viernes, 2 de mayo de 2025

LUZ SOBRE EL APAGÓN


Sin luz, sin teléfono, sin internet. Y cómo si llegase el fin del mundo, la pregunta

nos la dieron redactada ¿Y ahora qué hacemos? Pero no era esa. Era ¿por qué?


España ha vivido un gran apagón el pasado lunes. Un evento de tal magnitud

que dejó inoperativa a toda la península ibérica en cuestión de segundos. La

desconexión total sorprendió por su rapidez, y la recuperación del suministro fue

inevitablemente lenta, y ha requerido que todos los sistemas volvieran a

acoplarse y sincronizarse con la señal eléctrica, lo cual es un proceso complejo

en una red con muchos sistemas. Algunas zonas, como las cercanas a las

fronteras francesa y marroquí (parte del País Vasco y la provincia de Cádiz),

recuperaron la normalidad antes, aunque incluso dentro de una misma provincia

hubo grandes diferencias en el tiempo de restablecimiento.


La pregunta inmediata fue ¿por qué se produjo? Empecemos por dejar claro que

no tenemos certezas sobre la causa o causas. Que Tellado y Gamarra ya digan

saber la causa, es para que les diera vergüenza solo insinuarlo. El asunto es tan

técnico, que es más que probable que los ciudadanos nunca nos enteremos del

origen real del problema. Eso ha facilitado que el debate público se ha llenado

de especulaciones y, cómo no, de bulos, convirtiéndose hoy en una batalla

ideológica entre renovables y nucleares, y también en otra batalla más entre

izquierda y derecha. Tenemos desde quienes relacionan el apagón con un

exceso de confianza en la energía solar o los supuestos riesgos de las

renovables, hasta quienes directamente lo atribuyen a la progresiva retirada de

las nucleares en nuestro país.


Los denominados "todólogos" (esos que saben de todo: Covid, Volcanes, DANA

y ahora sistemas eléctricos) en las tertulias televisivas, y que siempre son los

mismos y mismas, ya nos hablan de las causas sin ser expertos, y, eso sí, todos

con un sesgo político. No quisiera caer en lo mismo que crítico porque tampoco

yo soy un experto en sistemas de distribución eléctrica. Lo que si he hecho ha

sido, antes de escribir este artículo de opinión, intentar documentarme por varias

vías de lo acontecido. Y la verdad es que son muchas las publicaciones que ya

apuntaban a que este apagón del lunes podría producirse. Sin embargo, los

ciudadanos seguimos guiándonos solo por lo que nos cuentan en la caja tonta,

en lugar de a escuchar a expertos acreditados, que nos pueden aportar algunas

claves para entender lo ocurrido.


Según las fuentes en las que he leído, el apagón no se debió a un ciberataque,

ni tampoco el problema está en las renovables en sí mismas, que son las dos

opiniones preponderantes en redes. Tal vez, posiblemente, la causa principal

pudo haber estado en dos episodios de desconexión de energía solar, pero no

porque el problema fundamental sea esa desconexión en sí, sino por la

inestabilidad de la red eléctrica. Esta inestabilidad es real, y consecuencia directa

de un modelo energético que ha priorizado los intereses de las grandes

empresas por encima de las inversiones necesarias para garantizar la

estabilidad del sistema. El problema fundamental, no son las renovables, sino

que el modelo de integración de las renovables no es el más adecuado para sus

características.


Según algunos expertos, lo ocurrido fue el resultado de acumular una gran

cantidad de electricidad generada por sistemas fotovoltaicos en una red de alta

tensión, sin contar con sistemas de estabilización suficiente. Justo antes de la

caída, el 60% de la energía producida era fotovoltaica. La energía fotovoltaica

es inflexible, produce una corriente continua en función de la luz solar, y eso

dificulta la adaptación instantánea a la demanda. Aunque la situación generada

se podría haber compensado activando centrales de gas de ciclo combinado, no

se hizo, posiblemente porque mantenerlas operativas resulta costoso y el precio

actual de la electricidad es muy bajo.


Según esos expertos, no se pueden integrar las renovables sin dotarlas de

sistemas de estabilización. Las empresas han minimizado al máximo esta

inversión, delegando la estabilización a la Red Eléctrica. Aunque desde 2022 la

normativa obliga a los nuevos sistemas a incluir estabilización propia, el

problema reside en las instalaciones anteriores a esa fecha que no están

obligadas a cumplir estos requisitos. Están en esa situación instalaciones en

todas las CCAA anteriores a esa fecha, también en Castilla La Mancha. Si ese

es el motivo real de lo acontecido, resulta una imprudencia que no se debe

consentir y mucho menos repetir.


La falta de sistemas de control y estabilización ha podido provocar una

sobrecarga que, en lugar de que las subredes se desconectaran para protegerse,

fue pasando el problema a otras subredes, generando un efecto dominó, una

caída en cascada, y eso hizo que todo se cayera muy deprisa para evitar

quemarse. Para resolver ese problema, se debe invertir en los mencionados

sistemas de estabilización. Los expertos señalan que la mejor manera de

estabilizar las energías renovables, especialmente la fotovoltaica y la eléctrica,

es a partir de baterías. Es una idea simple: cuando hay desacoplamiento con la

demanda, si aumenta, sacas energía de la batería; si disminuye, metes el exceso

en ella. Esto, garantizaría la estabilidad y continuidad del servicio.


Lo que parece claro es que, si esa es la causa del apagón, la situación exige la

aprobación de leyes que antepongan la electricidad como servicio vital antes que

los intereses de las empresas. La importancia de exigir desde las instituciones

unas especificaciones estrictas y obligatorias de estabilización, aunque las

compañías pongan el grito en el cielo, porque hacerlo implica hacer un montón

de inversión, pero es necesario anteponer la seguridad de los españoles y del

Estado. Este acontecimiento que hemos vivido viene a poner en evidencia que

un elemento vital hoy cómo lo es la electricidad no puede estar sometido su

funcionamiento a las leyes de mercado ni a los intereses de las empresas

privadas, sino que se debe plantear que la generación de la electricidad sea un

servicio público.


Cómo en la sanidad, en la educación y en lo que conocemos cómo servicios

básicos, también aquí un modelo de empresa privada siempre va a priorizar el

beneficio frente a la calidad del servicio. Desmantelar lo público tiene muchas

consecuencias, una puede ser lo acontecido este pasado lunes, otra que sean

muchos los expolíticos españoles que han estado o están hoy sentados en los

consejos de administración de esas empresas. No es una cuestión ideológica,

sino de toda lógica, plantear que es una anomalía que un servicio público cómo

la electricidad de máxima necesidad, cómo hemos comprobado en nuestras

propias carnes, esté en manos privadas, y que hacen un gran negocio con

nuestra necesidad total de esta energía. El apagón también ha puesto de

manifiesto la vulnerabilidad en la que nos sitúa la falta de planificación respecto

a este sistema de renovables y es aplicable a otros muchos servicios de primera

necesidad.


Más allá de los aspectos técnicos, el incidente también nos ha mostrado los

contrastes de nuestra sociedad del siglo XXI. Mientras unos reaccionaban hace

unos días comprando kits de emergencia y abogando por el incremento del gasto

militar ante un supuesto ciberataque, no se dan cuenta de que solo cortar la luz

una semana, nos deja una España rendida. La falta de información y la escasa

transparencia de las administraciones además nutre la creación de bulos

interesados que hacen de la incertidumbre ciudadana un vivero de votos. Ojalá

que el apagón, al menos, sirva para que nos demos cuenta de nuestra falta de

empatía con ciudadanos españoles o de fuera que sufren carencias mucho más

graves desde hace años (falta de luz, agua, alimentos, medicamentos) cómo

ocurre en Gaza o en la Cañada Real.


Políticamente, el evento ha dejado clara la apuesta de la derecha por las

nucleares frente a las energías limpias, y también nos permite percibir que

algunos usan cualquier situación para intentar obtener rédito político. A quienes

queráis documentaros con evidencia en el tema, os recomiendo la lectura de

diferentes publicaciones de Antonio Turiel Martínez, científico y divulgador,

licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica por la Universidad

Autónoma de Madrid. Actualmente trabaja como Investigador Científico en el

Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en Barcelona. Él ya había advertido de

este escenario, señalando que la red lleva mucho tiempo "en el alambre" y que

ya ha habido ocasiones en las que se ha estado muy justo para garantizar el

suministro. De hecho, el año pasado se tuvieron que poner en marcha cinco

veces los sistemas de respuesta activa de la demanda, lo que básicamente

significa apagar toda la industria del país.


La transición del modelo heredado a un modelo renovable no es por un capricho

ideológico, sino consecuencia de la necesidad de luchar contra el cambio

climático. Y que no te engañen, es mejor un apagón temporal que las

consecuencias del cambio climático global, y mejor las renovables con sus

problemas solventables, que los costes económicos, ecológicos y de seguridad

de las nucleares. Sin embargo, el apagón nos expone que esta transición debe

hacerse de forma planificada y segura, con la inversión necesaria en

infraestructura de estabilización y, posiblemente, replanteando el modelo de

gestión de un servicio tan vital como la electricidad.


Lo que sí parece claro es que, al margen de las causas, el problema terminará

afectando al bolsillo de los ciudadanos.

LUZ SOBRE EL APAGÓN

Sin luz, sin teléfono, sin internet. Y cómo si llegase el fin del mundo, la pregunta nos la dieron redactada ¿Y ahora qué hacemos? Pero no e...