Feijoo es un mentiroso compulsivo y utiliza la crispación y el insulto como herramientas políticas porque no puede revelar su verdadero programa si llegara a gobernar, sabe que sus opciones de llegar a La Moncloa bajarían mucho. Coloca un escaparate para vender un producto que cree atractivo, con promesas de derogar o revisar si alcanza el poder, la Ley de Amnistía, la financiación autonómica especial y los cambios en los delitos de sedición y malversación.
Mientras hace esto, Feijoo evita explicar sus medidas, especialmente su política social, para no perder apoyos, ya ha hecho de la mentira su forma de gestionar antes Galicia como ahora en Madrid. Si se le confronta con los datos de verdad Feijooo se indigna.
Quiera o no, empiezan a llegar múltiples procesos judiciales abiertos que afectan al PP, cómo los casos Gürtel, Púnica, Lezo, Kitchen y el caso Montoro, y con el uso sistemático de la mentira desde su partido buscan tapar estos escándalos. Esta práctica se extiende a otros políticos del partido y la aplican con muchas cuestiones de actualidad como la okupación o el cierre de consultorios médicos. Las consecuencias de sus políticas donde gobiernan, no deben conocerse donde no lo hacen, para ver si así la próxima vez les votan.
Es innegable que es así. Tan innegable cómo que a la ciudadanía parece no importarle este fenómeno tanto como debiera.
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