y disperso, donde la continuidad asistencial depende tanto de las decisiones de un gran hospital como del juicio clínico de un único médico en un consultorio de pueblo. En este contexto, cada antibiótico que se prescribe 'por si acaso' alimenta una factura futura que pagarán precisamente los más frágiles: ancianos pluripatológicos, pacientes inmunodeprimidos o ingresados en unidades de críticos.

En los servicios de asistenciales de Castilla-La Mancha vemos a diario el reverso de la estadística: infecciones por patógenos multirresistentes que prolongan estancias, encarecen tratamientos y, sobre todo, empeoran el pronóstico de pacientes que ya partían con pocas reservas fisiológicas.

La sepsis por bacterias resistentes no es un concepto académico; es el rostro de esa paciente diabética que entra por urgencias con una infección urinaria complicada y que, años atrás, habría respondido en 48 horas a un betalactámico estándar. Hoy, cada vez con más frecuencia, obliga a escalar el tratamiento, a recurrir a fármacos de último recurso y a asumir un riesgo que podría haberse mitigado con una prescripción más prudente desde la atención primaria o en episodios previos.

El descenso global del consumo es un paso, pero en Castilla-La Mancha aún arrastramos inercias difíciles de romper. La cultura de la 'receta rápida' ante un catarro, la presión de la automedicación con restos de tratamientos antiguos, o la sensación de que en los pueblos 'más vale curarse en salud' con antibiótico, siguen presentes en la consulta diaria. Para el clínico hospitalario esto se traduce en ingresos evitables, en cuadros de diarrea por Clostridioides difficile tras usos innecesarios, y en flora hospitalaria cada vez más compleja que condiciona las decisiones empíricas desde el primer minuto.

Explicar por qué no siempre hacen falta

Por eso, las estrategias nacionales solo tienen pleno sentido si se territorializan y se viven en el día a día de Castilla-La Mancha. Los Programas de Optimización del Uso de Antimicrobianos (PROA) hospitalarios han demostrado que se puede optimizar la prescripción, acotar duraciones, revisar tratamientos a las 48-72 horas y formar a los facultativos sin culpabilizar, pero con rigor.

Como médico, la mejor noticia no será solo una nueva bajada porcentual en el consumo global, sino comprobar que en nuestros hospitales de Castilla-La Mancha hay menos camas ocupadas por infecciones que podrían haberse evitado con una prescripción más sensata años atrás

El siguiente paso inaplazable es reforzar la conexión con la atención primaria rural, dotar de tiempo a los médicos de familia para explicar por qué no siempre hace falta un antibiótico, y asegurar que los datos de consumo y resistencias se devuelven a los equipos de cada área de salud de forma transparente y periódica.

Castilla-La Mancha no puede conformarse con aparecer en el promedio nacional de reducción; debe aspirar a ser referencia en el uso prudente de antibióticos en entornos rurales y semirrurales. Eso implica invertir en sistemas de información, en microbiología accesible, en formación continuada y en campañas dirigidas a una población que confía en su médico, pero que necesita entender que decir 'hoy no toca antibiótico' es, muchas veces, la decisión más responsable. Como médico, la mejor noticia no será solo una nueva bajada porcentual en el consumo global, sino comprobar que en nuestros hospitales de Castilla-La Mancha hay menos camas ocupadas por infecciones que podrían haberse evitado con una prescripción más sensata años atrás.

La Gestión Público-Privada de la Sanidad de Madrid y otras CCAA

He elaborado este informe para intentar aclarar lo que hay detrás de esta noticia 


A principios de este diciembre, El País publicó audios de una reunión privada del grupo Ribera Salud, empresa que gestiona el Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz (un hospital de titularidad pública en concesión a privados desde 2011). En esa grabación, el CEO de Ribera daba instrucciones claras a sus mandos: aumentar las listas de espera, rechazar pacientes y procedimientos no rentables, y reducir intervenciones complejas para ganar "cuatro o cinco millones" en beneficios extra.

El modelo de concesión administrativa que utiliza la Comunidad de Madrid mantiene la financiación y titularidad públicas, pero cede la prestación del servicio a empresas privadas (Ribera Salud, Grupo Quirón, etc.) durante periodos de 15-20 años.

Los datos no engañan. El Grupo Quirón ha recibido 5.000 millones de euros en financiación pública en los últimos años, mientras que el presupuesto total de Sanidad de Madrid es de apenas 10.000 millones. Existe un flujo incesante de pacientes de la sanidad pública a la privada y de dinero público hacia empresas privadas, según las propias memorias presupuestarias de la Comunidad de Madrid. El "filón" no está en la sanidad privada per se, sino en la gestión de la sanidad pública: acceso garantizado a fondos públicos con márgenes de ganancia controlados.

Los audios de Ribera Salud dejan clara la lógica operativa: los pacientes son vistos como clientes a seleccionar, no como ciudadanos con derechos. El CEO ordena expresamente: Rechazar procedimientos no rentables; Aumentar listas de espera (lo que le permite cobrar menos por urgencias); Reducir intervenciones complejas (quirúrgicas, oncológicas) que tienen menor margen; Priorizar solo los tratamientos que generan beneficio.

¿Y si te opones? Despedidos los responsables que se opusieron a hacerlo. En una muestra del control autoritario, la empresa despidió a la dirección médica del hospital cuando se opuso a frenar intervenciones y descartar procesos no rentables. Esto evidencia que cuando la razón médica choca con la razón contable, la empresa elige ganar dinero.

Tras la filtración, el CEO de Ribera presentó su dimisión, pero la empresa intentó argumentar que se trataba de una reunión "privada" y que las declaraciones podrían haber sido "alteradas" o "malinterpretadas". Una defensa que es un reconocimiento de culpabilidad.

El Silencio Cómplice de la Consejería de Madrid. La Consejería de Sanidad madrileña afirmó que no ha detectado "ningún incumplimiento" de Ribera Salud respecto a las obligaciones del contrato de concesión. Esta respuesta es devastadora: o bien el contrato permite explícitamente rechazar pacientes para ganar dinero, o bien la administración mira hacia otro lado.

La ministra lo ha denominado explícitamente "corrupción institucional" a este modelo, señalando que requiere connivencia de la Comunidad de Madrid y su Consejería de Sanidad, y ha apuntado además que la consejera de Sanidad de Madrid proviene del Grupo Quirón, lo que subraya el conflicto de intereses estructural.

Pero no solo pasa en Torrejón. Los datos presupuestarios confirman que: Hay un drenaje continuo de recursos públicos hacia empresas privadas; Se produce una selección de pacientes según rentabilidad: los casos complejos se derivan a la sanidad pública, los rentables quedan en manos privadas; Este es el modelo sistemático en Madrid: parasitación público-privada disfrazada de "colaboración".

Consecuencias para los pacientes. El objetivo explícito de rechazar pacientes es alargar las listas de espera en la sanidad pública y privada, maximizando la presión sobre el sistema y justificando nuevas concesiones. Esto genera: Pacientes esperando meses para operaciones; Cirugías retrasadas por razones de rentabilidad, no médicas; Selección implícita: solo acceso rápido si puedes pagar o si tu caso es suficientemente lucrativo.

Y a esto hay que sumar la falta de transparencia. Ayuso ha defendido públicamente que las concesiones privadas funcionan bien, pero no disponemos de información independiente sobre morbimortalidad, calidad de atención o resultados clínicos comparados con hospitales públicos gestionados directamente. Si no hay información fehaciente, se puede afirmar lo que  se quiera.

El caso Torrejón no es una excepción ni un "malentendido". Es la lógica del modelo de gestión público-privado de la sanidad madrileña funcionando exactamente como está diseñado: transferir fondos públicos a empresas privadas que seleccionan pacientes según rentabilidad, no según necesidad.

La ausencia de reacción del Gobierno de Ayuso y la afirmación de que no hay incumplimientos sugieren que este comportamiento es conocido, tolerado y, en cierta medida, contractualmente permitido. Eso es el verdadero escándalo: no un acto aislado de un CEO, sino un sistema estructuralmente corrupto que ha convertido un derecho fundamental (la salud) en un negocio.

Cuando el PSOE olvida de qué lado está, y Feijoo da carnet de feminismo.


Hay momentos en que un partido se juega mucho más que un ciclo electoral: se juega su dignidad moral. El caso de Salazar no va solo de un presunto acosador con poder, va de hasta qué punto una organización que se dice feminista está dispuesta a tolerar, minimizar o diluir las denuncias de mujeres contra uno de los suyos. Y, el PSOE no puede fallar estrepitosamente en el único lugar donde no le está permitido fallar: en ponerse del lado de las víctimas, sin matices ni excusas.

Que un alto cargo de máxima confianza sea señalado por varias trabajadoras por un patrón de lenguaje hipersexualizado, humillante y abusivo en un claro contexto de poder jerárquico no es un incidente menor ni un malentendido laboral; es una forma de violencia estructural amparada por el miedo y el silencio. Cuando ese miedo es tal que las mujeres no solo temen represalias, sino que además ven cómo sus denuncias “se pierden” en el laberinto del protocolo interno, el mensaje es devastador: los importantes se protegen, tú te apañas como puedas.

No valen paños calientes. Lo más grave no es solo lo que presuntamente hizo Salazar, sino lo que no hizo el partido. Un canal interno que tarda meses, denuncias que desaparecen de la plataforma, explicaciones informáticas inverosímiles y una dirección que pide “calma y paciencia” mientras el malestar crece en sus propias áreas de Igualdad, deberían pensarse que eso suena demasiado a encubrimiento. Cuando las responsables de Igualdad tienen que plantarse para exigir que el asunto se remita a la Fiscalía, lo que se ve con claridad es que el feminismo del logo va por un carril y la práctica real de los aparatos de poder por otro.

Estos personajes sobran en la política. No sobran por moralismo, sino porque mientras tipos así han acumulado poder, muchas mujeres han tenido que normalizar comentarios obscenos, invitaciones insistentes y humillaciones disfrazadas de “bromas”, todo ello en despachos donde un “no” podía costar el puesto. Si la respuesta del partido es limitarse a la baja de militancia, y a prometer que “se reforzarán los protocolos”, su mensaje es que lo ven cómo un problema de imagen, no de estructura; de filtraciones, no de impunidad.

Un partido que se proclama feminista y de izquierdas no puede permitirse que a los Salazar de turno se les trate como una molestia interna que gestionar, en vez de como lo que son: presuntos responsables de delitos que deben dar explicaciones ante la Fiscalía y, si procede, ante un tribunal. El lugar de estos personajes no es la asesoría, ni el diseño electoral, ni los pasillos influyentes; su sitio es declarar ante la Justicia, con las víctimas protegidas, acompañadas y respaldadas públicamente por el propio partido. 

Todo lo demás es ruido, y una claudicación moral que erosiona la credibilidad no solo del PSOE, sino de toda la política que dice estar del lado de las mujeres. Pero eso no es justificación para lo que hemos oído a Feijóo, que hoy reparte carnés de feminismo y llama “peligroso para las mujeres” al PSOE. Hay que tener mucha desmemoria selectiva para calificar ahora al PSOE de “partido peligroso para las mujeres” mientras se ha convivido sin estridencias con un episodio como el de Aznar y Marta Nebot, que hoy se recuerda precisamente como ejemplo de lo que nunca debió normalizarse. Cuando quien calló ante la grosería de su jefe político se erige hoy en adalid de la pureza feminista, lo que se ve no es valentía, sino cinismo: las mismas conductas que antes se digerían como “gracias” solo se convierten en intolerables cuando llevan carné del partido contrario.

Un experimento peligroso


Las palabras de Ayuso no son una mera exageración dominical, sino un experimento peligroso: usar a ETA, ya disuelta desde hace años, como fantasma disponible para agitar miedo y presentar al Gobierno como rehén de una banda que ya no existe. Al mezclar a una organización desaparecida con un partido legal como EH Bildu, que compite en elecciones y firma acuerdos como el resto, convierte a las víctimas en coartada retórica y transforma cualquier discrepancia política en sospecha de traición.

Presentar que ETA “prepara su asalto” a Euskadi y Navarra ignora deliberadamente que allí gobiernan mayorías salidas de urnas, bajo el mismo marco constitucional que en Madrid, después de décadas de violencia soportada por instituciones y sociedad civil. Cuando la presidenta madrileña proclama que ETA está “en marcha” y desafía a que se lo nieguen, no habla claro: explota el miedo y la polarización porque en un clima asustado resulta más fácil presentarse como salvadora frente a una amenaza inventada. 

Que un tertuliano incurra en ese abuso puede ser indecente; que lo haga la máxima autoridad de la Comunidad de Madrid es un gesto institucionalmente grave, que banaliza el terrorismo y desprecia la verdad, a las víctimas y las reglas básicas de la democracia que dice defender.

¿INVESTIGACIÓN PROSPECTIVA O NO?


La diligencia del juez Moreno hoy, se aproxima mucho a una investigación prospectiva, aunque formalmente el juez la vincula a un hecho concreto (los pagos en metálico a Ábalos/Koldo) y eso le da cobertura jurídica suficiente dentro del marco de la LECrim, siempre que respete los principios de necesidad, proporcionalidad y delimitación del objeto de la causa. 

Desde una lectura estricta de la LECrim, el juez puede argumentar que la diligencia no es prospectiva porque se apoya en una “noticia del delito” (posible blanqueo y desfalco a través de pagos en efectivo) y persigue reconstruir el contexto completo de esos pagos, de 2017 a 2024. Sin embargo, la extensión objetiva, subjetiva y temporal de la petición, sin filtros ni segmentación, la sitúa muy cerca del paradigma de “investigación generalizada” que la jurisprudencia proscribe como investigación prospectiva, especialmente en lo que afecta a terceros no investigados ni siquiera tangencialmente. 

Estratégicamente una impugnación sólida no debería limitarse a tildarla de “prospectiva” en abstracto, sino pedir al menos su acotación: limitar años, sujetos, conceptos de gasto y circuitos internos relacionados con el equipo de Organización y con los investigados, de forma que la diligencia tenga proporcionalidad y conexión directa con el objeto de la causa.

POR SI NO LO SABEIS, CADA VEZ SOMOS MÁS CLIENTES Y MENOS PACIENTES


El CEO del grupo Ribera, Pablo Gallart, indicó a mandos del Hospital público de Torrejón que elevaran las listas de espera y rechazaran pacientes o procedimientos menos rentables para mejorar el beneficio empresarial en “cuatro o cinco millones”, según audios de una reunión del 25 de septiembre. En la reunión, Gallart sugiere que la “elasticidad” entre listas de espera y resultados es directa; pide identificar actividades “no contributivas” y ajustar la actividad para contener gastos y elevar beneficio. 

El caso reaviva el debate sobre el modelo de concesión tipo “Alzira” y llega tras una inyección regional de 32,7 millones para reestructurar deuda del hospital, que Ribera considera aún insuficiente. Listas de espera mayores reducirían actividad y con ello los costes de personal y medios a utilizar, afectando a procesos menos rentables que se derivarían a la pública. Esto es priorizar beneficio sobre salud y deontología. 

Claro que lo importante son las cervecitas en libertad.

LOS RESENTIDOS


Triste y mucho, ver ayer cómo muchos de aquellos viejos mandarines socialistas que en su día no toleraban ni que alguien tosiese fuera de guion, se presentan ahora como tribunos de la conciencia crítica, y que se dedican a dinamitar al secretario general de su propio partido desde los platós. No es coherencia ni memoria histórica: es pura egolatría de quienes confunden su biografía con la historia del socialismo y su rencor personal con doctrina política. 

Estoy hablando de dirigentes que construyeron un PSOE donde “a la izquierda estaba el abismo”, donde al que se movía se le borraba de la foto y la discrepancia interna se pagaba con el ostracismo o con la carrera política cercenada. Quienes entonces exigían obediencia ciega hoy se permiten el lujo de pontificar en las televisión y medios al servicio de la derecha, contra un gobierno socialista legítimo, mientras le bailan el agua a esa derecha con una alegría que nunca tuvieron cuando se trataba de escuchar a su propia militancia. 

Se les organizaban actos, conferencias, se cruzaba medio país para arroparlos, pagando de nuestro propio bolsillo viajes, hoteles y comidas, solo para que ese liderazgo siguiera teniendo voz y presencia en el partido. Hoy, ese capital de lealtad lo devuelven con un desprecio altanero, como si aquel apoyo no hubiera sido más que una alfombra que pisar de camino a su propio altar narcisista. 

Quien se afilió en el 83, con 28 años y militó décadas, conoce bien la diferencia entre compromiso y oportunismo cuando afirmo que algunos de estos exdirigentes nunca fueron realmente socialistas, sino cazadores de sillones. No luchaban por la gente ni por el pueblo, sino por asegurarse despacho, coche oficial y relevancia mediática, y cuando el partido dejó de ser vehículo de su ego, lo están convirtiendo en diana de sus resentimientos. 

El caso es sangrante cuando se ve cómo ciertos expresidentes y exvicepresidentes prefieren airear sus fobias personales contra el actual secretario general en prensa y televisión, en lugar de hablar cara a cara con él y plantear sus discrepancias donde toca: en la organización que dicen amar tanto. Hablan de respeto institucional mientras deslegitiman al presidente socialista que no se deja manejar por ellos, porque habrían preferido a un dirigente dócil, moldeable, al que sí podían tratar como subordinado y no como igual. 

Ese resentimiento continuo que exhiben en cada intervención pública no solo hace daño a su partido, sino a la institución que encarna y, sobre todo, a quienes siguen creyendo que el socialismo es algo más que un episodio autobiográfico de unos cuantos “supermanes” de la Transición. Lo que producen no es debate honesto, sino asco y tristeza entre una militancia que ve cómo se utiliza el prestigio acumulado para socavar las posibilidades de construir una sociedad mejor desde la izquierda. 

Los mismos que se envuelven en la nostalgia de la pana fueron también quienes echaron por la borda millones de votos y jugaron a favor del capital con políticas económicas y laborales que abrieron la puerta a la precariedad que hoy sufren las generaciones más jóvenes. Ahora se colocan en un pedestal moral desde el que dictan sentencias al presente, pero callan su propia corresponsabilidad histórica en la frustración de tantas ilusiones populares. 

Lo que han perdido no es la memoria por la edad, sino la vergüenza política: recuerdan con precisión quirúrgica todo lo que alimenta su ego y olvidan, interesadamente, las deudas que tienen con la militancia que los sostuvo durante décadas. Frente a esos exdirigentes sin amo, pero con muchos dueños en los consejos de administración, la base socialista reivindica algo tan elemental como tener un presidente socialista con todas las letras, no un tutor ni un patriarca que dicte lo que es aceptable pensar. 

Por eso, más que escuchar las letanías de quienes se creyeron eternos, conviene mirar a quienes se dejaron la piel organizando actos, pagando viajes y sosteniendo el partido en los peores momentos, sin exigir a cambio un altar en los medios. Es ahí donde sigue vivo el socialismo, no en la amargura televisada de quienes confunden su decadencia personal con la decadencia de la causa a la que hace tiempo dejaron de servir.

Concentración del PP en Madrid.

Concentración del PP en Madrid. Más de los que esperaban pero menos de los que querían.

Intervinientes Almeida, Ayuso y Feijoo. Los que dicen exigir el cumplimiento de la ley a Sánchez, se despachan con las siguientes lindezas. Hay varias expresiones que están claramente en el terreno de la acusación de delitos concretos, son calumnias potencialmente, y otras que son insultos o juicios de valor muy duros que se mueven en el límite de lo tolerado por la libertad de expresión política.

Hay calumnia cuando se imputa a alguien un delito concreto que no ha sido declarado como tal por sentencia, presentado como un hecho y no como una mera opinión o sospecha. Hay injuria cuando la expresión lesiona gravemente la dignidad o fama (insultos graves), sin necesidad de atribuir un delito concreto. El TC y el TS amplían mucho el margen de la crítica, pero excluyen los “insultos inequívocos” y las imputaciones falsas de delito sin base fáctica suficiente.

Estas son las frases de Feijoo que, formuladas como hechos y no como mera opinión, se acercan a una posible calumnia: «Pronto será Sánchez… Cuatro cogieron ese coche para llegar al poder, y tres ya están en la cárcel. Falta “el uno”, el presidente del Gobierno».  Si aquí no sugieren de forma directa que el presidente terminará en prisión ligado a la misma trama que ha llevado a otros a la cárcel. Esto es una imputación de participación en hechos delictivos concretos, y entra en el terreno de la calumnia.

Ayuso ha dicho Pedro Sánchez acabará «donde se merece, en la cárcel».  No es solo deseo punitivo abstracto, sino que vincula méritos delictivos para ingresar en prisión; si esto no es imputación de delitos, no sé qué lo será.

«La peor trama de corrupción que puede haber, blanquear a Bildu y hacerle fundamental»; «No cabe mayor corrupción moral ni mayor traición a España con esto».  “Trama de corrupción” es una expresión típicamente penal, aunque si se entiende como imputación de una trama delictiva concreta, puede discutirse si excede de la crítica política amparada y se aproxima a imputación de delito.

Almeida también ha estado tan ingenioso como de costumbre: «El Peugeot con el que Sánchez hizo las primarias era un “furgón policial con presos preventivos”»; «A este paso la casa del pueblo con más afiliados socialistas va a ser Soto del Real».  

Metáforas que presentan al entorno de Sánchez como compuesto por presos preventivos o reos; es una burla, pero también sugiere imagen de delincuencia generalizada vinculada al partido/gobierno. Otra: las primarias «fueron financiadas con “los prostíbulos del suegro”».  Aquí insinúa un origen delictivo del dinero (posible blanqueo, fraude fiscal, etc.) y una financiación irregular concreta; es de las frases más claramente asimilables a imputación de hechos delictivos específicos, luego muy próxima a calumnia si no hay base fáctica.

Y luego están las expresiones básicamente injuriosas o puramente descalificatorias. Son insultos o descalificaciones morales amplias, normalmente amparadas en el contexto político, pero definen bien a las claras a quienes las profieren, y que hay que soportar cómo parte de la crítica política hiperbólica y de la retórica agresiva, de este partido que acusa a los demás de  confrontarnos a los españoles: «Delincuentes al lado de los delincuentes» (sobre Bildu y el Gobierno); «Desgobernada por la mentira», «gente que quiere impedir antidemocráticamente la alternancia»; «Están quemando las naves», «compra de voluntades» con subidas de pensiones y salarios públicos.  

Esto parece que a los señores de las togas les debe parecer algo normal ¿les parecería igual si los autores de estas frases fuesen de la izquierda? Ya les digo yo que no.


La estrategia de Feijóo y del PP frente a Vox

La estrategia de Feijóo y del PP frente a Vox es políticamente suicida y moralmente irresponsable. Convertirse en altavoz de la extrema derecha, copiando su retórica sobre inmigración, lenguas y clima, solo sirve para blanquear y fortalecer al original, mientras destruye cualquier opción de un centro derecha mínimamente democrático y propio.

En lugar de marcar distancias y ofrecer un proyecto autónomo, el PP se ha dedicado a pactar gobiernos, asumir marcos ideológicos y normalizar las obsesiones identitarias de Vox, a cambio de unos pocos sillones y a costa de degradar las instituciones y la convivencia. Cada concesión programática, cada guiño al discurso del odio y cada investidura condicionada es una cesión más de la derecha tradicional a una extrema derecha que no cree en los contrapesos ni en los derechos de las minorías.

El resultado es demoledor: Vox crece, el PP se encoge, y Feijóo queda retratado como un líder débil, sin proyecto y sin coraje para decir no a sus socios ultras, mientras sacrifica principios y país por pura aritmética parlamentaria. 

En vez de frenar al monstruo que dice temer, lo alimenta día a día, territorio a territorio, hasta convertirlo en una alternativa real de poder frente a un PP que se limita a ser su gestor diligente. 

Mañana PP en un lado y Vox en Ferraz, y es que Vox ya no necesita al PP

NO HAY PEOR CUÑA QUE LA DE LA MISMA MADERA

Tensiones internas dentro del PSOE, particularmente entre la dirección federal y varios dirigentes del PSOE de Castilla-La Mancha. Estos últ...