En estos reinos de taifas modernos en que nos han convertido las CCAA, las catástrofes no se miden en hectáreas quemadas ni en cuerpos caídos, sino por el número de comunicados oficiales.
Cada incendio es la chispa que ilumina la verdadera vocación política de practicar la modalidad gimnastica (¡ojo¡ con PP y Vox puede llegar a ser olímpica) del “esto no es de mi competencia”. Los consejeros, esos auténticos gladiadores del escaqueo, forman una legión admirable especializada en no hacer, ni pedir al otro que haga.
Feijoo debería explicarnos, en su papel de nueva María Cristina que nos quiere gobernar, a que se debe el milagro de que, a pesar de sus autonomías, el país siga en pie. Creo que puede deberse a que una trabajadora del aeropuerto decide dar agua a un sintecho, aunque en su contrato no vengan incluidas las competencias de la misericordia. O tal vez a ese profesor de matemáticas que hace de psicólogo, de policía y de enfermero, aunque en su nómina solo figure el álgebra. Igual resulta que esos trabajadores son los incompetentes que sostienen la competencia de los el considera competentes. Mientras tanto nos lo explica, sus consejeros continúan practicando la alta política haciendo la coreografía del avestruz, esconder la cabeza y a la vez sacar pecho.
España arde, se inunda, enferma o se hacina en una terminal, y siempre hay alguien en el PP que puede respirar tranquilo, porque ellos son tan responsables, que nunca son responsables de nada. Un día (quién sabe cuándo), la política, la economía y los templos del poder donde oran los de siempre, dejarán de mentir. Ese día, se les caerán las máscaras, se verán las contradicciones que llevan años dándoles de comer, conoceremos los intereses escondidos bajo la mesa, y nos daremos cuenta del porqué sus promesas ya nacieron rotas.
Al principio hasta nos causará mareo, como cuando alguien se despierta de un largo sueño, rodeado por incendios, y con demasiado humo en la habitación. Nos hemos habituado tanto a sus medias verdades como al aire enrarecido, y a sus mentiras cómo al monóxido de carbono, que nos mata.
Pero tal vez, después del vértigo, llegue otra cosa. Porque ha dicho Alberto que dejar morir, dejar arder, dejar pasar, hoy es solo competencia nacional, cuando el llegue será un “depende”, naturalmente.
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