En 2010 en la reunión del Consejo Mundial de WONCA (World Organization of National Colleges, Academies and Academic Associations of General Practitioners/Family Physicians) celebrada en Cancún, tuvo a bien aprobar por unanimidad la creación del Día Mundial del Médico de Familia, y desde 2011 esa conmemoración se celebra el 19 de mayo, cómo una forma de resaltar la importancia que juegan los sistemas de salud y el vínculo entre salud-familia-comunidad.
El médico de familia desempeñamos una labor crucial en la prevención y manejo de la salud de la población, pero ante la mayor esperanza de vida y el envejecimiento de la población, de una manera muy importante, de los procesos crónicos. Entre ellos merecen especial mención las enfermedades cardiovasculares (ECV), y nuestra labor va desde el control de los factores de riesgo desencadenantes hasta su tratamiento. Además, lo hacemos desde un enfoque holístico y de continuidad asistencial, lo que redunda en una menor mortalidad y menos hospitalizaciones por esa causa.
Al médico de familia siempre nos corresponde prevenir. Actuamos identificando y gestionando los diferentes factores de riesgo cardiovascular como hipertensión, colesterol elevado, diabetes u obesidad. También en su diagnóstico, identificándolas y derivando a otros especialistas cuando sea necesario. Así como su tratamiento y seguimiento para prevenir complicaciones y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Lo podemos hacer a través de la educación a pacientes y familiares sobre hábitos de vida saludables, dieta equilibrada y actividad física.
Pero cómo médicos de familia debe destacarse nuestro enfoque preventivo, tanto en prevención primaria al que no padece aún la enfermedad, cómo en prevención secundaria en pacientes que ya las presentan para controlar los factores de riesgo, y buscar reducir la progresión de la enfermedad, lo que hoy vemos dificultado porque la historia clínica electrónica no es compartida entre centros de Atención Primaria y hospitales en la mayoría de Comunidades Autónomas, por una, cada vez menor, pero persistente discontinuidad en el seguimiento del paciente, y por la falta de concienciación sobre la necesidad de controlar todos los factores de riesgo por parte del propio paciente.
Algunas cifras para poner en contexto. En Castilla-La Mancha, las ECV también son muy prevalentes con una tasa de mortalidad por 100.000 habitantes en 2023 que el Instituto Nacional de Estadística (INE) cuantifica en términos absolutos, donde fueron la primera causa de defunción en mujeres, el 27% de las defunciones en este grupo de población, mientras que en hombres son la segunda causa tras los tumores y representan el 24% de las defunciones. No somos muy diferentes a la situación mundial, donde las ECV fueron responsables del 30% de las muertes. Ese mismo instituto (INE) recoge en 2022 una encuesta de Condiciones de Vida que refleja cómo los factores de riesgo más importantes en nuestra Comunidad son la obesidad y el sobrepeso con el 51% de la población presentando exceso de peso (34,3% tenía sobrepeso y 16,7% presentaba obesidad).
No podemos dejar de citar otros factores cómo el tabaquismo que la misma encuesta nos dice que un 18,5% de la población fuma diariamente. También el INE recoge los datos de la Encuesta Europea de Salud del 2020, donde nos encontramos en Castilla La Mancha que otros factores de riesgo de ECV cómo la hipertensión la presentaba el 21,41% de la población, un nivel elevado de colesterol en sangre está presente en el 15,68%, y un 8,12% de población tiene diabetes diagnosticada.
Lo más preocupante, por representar actualmente uno de los grandes problemas de salud pública, es la presencia de esos factores de riesgo de sufrir ECV en nuestra población infantil y en nuestros adolescentes. Son las víctimas de unos hábitos y estilos de vida causantes de sobrepeso y obesidad infantil que sus progenitores no valoramos en su importancia real, y en muchos casos, incluso se ignoran aun siendo conscientes de que representan un riesgo para la salud de nuestros hijos. En Castilla-La Mancha, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) y el Instituto de Salud Carlos III publicaron en 2023 un estudio donde registran que la prevalencia de obesidad y sobrepeso en población de 2 a 17 años, es de un 29% de niños y niñas presentando exceso de peso (sobrepeso lo presenta un 17,3% y obesidad el 11,7%) siendo más frecuente en niños que en niñas, lo que ha provocado que enfermedades que tradicionalmente se ven solo en adultos, hoy las diagnostiquemos en ese grupo de edad (diabetes tipo 2, hipertensión arterial y hipercolesterolemia).
Los datos anteriores deberían verse cómo lo suficientemente alarmantes para que nos planteemos en serio lo importante que son las medidas de prevención y control para reducir la prevalencia de estas enfermedades e intentar reducir la mortalidad asociadas a ellas. En nuestra región son varias las iniciativas orientadas en mejorar el abordaje clínico y la coordinación asistencial frente a las ECV, que van desde un manual para abordar la insuficiencia cardiaca, un protocolo de actuación rápida y coordinada frente al infarto, o el código ictus. También disponemos de estrategias específicas como el Plan de Salud de Castilla-La Mancha Horizonte 2025 que recoge acciones de promoción de hábitos de vida saludables, prevención de factores de riesgo cardiovascular o la atención integral a la cronicidad.
También es importante citar una estrategia transversal que busca prevenir o retrasar la aparición de enfermedades crónicas, cómo es el Plan de Abordaje Integral de la Cronicidad y Prevención de la Fragilidad, y otras iniciativas para promover la actividad física y el ocio saludable, para la prevención y el control del tabaquismo, que incluye programas de cribado, medidas de sensibilización y un abordaje integral de la deshabituación tabáquica cuya implementación esperamos que contribuya a reducir el riesgo cardiovascular en la población castellanomanchega. Nuestro sistema de salud regional actúa, siempre podría mejorarse, pero son muchos los instrumentos disponibles que podemos y debemos utilizar.
A los pacientes y sus familiares les corresponde tomar conciencia sobre la cronicidad de estas patologías, la importancia de los estilos de vida saludables, el cumplimiento del tratamiento farmacológico, la asistencia y participación en actividades de educación sanitaria, y el cumplimiento de las recomendaciones de seguimiento para el control de la enfermedad. A las administraciones, saber que la pobreza, la desigualdad económica, la falta de acceso a la educación, dificultad de acceso a alimentos saludables, o entornos laborales o de residencia no saludables, también afectan a la salud cardiovascular, y que deben considerar estos factores a la hora de planificar las políticas públicas de salud, y no centrase solo en estilos de vida y conductas individuales. Y a los especialistas en medicina de familia, en especial a las nuevas generaciones, que hoy nos corresponde celebrar esa apuesta de la WONCA por poner en valor nuestro trabajo diario, pero sin olvidarnos de una enseñanza de Albert Camus, que "Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe que no lo rehará. Pero su tarea quizás sea más grande: impedir que el mundo se deshaga". Prevenir siempre es antes que curar.
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