La actuación de Carlos Mazón tras la DANA que dejó 229 muertos en Valencia ya era indefendible de por sí, pero las revelaciones sobre sus encuentros secretos con José María Aznar dan una nueva dimensión al desprecio por la responsabilidad y la ética política. Mazón, lejos de afrontar las consecuencias de su catastrófica gestión, eligió la senda ruinosa del cortoplacismo político: proteger la marca del Partido Popular a costa de las víctimas y de la verdad.
Aznar, todo un experto en manipular relatos y en utilizar los resortes mediáticos para desviar la atención, como ya demostró con el bulo del 11-M y la burda estrategia de señalar a ETA, actuó aquí como un auténtico padrino político, aconsejando sin pudor a Mazón que no dimitiera, que desoyera las exigencias mínimas de honestidad, y que buscara culpables externos, en este caso el Gobierno de Pedro Sánchez.
Es un modus operandi del cerebro del PP basado en colocar bulos, alterar versiones y ejercer presión política para evitar que la responsabilidad recaiga en quienes efectivamente tomaron las decisiones equivocadas.
Es especialmente grave que Mazón, ante el dolor de cientos de familias valencianas, eligiera la estrategia del encubrimiento y el cinismo, pero aún más lo es que esa hoja de ruta esté dictada por quien, lejos de cualquier propósito de enmienda, sigue ejerciendo como gran titiritero de un partido que privilegia el relato antes que la realidad y la dignidad de los ciudadanos.
La política española, mientras permanezca bajo la sombra de estos "padrinos" y sus discípulos, seguirá instalada en la irresponsabilidad y la deshumanización más vergonzosa.
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