sábado, 22 de marzo de 2025

GENOCIDIO

Hace unos días leí una frase de Albert Camus, que me hizo cuestionarme el silencio cómplice que practicamos contra el pueblo palestino. Decía así "Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe que no lo rehará. Pero su tarea quizás sea más grande: impedir que el mundo se deshaga". Hoy escribo esto. 

Solo tiene un calificativo posible: intolerable. Las acciones recientes del Estado de Israel en Gaza y la respuesta internacional a estas no pueden consentirse. Recientemente, Israel rompió una tregua con Hamás, matando a más de 400 personas, incluyendo muchos niños, pero la tibia respuesta internacional, en especial la de UE limitándose a lamentar lo sucedido, o la de la ONU declarando solo que estaba "conmocionada" ante lo acontecido, deberían avergonzarnos a toda la humanidad, si es que ese calificativo de “humanidad” para los habitantes del orbe es aún hoy el adecuado.

Netanyahu ha reanudado los ataques solo por motivos de política interna, sabe que el pueblo palestino está desarmado, y por eso es más frustrante aún la indiferencia global ante lo que es a todas luces un genocidio que prosigue día a día, y sin atisbo de que vaya a producirse una intervención internacional, aunque solo sea de palabra, ya no pido ni siquiera que sea contundente. El Estado de Israel merece una condena urgente por su actuación, y sus acciones desproporcionadas y desmedidas deberían tener consecuencias.
Existen una fuerte indignación y condena sociales hacia las acciones de Israel en Palestina. Pocos dudan que estamos asistiendo a un genocidio con el beneplácito de las potencias mundiales en especial de EE. UU. El Estado de Israel merece una rotunda condena, porque no se combate a los asesinos con asesinatos, ni al terrorismo actuando cómo un  "estado terrorista”. No es el pueblo israelí el que merece esos calificativos, es el gobierno israelí y quienes lo apoyan. Estamos asistiendo con frustración e impotencia a esta situación por el silencio y la pasividad por parte de la comunidad internacional. Especialmente hiriente ver cómo la ONU posee unas fuerzas de paz que en esta situación resultan un instrumento inútil; o ver a Estados Unidos mostrarse cómo el principal apoyo de Israel; o a una Unión Europea que mira para otro lado y mantiene relaciones con Israel; o  por lo que más nos afecta, ver una España que aún vende armas a Israel y mantiene relaciones diplomáticas con ese Estado.

Nadie dice que la política internacional sea fácil, pero la pasividad que sufrimos no es de recibo. No es cuestión de responder con sangre a la sangre, pero se pueden romper relaciones diplomáticas, económicas y culturales con Israel, o  aplicar un trato similar al que se dio a Sudáfrica durante el apartheid, o boicotear los productos y empresas israelíes, o impedir la participación de Israel en eventos deportivos y culturales internacionales. Todo menos la indiferencia, y nada de eso se ha hecho ni se plantea. La situación actual es muy similar a la acontecida en la Alemania nazi, porque muchos ciudadanos israelíes fingen no saber lo que está ocurriendo, cómo sucedía con los alemanes durante el Holocausto. Es irónico que las víctimas del Holocausto ahora permitan que se perpetren atrocidades similares.

Y por si esa mirada internacional hacia otro lado, o el silencio de parte del pueblo israelí son aún poco irritantes, mucho más vomitivo resulta cómo en los medios y en nuestra sociedad española se ha normalizado el conflicto, contribuyendo con ello a que la gente siga con su vida cotidiana, mientras se transmite en directo un genocidio. No es raro encontrar cómo en los medios ya no es una prioridad la información sobre el conflicto, y vemos cómo progresivamente se relega a posiciones secundarias en los noticieros.

Solo puedo expresar sentimientos de vergüenza e impotencia inmensas ante esta situación, y la dificultad para actuar individualmente frente a un problema tan grande. De ahí la importancia de una acción colectiva, del boicot a productos israelíes, a firma de peticiones para un alto el fuego permanente, y ruptura de relaciones con Israel "cueste lo que cueste".

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