domingo, 6 de agosto de 2023

26 septiembre. la Muerte de Bolo

Para toda nuestra familia, hoy es un día muy triste. Bolo nos dejó.
ELEGÍA EN LA MUERTE DE UN PERRO
La quietud sujetó con recia mano al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre piadosa tierra.
Sus ojos mansos no clavará en los míos
con la tristeza de faltarle el habla; no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina reposará.
Y ahora ¿en qué sueñas?
¿Dónde se fue tu espíritu sumiso? ¿No hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia, y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío? ¡El otro mundo!
Un mundo sin el perro, sin las montañas blandas, sin los serenos ríos
a que flanquean los serenos árboles, sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos, sin bueyes que aran... ¡El otro mundo! ¡Mundo de los espíritus! Pero allí, ¿no tendremos en torno de nuestra alma las almas de las cosas de que vive, el alma de los campos,
las almas de las rocas, las almas de los árboles y ríos, las de las bestias?
Allá, en el otro mundo, tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo espiritual su espiritual cabeza? La lengua de tu alma, pobre amigo, ¿no lamerá la mano de mi alma? ¡El otro mundo...!
Otro, ¡otro y no éste!
Oh, ya no volverás, mi pobre perro, a sumergir tus ojos
en los ojos que fueron tu mandato; ve, la tierra te arranca
de quien fue tu ideal, tu Dios, tu gloria. Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida? ¡El otro mundo...!
¡El otro mundo es el del puro espíritu! ¡Del espíritu puro!
¡Oh terrible pureza, inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo? ¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro? Y este recuerdo, ¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría, enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu? ¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna? Tus sueños, ¿qué se hicieron? ¿Qué la piedad con que leal seguiste de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria; a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana del otro mundo.
¡Si supieras, mi perro,
que triste está tu dios porque te has muerto! ¡También tu dios se morirá algún día! Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en éstos el misterio que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos, preguntar parecían:
¿adonde vamos, mi amo? ¿Adonde vamos?
El vivir con el hombre, pobre bestia, te ha dado acaso un anhelar oscuro que el lobo no conoce;
¡tal vez cuando acostabas la cabeza en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia! Mira, mi pobre amigo, mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran, al ver cristalizarse tu mirada, antes fluida,
yo también te pregunto: ¿adonde vamos? ¡Ser hombre, pobre perro!
Miguel de Unamuno

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