Casi nadie sabía que era la UCO. Hoy tenemos UCO hasta en la sopa. La filtración de informes o presuntos informes de la UCO, la publicación de un audio donde una supuesta emisaria del PSOE aparentemente la persigue, o los wasaps de algún miembro de esa unidad o de algún ex-miembro de la misma, solo están contribuyendo a aumentar la tensión, y no tan solo en la Guardia Civil, sino en toda la sociedad en su conjunto.
Que un antiguo mando de la UCO afirme que “en la unidad no se habla de política”, pero que a su vez participe en investigaciones sensibles para el Gobierno y haga comentarios en los que podemos decir que se le ve el plumero, no ayuda a creer en la neutralidad que se le supone a los cuerpos de seguridad y a las instituciones.
Que la UCO ha sido clave tanto en la investigación de políticos del PSOE como del PP, es innegable, y eso lo que refleja es su importancia en los casos de corrupción y en la lucha contra los delitos económicos. Pero eso no es óbice para que exista una profunda desconfianza hacia la UCO y las fuerzas de seguridad por las filtraciones conocidas y la existencia de errores graves en sus informes. Cuando se les escucha en conversaciones privadas, vemos cómo es real su politización y así se demuestra la presencia de agentes con afinidades ideológicas claras, especialmente hacia la derecha. Existen casos concretos, como el del capitán Bonilla, acusado de vínculos con el narcotráfico y de expresar opiniones extremas. Y no es un caso aislado.
Ese clima de desconfianza se ha visto propiciado como decía, no solo por errores graves en sus informes, sino también por una tendencia (hoy ya casi una costumbre) a que existan filtraciones de su información que debería ser reservada o secreta. Eso solo ayuda a socavar la credibilidad de la UCO como unidad y de la GC como institución. Por mucho que quieran aparentar equidistancia, cada vez que conocemos algún dato de conversaciones o comunicados internos de esas fuerzas de seguridad, solo percibimos la falta de limpieza de algunos de sus miembros y la necesidad de su depuración en esas fuerzas de seguridad, especialmente porque es real la presencia de mandos con mentalidad franquista o antidemocrática.
Claro que si se reclaman cambios estructurales, como la creación de una policía judicial independiente o la modificación del proceso de selección de jueces, rápidamente se califica a quien los propone de enemigo de la ley y del orden constitucional, cuando es precisamente la Constitución la que debería ser tenida en cuenta para garantizar la neutralidad de esas fuerzas y que están al servicio de la democracia. Ante esta realidad, queda demostrado que son necesarios cambios estructurales para garantizar la independencia y profesionalidad de las instituciones del Estado.
Para muchos ciudadanos esa situación es ya nauseabunda, porque a lo que ocurre en estas instituciones se le debe sumar el uso partidista de la justicia que vemos a diario, y la intoxicación de unos medios de comunicación que no informan, sino que opinan según ordena la voz de su amo. Si además sumamos a eso la falta de alternativas políticas serias, tenemos servido un coctel social explosivo.
Este clima de desconfianza y polarización solo es el reflejo de la imperiosa necesidad de una mayor transparencia y de que de una vez por todas se levanten (llevamos sin hacerlo desde 1975) las alfombras y se proceda a una limpieza democrática en todos los niveles de las instituciones españolas.
No se puede negar, por nadie en su sano juicio, que hoy se está produciendo un uso partidista de la justicia y de los medios de comunicación, lo que solo genera desconfianza hacia los partidos políticos, y hacia el propio sistema democrático. Si a eso se suma también la desconfianza en la neutralidad de las fuerzas de seguridad, mejor apagamos y el último que cierre la puerta al salir.
Lo decía Gabriel Celaya: “Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo. Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.”
La actual politización e ideologización afecta a todos los ámbitos de nuestra sociedad y una sociedad democrática necesita instituciones más transparentes y profesionales, que no estén al servicio de las ideologías sino al servicio de los ciudadanos. Vivimos en una sociedad dividida y desencantada, que necesita de manera imprescindible independencia y profesionalidad en TODAS las instituciones del Estado, porque solo esa independencia podrá ser garantía de que esta es una democracia plena y efectiva, en la que podamos decir que somos quienes somos, que no nos lavamos las manos porque nuestro país nos importa, o estaremos tocando el fondo.
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