lunes, 3 de noviembre de 2025

El extraño caso del bulo institucional y un silencio cómplice

En Halloween: El extraño caso del bulo institucional y un silencio cómplice

En Andalucía, como en esas novelas negras en las que uno termina sospechando hasta del apuntador, ha estallado una de esas polémicas tan auténticas que podrían titularse “El enigmático caso del protocolo fantasma y las cifras voladoras” Porque caso hay. Y aunque todos quieren que pensemos que se trata de un malentendido administrativo, cuando uno rasca aparece el inexplicable arte de la ocultación, elevado a la categoría de deporte autonómico.

Cuenta la Junta de Andalucía, con la seriedad que requeriría el anuncio de la invención de la tortilla sin huevo, que los errores en los cribados de cáncer de mama obedecen a una “directriz” de esas que no existen. Sí, una directriz tan real como los unicornios: invisible, escurridiza y posiblemente redactada a lápiz en una servilleta de un bar cualquiera, pero mientras tanto, las cifras de mujeres afectadas van y vienen como las olas en la playa: hoy son muchas, mañana no tantas, pasado mañana depende de quién pregunte y del calor que haga.

Pero lo que definitivamente roza el surrealismo, es el silencio sepulcral que guardan los médicos. Médicos que, dicho sea de paso, llevan años aguantando temporales de protocolos cambiantes, recortes y acusaciones de todo tipo, pero que, llegado el momento de hablar alto y claro, optan por el espagueti western ese que grababan en Almería y su desierto: mirada al horizonte, giro lacónico y respetuoso silencio de los mudos. ¿Esperan, acaso, que el misterio se resuelva solo o es el temor a que el protocolo fantasma los lleve a ellos también a un limbo administrativo?

Así las cosas, lo único que aquí es clara y transparente es la opacidad; lo único constante, es el cambio de cifras; y lo único audible, el silencio de los facultativos mezclado con el silbido del viento en los pasillos del Servicio Andaluz de Salud. Hasta el detective más tonto entendería, que cuando la explicación no aparece, quizás es que hay gato encerrado. O una manada de gatos. O, sencillamente, nadie quiere abrir la puerta, por miedo a que al hacerlo vaya a saltar algo inesperado.

Quizá algún día, dentro de muchos años, una comisión de expertos, de ésos que nunca faltan cuando el cadáver ya está frío para hacerle la autopsia, dictamine qué es lo que ocurrió realmente. Hasta entonces, quienes deberían hablar callan, los responsables se pierden en tecnicismos, y los ciudadanos, como de costumbre, contemplan boquiabiertos el espectáculo, preguntándose si esto ha sido un error administrativo, una broma, o una nueva edición de otro de esos absurdos nacionales tan nuestros.

Buen sábado

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