Esta ha sido, sin lugar a dudas, una semana negra para el Partido Popular, teñida de errores, despropósitos y una incapacidad galopante para asumir responsabilidades que haría sonrojar a cualquiera que tuviera un gramo de decencia. Han tenido que asistir a la muerte de tres morlacos, tres, de la ganadería popular.
Uno: Feijoo y sus acólitos decidieron desafiar a Sánchez en el Senado como quien se lanza a una partida de póker sin saber jugar: prometieron juzgado y justicia, pero solo cosecharon vergüenza y titulares sobre las gafas del presidente, porque los medios afines acabaron pareciendo anuncios de ópticas, y ni la verdad ni la mentira tenían hueco para pasar por registro. Solo faltó que el escudero popular se quitara el pantalón como el protagonista despistado de una novela, frente a senadores que, lejos de ser brillantes, parecían extras de policiacas americanas, torpes y sobreactuados. ¿Resultado? Sánchez sigue en su silla, Feijoo buscando el manual del perfecto opositor y los demás preguntando por la puerta de salida.
Dos: En el funeral de Estado por las víctimas de la DANA, lo que debería haber sido respeto terminó en bochorno: Mazón, personaje digno de una farsa bufa, fue increpado y rechazado por las familias en duelo, y el PP demostró que no sabe distinguir elegancia y decencia de electoralismo. Que el partido se aferre a Mazón no por principios, sino por cálculos electorales, es de un cinismo que resulta irónico, pero aquí solo deja amargura: impresentable, torpe y blindado por una maquinaria incapaz de hacerle dimitir porque “no conviene” a las cuentas de la casta. Feijoo, capitán del barco, ni dirige ni decide; como buen personaje secundario, se esconde bajo la gorra y sueña con temporales que arrastren sus propios problemas hasta aguas más profundas.
Tres: Las mamografías en Andalucía ya son un escándalo público, pero el gobierno regional ha optado por la versión cutre del “aquí no ha pasado nada”. El consejero aparece ante los medios sin información, echando balones fuera como quien intenta esconder la miga de pan bajo la alfombra, culpando a gerencias hospitalarias mientras los médicos guardan un prudente y resignado silencio como buenos figurantes de fondo, testigos mudos de la incapacidad política, y todos mirando de soslayo a Bonilla, el verdadero y único responsable de este desaguisado.
Por encima de escuderos torpes, consejeros mudos y políticos a la deriva, está Feijoo, que ha demostrado carecer de autoridad, liderazgo y la mínima capacidad para pilotar la nave sin encallar en cada jornada negra.
A estas alturas, a sus votantes solo les cabe esperar, que alguien le recomiende retirarse a esa playa privada de su chalet, y que comparta paseos con sus amigos en yate, lejos del hielo político y los temporales mediáticos, porque la semana que termina es, sin duda, la prueba irrefutable de que el Partido Popular, bajo su mando, ha alcanzado cotas de ridículo que ni el más pérfido Sánchez podría adornar más a su favor.
Buen viernes.
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