Cada vez vamos sabiendo más detalles. Koldo García no es solo el personaje que nos describieron en un principio cuando surgió el caso de su nombre. Le caricaturizaron como portero de discoteca, un matón al uso, un guardaespaldas, un confidente de la policía en tiempos de ETA. En ese entorno debió adquirir la costumbre de grabar todo y guardar pruebas durante años. Por cierto menudos confidentes se busca la policía.
Koldo era consciente de que le estaban vigilando, precisamente la Guardia Civil de sus amores, y lo sabía tanto por que alguien cercano se lo debió de avisar, como por que él mismo había detectado que le seguían, hasta tal punto esto último, que hay información de que Koldo le ofreció las llaves de su casa a un mando policial para que la registraran y así evitar una entrada violenta de las fuerzas de la GC en su domicilio.
Debió creer que guardar los audios era una forma de protegerse, que cómo los mismos implicaban a figuras importantes del PSOE, Cerdán y Ábalos probablemente creyó que le protegerían. Una vez que saltó el escándalo y sabiendo que su casa sería registrada, no escondió algunas de esas pruebas, porque hoy se sabe que Koldo grabó mucho más material y que parte de las pruebas sí las puso a salvo antes del registro, lo que hace pensar que existen más audios que podrían afectar a otras personas.
El caso representa hoy es un punto de inflexión, y sobre todo un golpe grave a la credibilidad del PSOE, del Gobierno y del propio Pedro Sánchez. Todo lo que hasta ahora sabemos está generando gran decepción y una sensación de traición entre sus votantes y entre los ciudadanos no fanáticos de la derecha, a los que parece no importarles sus corruptos porque son suyos. Bastaría con comparar la reacción inicial de Sánchez (disculpas y expulsión inmediata de Cerdán) con la de Rajoy en el caso Gürtel, donde parecía un mal defensa central de un mal equipo despejando balones fuera.
Todo lo anterior no resuelve la gran incógnita, si estamos ante un caso de corrupción protagonizado por unos presuntos chorizos (los audios cada vez hacen menos presunto todo) que solo buscaban su lucro personal, o estamos ante un caso de financiación ilegal del PSOE. Por mucho que versiones interesadas en medios próximos al PP y Vox quieran ya esta mañana plantearlo cómo esta segunda versión, lo cierto y verdad es que hasta ahor la investigación oficial no acusa al partido de financiación ilegal. El el llamado “impuesto del partido” ha existido toda la vida, se llamaba el “impuesto revolucionario” entre los cargos y es una aportación interna que se hace, pero no un mecanismo ilegal de financiación. Pero mientras no concluya esa investigación, la sospecha va a persistir porque todo apunta a que los implicados cobraban comisiones, aunque no está claro si era para beneficio personal o del partido.
Curiosamente dentro del PSOE, la imputación de Ábalos no sorprendió tanto como la de ahora a Cerdán, en quien había prácticamente una confianza absoluta por parte de todos los miembros de su partido que han comentado el caso. Puede que eso sea una consecuencia de tanta filtración, de tantos rumores interesados, en la mayoría de los casos infundados. Eso ha generado una desconfianza a cualquier información que le afectase y provocado un cierre de filas en todo el partido, al que desde que Sánchez alcanzó la presidencia le han asediado no solo con campañas mediáticas sino también judiciales. La oposición, en general, y especialmente el PP, han equiparado este caso con otros escándalos, con los que nada tiene que ver, consiguiendo lo que ha sido su objetivo desde el principio, una intensificando de la polarización política, creando un ambiente en el que nadie piensa que existan políticos decentes, dejando en el olvido a la inmensa mayoría de servidores públicos que realizan una tarea impagable sin ningún atisbo de que no lo hagan con honradez.
Lo que ya nadie puede dudar es que este caso ha dejado tocada la legislatura y la credibilidad del Gobierno, y la resolución, y que ninguna auditoría va a aclaran las dudas sobre una posible financiación ilegal, que solo puede descartarse por una exhaustiva investigación judicial. Y tampoco se puede negar el ambiente de desconfianza, de cómo se vive entre los ciudadanos una polarización, y que estamos ante una crisis política de consecuencias imprevisibles hoy tanto para el PSOE y el Ejecutivo.
Se entiende el shock de los militantes socialistas, se entiende menos su silencio. Se entiende la alegría de la derecha, se entiende menos que no se miren al espejo antes de hablar. Se entiende que Feijoo busque la polarización para arrimar el ascua a su sardina, pero no se entiende que no valore que la intensidad de esa polarización ha subido a los niveles actuales desde que el llego de Galicia, y que ni siquiera en los tiempos del “váyase, señor González”, ni el de los insultos y acusaciones a Zapatero, ni cuando la Gürtel y la sentenciada financiación ilegal del PP, se llegó al nivel de crispación que vivimos hoy. El único protagonista nuevo en esta película que llevamos años viviendo es Feijoo, el moderado que venía a regenerar la política española tapando el asunto de Ayuso y Casado, los demás ya estaban en el escenario.
Buen sábado.
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