sábado, 3 de mayo de 2025

Refranero y Quijote, lecciones olvidadas por una política ahogada en la bronca

Hoy ya todo nos vale. Parece que el “A dios rogando… y con el mazo dando”, tan usado por nuestro Sancho Panza, incluso haya inspirado (creo que erróneamente), que hasta la celebración del Día de la comunidad se pueda convertir en un escenario de confrontación política. Hay a quien le basta marcar  la jornada por la ausencia del gobierno central y del ejército, para generar un clima de enfrentamiento e intensa crítica, y así justificar el convertir una fiesta de todos en un acto de partido. Sabina diría “pongamos que hablo de Madrid”.

Si una comunidad no invita a ningún miembro del gobierno a su acto institucional anual, la decisión seguro que se puede, incluso intentar hacerlo cómo “la respuesta” a una supuesta ruptura de "toda relación institucional" por parte del ejecutivo central (curiosamente el mismo ejecutivo al que esa comunidad acaba de encomendarle la situación de la emergencia por el apagón). Pero cómo comunidad debes asumir un riesgo: que se pueda entender tu actitud cómo un acto de sectarismo, cómo un veto propio de los gobiernos autocráticos y cómo un ataque en general a todos los legítimos representantes democráticos que, cómo poco, son tan legítimos cómo tú que les vetas. Lo indudable es que, al hacerlo, acabas convirtiendo una celebración que es de todos, solo en tu mitin de parte. 

Claro que la ausencia del ejército del que pretendes que sea tu “gran acto oficial” puede ser controvertida, pero si el mismo tiene carácter "civil" no militar, tampoco parece imprescindible que quieras perpetuar por los siglos de los siglos la presencia del ejército. Y tampoco lógico, cuando pasan revista los jefes de Estado, o los presidentes de gobierno del Estado, por lo que resulta impropio que lo hagan otras autoridades de menor rango y sin ascendencia sobre ese  ejército. Y resulta aún más impropio que el acto se realice a ritmo de pasodoble o de chotis que no parecen el mejor formato para pasar revista a unas tropas. 

Claro que el pueblo echa de menos a sus Fuerzas Armada. Pero cuando estas no están presentes en las situaciones de vulnerabilidad de ese pueblo (o cuando alguien que pudiendo no las requiere), pero no por estar ausentes en un acto marcadamente civil y festivo, cómo mucho puede añorarla. Eso sí, salvo que lo que se eche de menos no sean las Fuerzas Armadas nacionales en sí, sino que se pretenda dar un boato y una relevancia excesiva e impropia a una fiesta regional que no nacional. O tal vez porque se añoren tiempos pasados cuando, en lugar de democracia, vivíamos inmersos por exceso en marchas y tradiciones de una dictadura militar. Y para colmo, si el acto es conmemorativo de un hecho histórico, que menos exigir  que la comunidad promotora de la celebración conozca algo su propia historia y sepa que el levantamiento del 2 de mayo de 1808 fue un acto liderado por la ciudadanía, que no por el ejército, y no deberíamos olvidar el quijotesco “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Yo añadiría “y mete la pata menos”.

Nunca ayuda a mejorar la convivencia, primera obligación de un representante público, que su discurso se caracterice por muestras de ignorancia histórica, por un tono de confrontación, o por aprovechar la institución para arremeter contra el rival político de turno. Y ya si se sobrepasan las líneas del decoro y las buenas maneras, entonces mejor apagar e irse. Tampoco ayuda poner cómo guinda al pastel del discurso hacer el ridículo equiparando la invasión napoleónica con el apagón del pasado lunes, porque entonces se invita a las neuronas de los presentes a que se vayan acostumbrando al desastre, al sectarismo y a la mentira, y a que alguien cierre la puerta al salir porque ya no queda nada. Vemos demasiada politización hasta con los resultados deportivos, y ya hay quienes pueden ver política en la lluvia, en los truenos, y hasta o en que se fuese la luz casualmente en la zona de prensa durante la celebración. 

Todo esto contribuye a que, si tenías previsto salir a hombros, acabes recibiendo abucheos y pitos; que a los aplausos de tus más próximos los acompañen  críticas severas de los demás, porque todos tenemos aspectos reprochables en la gestión, más allá del contenido estricto del propio acto. Veamos ejemplos que te pueden suceder: escuchar que fueron demasiadas las muertes de ancianos en residencias de la comunidad durante la pandemia (incluso que alguno los califique de "asesinatos"); que te reprochen cómo pésima tu gestión de servicios públicos como sanidad, educación y dependencia; que te recuerden que vives en un ático o las comisiones fraternales por mascarillas; que tu faraónico hospital no sea especialmente operativo; o que los niños de la Cañada Real lleven más de un año sin luz y tú te quejes de un apagón de un día. El sabio refranero enseña que cuando así actúas “donde las dan las toman”, o lo que otros definen como “ir por uvas”.

Y no se acaba ahí, porque a esas críticas de gestión, les suelen seguir improperios y calificativos personales tales como:  insoportable, inútil, inepta, irresponsable, mentirosa, miserable, desequilibrada, o incluso psicópata. Es lo del “ojo por ojo”, porque a quien usa un lenguaje agresivo, le suelen responder con su mismo lenguaje agresivo e insultante. Tampoco contribuyen a que las aguas revueltas vuelvan a su cauce, que la respuesta a tu veto al gobierno central sea que del acto se ausente la oposición regional y organice otro alternativo. Es lo de se conoce como “echar más leña al fuego” porque ni gobierno ni oposición pueden olvidar que todos ellos nos representan a los ciudadanos, tanto los invitados cómo los ignorados. 

Lleva demasiado tiempo ocurriendo, y el del 2 de mayo solo es uno más en la infinita sucesión de choques que buscan una ruptura total entre las partes. Cada fiesta, cada homenaje, cada aniversario acaba en una excusa perfecta para un nuevo escenario de confrontación, con precedentes en la polémica con el ministro Bolaños en el acto de 2023, en la cancelación de la inauguración de la ampliación de la Línea 3 del Metro, o en la disputa sobre la presidencia de una jura de bandera civil en Alcobendas. Por eso, realizar la celebración del Día de toda la comunidad entre tensiones institucionales, acusaciones de partidismo y críticas generalizadas a todo el que no esté de tu lado, se ha demostrado siempre un error, que solo ayuda a generar o incrementar, importantes conflictos políticos y tensiones institucionales, salvo que sea eso lo que se busque actuando así. Cada uno nos hacemos el autorretrato al actuar. Ya nos lo decía Cervantes “Los que buscan aventuras no siempre las hallan buenas”


Una celebración ciudadana sin todos los ciudadanos deja de ser el Día de toda la comunidad y acaba en un evento profundamente politizado en el contexto de la fuerte confrontación institucional y política al que algunos nos quieren llevar. Seguro que cómo hay quien cree y ve en todo esto un solo responsable según le dicta su ideología, por aquello de “nada es verdad ni es mentira”, es el color del cristal el que nos da diferentes perspectivas. Invito a esos a un breve ejercicio de ciencia ficción: imaginen que el gobierno central esté presidido por el señor Feijoo, y que es un presidente/a socialista el que actúa cómo lo ha hecho la presidenta madrileña. ¿Qué escucharíamos en boca del líder de la oposición de esa Comunidad? 

Si en vez de tanto lenguaje mitinero se usara más el refranero español y las enseñanzas del ingenioso hidalgo cervantino, mucho mejor les iría a nuestros políticos y a nosotros. El ensayo y error es una de las bases de toda ciencia, y lo mismo sucede con la política. No temas el error, teme a no aprender de él; que "lo bueno es enemigo de lo mejor", que es mejor aceptar lo solo satisfactorio en lugar de buscar desesperadamente algo perfecto o ideal, que puede llevar a no lograr nada; y piensa cómo Sancho que “quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda”. Nunca perdamos la esperanza, de un futuro mejor, que "No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante". Más que diseñar trajes con los colores de la bandera, háganlos con tejidos de responsabilidad y respeto.  


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