El apagón reabre el debate crecimiento vs decrecimiento. Nuestro gobierno regional haba solo de crecimiento regional. El Partido Popular de Castilla la Mancha también nos propone solo la senda del crecimiento. En ambos casos presupone excluir a los castellanomanchegos ya de principio, de que en nuestra región se pueda plantear un cambio de parte de nuestro modelo a aplicar los principios de la teoría del decrecimiento, planteada por el economista francés Serge Latouche. El tema no es baladí, y además hacerlo en un momento donde el cambio climático, la energía y la huella de la raza humana sobre nuestro planeta, parece impropio de una sociedad moderna cómo es la nuestra.
El termino decrecimiento define una nueva visión, cada vez con mayor número de partidarios entre los pensadores de izquierdas, que ha recibido un gran impulso en momentos de crisis sistémica mundial, y hoy estamos en una nueva, donde el papel preponderante que en política internacional ha adquirido la llegada de Trump junto al crecimiento de la extrema derecha en muchos países pretende cambiar el respeto al planeta y la conservación de sus recursos, imprescindibles para la supervivencia de la raza humana sobre él.
La teoría del decrecimiento obedece básicamente a dos máximas: que "El hombre puede encontrar la felicidad sólo si sabe limitar sus necesidades" y una segunda "Hay que trabajar menos para trabajar todos y para vivir mejor". Ambas recogen el gran objetivo de los seres humanos que no debería ser otro que alcanzar la felicidad, en lugar de acabar siendo el más rico del cementerio, como dicen en mi pueblo. La propuesta de reducir la jornada laboral defendida por las organizaciones sindicales de nuestra región en las calles el Primero de Mayo está en esa línea.
También incide sobre los otros dos apartados del modelo productivo y de empleo, Latouche plantea algunas alternativas para combatir el desempleo. Lo hace en base a tres pilares: la relocalización del trabajo, la reconversión del modelo productivo actual, y la reducción del tiempo de trabajo. Si la deslocalización ha servido para la explotación de la mano de obra en países con condiciones laborales hiper precarias, el primer pilar parecería aceptable. En un país como España donde el medio rural ocupa el 80% del territorio, aunque lo habite menos del 20% de la población, o una región cómo la nuestra donde esos datos reflejan un mayor despoblamiento, la reconversión urgente para desarrollar una agricultura ecológica, suprimir las importaciones y trabajar la tierra para obtener productos frescos, autóctonos y de temporada, y a la vez crear un gran número de puestos de trabajo, tampoco parece algo descabellado el plantearlo. Y más, si en paralelo son objeto de reconversión las fuentes de energía fósil y nuclear, y el acceso a la vivienda en las ciudades cada vez está más reservado a solo unos pocos.
En el último pilar de este planteamiento contra el desempleo estaría la reducción del tiempo de trabajo, ya citada por otros autores como solución al desempleo, y similar a la experiencia francesa de tiempos del socialista Jospin. A este modelo lo llama ecosocialismo, y puede que esto no se plantee por parte de la oposición, pero al menos debería valorarse por un gobierno de signo socialista. En cualquier caso, el desempleo regional como parte o consecuencia del modelo económico actual, requiere también, que se puedan plantear propuestas dentro de esta teoría del decrecimiento. Latouche plantea en su teoría una economía europea basada en la salida del euro lo que permitiría a cada país poder devaluar su propia moneda, aunque no aboga por su desaparición, sino el uso del euro como moneda de intercambio entre países europeos. También considera que una baja inflación es buena para la mayoría de la gente, menos para los rentistas y los banqueros, y combatir su bajada o propiciar su subida como gran objetivo sería propio de estos, de ninguna de las maneras puede ser también el objetivo de un gobierno desde la izquierda. También sobre la deuda soberana de los países propone pagar solo la parte legítima y no pagar la otra, que considera el resultado de unos gastos financieros que se han ido acumulando injustamente, lo que afecta teóricamente a un nuevo modelo de financiación para las CCAA.
No debería extrañarnos que estas puedan ser aportaciones que se deberían realizar en cualquier programa político de un partido o un gobierno de ideología progresista, puesto que es obvio que estamos en un planeta de recursos finitos, en una sociedad donde los mercados y el capital dirigen los países y el destino de sus ciudadanos, e inmersos en un sistema político donde los derechos ciudadanos han pasado a un segundo plano dando prioridad al objetivo del beneficio económico. Cosa diferente es si esto puede ser admisible por todos los partidos de izquierda, entendiendo cómo tales a los que se definen cómo defensores de la socialdemocracia, o es pronto para estos últimos, aunque creo que deberían hacerlo si quieren convertirse en una izquierda capaz de ilusionar hoy a una ciudadanía, que solo puede ilusionarse con una propuesta contraria al actual sistema, estrategia seguida por la ultraderecha y que les está reportando resultados favorables en clases sociales en las que era impensable imaginarlo. Al menos así lo indican las proclamas de los diferentes movimientos ciudadanos surgidos frente a esta crisis.
El modelo consumista actual resulta cada vez más difícil de defender, y sobre todo hacerlo en Catilla La Mancha resulta cuestionable. Estamos acabando con los recursos naturales del planeta, mientras adoctrinamos a los ciudadanos creándoles la necesidad de consumir, de no poder existir sin luz, comunicación móvil y redes sociales, que son necesarias si, pero es cuestionable que sean vitales cómo hemos tenido sensación el lunes del apagón, aunque debemos admitir que eso demuestra que el sistema económico actual ya nos ha inyectado por vena el principio, al parecer incuestionable, de que no podemos vivir sin ello. Si esto ha sido la constante en el progreso europeo o norteamericano, su aplicación en los países emergentes en pleno bum demográfico augura un aceleramiento hacia la escasez de recursos, lo que a todas luces debería causarnos miedo, y a la vez poner en valor regiones cómo la nuestra donde muchos recursos persisten aún vírgenes.
Las aportaciones de la revolución francesa a la humanidad poniendo en valor la libertad, la igualdad y la fraternidad, han sido las banderas y símbolos de las sociedades modernas, y su utilidad histórica para el progreso social es innegable. Los cambios sufridos en el socialismo actual, obligado a coexistir inmerso en un sistema capitalista, han acabado por convertirle en la cara amable de ese capitalismo, cuando no en muchos casos, en parte del capitalismo. Puede que ese sea el vivero de votos de la ultraderecha, ante la falta de políticas realmente progresistas de verdadera ideología de izquierda por temor a un impacto electoral negativo, y sin poner en el otro lado de la balanza en el cálculo electoral que, ante el sucedáneo de una derecha light, se opta por una derecha real. Castilla La Mancha no es ajena a esa tendencia.
Tal vez el apagón sea una buena oportunidad, para que los progresistas nos cuestionemos si no ha llegado la hora de plantear desde la izquierda en los programas electorales otra forma de habitar el planeta tierra del que todos somos tripulantes y no meros pasajeros, que se acompañen de medidas de autentico cambio de modelo de país. Puede que estas propuestas, aunque se planteen, queden en el olvido y derrotadas en cualquier votación en órganos de decisión, pero también puede que, si ni siquiera las hacemos, nos equivoquemos y tengamos que empezar a admitir que es la realidad de hoy la que ya nos está demostrando nuestro error. Y en este asunto no podemos permitirnos errar, porque hablamos de subsistir, como planeta, país y región. Y cómo gobierno desde la izquierda.
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