Ahora Esperanza Aguirre se ha convertido en doctora, se ha colocado la bata blanca,
y desde la puerta de urgencias del PP de Madrid, nos obsequia un diagnóstico
preciso: “el juez de la Púnica sufre
alucinaciones”. El síntoma patognomónico para su diagnóstico ha sido
escuchar al juez afirmando que los euros chorizados por la trama acabaron
financiando al PP.
Desgraciadamente para la clase política
española, la presidenta del PP madrileño es real y no una alucinación. Seguro que en su
partido le habían contado varias veces los trapicheos que sus consejeros se
traían en los ayuntamientos de Madrid, pero ella jamás ha querido saber nada. Esperanza se ha pasado la vida dando lecciones
de democracia y de legalidad, mientras tropezaba por los despachos con la
Gurtel y la Púnica, conformándose con no caerse tras el tropezón.
Las declaraciones que hizo ayer resultan
patéticas, sobre todo en boca de una política que no ha sabido retirarse a
tiempo de sus guerras, y que sin darse
cuenta se ha convertido en un hazmerreir hasta para muchos de sus fieles.
Ya apuntaba maneras como bufona profesional con declaraciones como aquella de "Con lo que gano de presidenta me
cuesta llegar a fin de mes", o la también sonada de "Sara
Mago, una excelente pintora".
Esperanza
es ya una imagen esperpéntica de un PP esperpentico, e incluso parece
haber perdido el sentido del ridículo. Tras la derrota en las municipales, en
su huida hacia adelante, y mientras sus fieles van cayendo y encaminándose
hacia Soto del Real y trullos aledaños de la capital, está en la obligación de
negar absolutamente todo, aun sabiendo que hay una investigación policial y
judicial en marcha. Y como no, recurre a
la socorrida estrategia del PP siempre que lo pillan con el carrito del
“helao”, personarse en la causa como
acusación, para así intentar obstruir el curso de la justicia.
La nueva “doctora Aguirre” se ha pasado los últimos años tan ocupada
en destapar la trama Gurtel, que le han pasado por sus narices la trama Púnica,
y claro, no se ha enterado. No es de extrañar, porque es tan difícil hacer dos
cosas a la vez… Sin embargo ahora sí que
parece estar bien despierta para afirmar segura “que el juez de la Púnica sufre alucinaciones”.
Parece que su vida debe ser un duerme
vela, porque tampoco se enteró de los
padecimientos de sus amigos más cercanos: un tal MAR al que detuvieron por
conducir borracho, un tal Carromero que chocó ebrio contra un taxi, o a un tal
Josemari que se preguntaba quién era la DGT para decirle a él cuanto podía
beber. El etilismo también es causa de alucinaciones, pero a ellos no les hizo un diagnostico tan precoz la “doctora” como al
juez.
Sin embargo, lo preocupante no es esta señora camino de su personal precipicio, sino los madrileños, que pese a haber
sufrido las políticas del personaje, aún
la han respaldado en un número importante para que volviese al
Ayuntamiento. Solo con una venda voluntaria en los ojos no se puede ver que cada vez son menos los lugares donde los
compañeros de Aguirre no han metido la mano, según parece, ella consintiendo
calladita, y sus amigos dedicándose a mover el dinero y las influencias.
Si la moral de la lideresa fuese tan
intachable como presume, ella misma hubiera instado más de un juicio para que demostrar
su inocencia. Pero como visto el personaje no lo hará, bien harían los madrileños de bien, en estar ojo avizor a que no se
produzca una compra masiva de trituradoras de papel con destino a los
ayuntamientos de la Comunidad que aún controla tan impresentable señora.
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