domingo, 25 de mayo de 2025

Reflexiones de un domingo en que ya se siente el verano

Todos los países europeos han vivido episodios traumáticos en su historia más reciente, pero todos ellos suelen confrontarlos abiertamente y evitar la polarización. Todos menos el nuestro. En la España de la transición y en las primeras décadas de nuestra democracia, nos hemos empeñado en evitar hacerle frente a todos los crímenes cometidos durante la dictadura de Franco. La consecuencia es una herida que, aunque muchos se han empeñado en calificarla cómo ya cicatrizada, sigue sin estarlo definitivamente, y el más mínimo roce dialectico es aprovechado por algunos para abrirla y tratar de arrimar la ascua a su sardina.

Algunos historiadores han hecho frente a un reto considerado casi imposible por quienes se auto califican cómo equidistantes sin serlo. Han investigado y divulgado muchos aspectos ocultos del pasado, marcando mucho las diferencias existentes entre lo que es conocimiento y se tiene documentado, de lo que es sencilla y llanamente propaganda. El único objetivo de esos trabajos de investigación es que las nuevas generaciones conocieran la verdad de muchas historias, del sufrimiento que muchos españoles padecieron y que algunos se empeñan en borrar reescribiendo la historia para destruir así la memoria histórica.
Mientras que mediante la apertura y estudio de archivos a veces escondidos, y mediante la renovación historiográfica, en muchos países europeos eso ha permitido hacer público un conocimiento detallado de lo acontecido durante sus dictaduras, sus revoluciones, sus fascismos y la violencia ejercida, y así mostrar a sus ciudadanos el contraste existente entre las democracias que viven hoy y los regímenes de terror y exclusión que sufrieron, pero no ha ocurrido lo mismo en nuestro país.
En España, y en general en los países donde dictaduras se prolongaron durante un largo periodo de tiempo, el conocimiento sobre esas diferencias está llegando a los ciudadanos tarde mal y nunca, no porque no se tenga, sino porque hay interés por una parte en ocultar y reescribir lo acontecido, si bien hay que admitir que en toda Europa, occidental y oriental, han terminado por superar esos pasados traumáticos y han asumido poco a poco un compromiso democrático.
Debemos ser conscientes de las dificultades y la resistencia social para afrontar los pasados traumáticos en toda Europa, de que en España durante la transición, se evitó tratar y admitir abiertamente los crímenes de la dictadura franquista. Que la labor de los historiadores para investigar y divulgar la verdad histórica ha sido fundamental para diferenciar entre hechos reales y la manipulación o versiones interesadas de los mismos, de ahí la importancia de la apertura de archivos y la renovación en la historiografía, que nos ha permitido contrastar democracia y dictadura. Nuestro compromiso cómo ciudadanos debe ser con la justicia social y con la equidad, porque solo eso nos puede ayudar a superar todo lo acontecido en esos periodos oscuros
Por eso es muy triste comprobar cómo las generaciones más jóvenes se alejan de las ideas y proyectos que ayudaron a consolidar la democracia y el Estado del bienestar. Detrás de esa vuelta hoy a las ideas propias del fascismo (xenofobia, machismo, abolición de derechos ciudadanos, etc.) seguramente esté el desastre educativo, algo que ha conducido a esas generaciones a una situación de ignorancia sobre lo que significó la dictadura.
Pero también deberíamos reflexionar sobre que hemos hecho mal para que los jóvenes de hoy en día no pongan en valor el estado del bienestar en el que vivimos. Esta generación ha crecido viendo cómo los hombres de negro que venían de Europa nos exigían más recortes. Luego nos llegó la pandemia y nos vimos encerrados en casa haciendo que la comunicación entre nosotros solo fuera posible a través de las redes pero sin contacto físico. Esa generación tiene un mercado laboral que les condena a no ser ni mileuristas, a pesar de que les convencimos de que estudiar les garantizaba un futuro mejor. Por si eso no era suficiente, ahora les hemos inventado unos másteres privados que se obtienen a cuenta de un buen bolsillo, y que parecen imprescindibles hasta para ser camarero, pero son consecuencia de la economía de mercado de un sistema hecho por los poderosos, no por la democracia, aunque se desenvuelva en ella. Que, si les hemos prohibido el botellón, no molestar a los vecinos, y otras mil limitaciones (algunas lógicas, pero otras sin sentido), lo que tiene que ver más con normas de comportamiento que con vivir en una dictadura como creen.
Esta mañana de domingo me pregunto si los adultos no deberíamos pararnos y reflexionar sobre lo que hemos hecho mal, para que los jóvenes no sientan que la democracia es mejor que una dictadura. Deberíamos ser capaces de transmitirles que su nivel de libertad de hoy, hubiera sido impensable en la dictadura, y que esa ultraderecha que les parece tan atractiva y les llena la cabeza de mirlos blancos les miente. Pero sé que no va a resultar fácil lograrlo, cuando cualquier bulo en las redes les parece más creíble que un hecho documentado.
Cuidado si sales, hoy hace un sol de justicia, aunque la justicia brille por su ausencia.

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