La actitud de la Comunidad de Madrid y del Real Madrid respecto a la prohibición de las banderas palestinas revela la doble moral que se utiliza según nos conviene o pensamos que nos conviene. Es una prueba de falta de coherencia institucional y desdén por los valores democráticos y la libertad de expresión.
Argumentar que la neutralidad política exige censurar símbolos de solidaridad con Palestina, mientras se promovieron y distribuyeron abiertamente banderas ucranianas en colegios y en el propio Bernabéu durante la invasión rusa, no solo desmonta la pretendida imparcialidad, sino que pone en evidencia que la “neutralidad” es flexible y es instrumentalizada en función de intereses geopolíticos y mediáticos.
Mientras la Comunidad de Madrid vetó cualquier símbolo palestino alegando riesgo de adoctrinamiento y tensión en las aulas, hace apenas meses facilitó expresiones y actividades para “apoyar a Ucrania”, demostrando que las causas permitidas dependen del color político y de la presión mediática internacional. Esta selectividad no solo vulnera derechos fundamentales en el ámbito educativo, como la libertad de cátedra y la autonomía de los docentes, sino que ignora la pluralidad y complejidad de la sociedad madrileña, y convierte a los inspectores educativos en censores con una lógica de censura verbal y arbitraria.
Lo del Real Madrid es la demostración de cuando don Floren decide ser más papista que el Papá. El club aplica de manera estricta la normativa UEFA para prohibir banderas palestinas, pero en encuentros anteriores sí permitió banderas ucranianas e incluso de otras causas, evidenciando que la ley se interpreta y se impone según la dirección del viento institucional y mediático.
El argumento de “seguridad” y los controles extraordinarios lo que dan idea es de que la solidaridad que pueda expresar su afición está subordinada al visto bueno del club y a su temor por posibles sanciones comerciales, y no por una defensa de la neutralidad o la convivencia en el deporte.
Recuerden cómo en el Bernabéu y en las aulas, la bandera ucraniana fue recibida como símbolo de libertad y resistencia, mientras la palestina es castigada como si mostrarla fuese un acto subversivo. Menuda neutralidad asimetría, que demuestra que para los responsables de Comunidad y Club, los valores se proclaman cuando les resultan rentables políticamente, y se abolen cuando incomodan al poder político madrileño.
No nos engañemos, estamos ante una estrategia calculada para seleccionar las causas “admisibles” y relegar las que molestan, y asistimos a la demostración práctica de una hipocresía que desprecia la pluralidad y convierte los símbolos en instrumentos de propaganda más que en expresiones legítimas de solidaridad humana.
Comunidad y el Real Madrid han adoptado una postura autoritaria y selectiva, marcada por el oportunismo político y el miedo a la disidencia, mutilando el espíritu crítico y plural que debería presidir tanto la educación como el deporte.
¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?
¿Hasta dónde estáis los madrileños dispuestos a dejarles a que lleguen?
No hay comentarios:
Publicar un comentario