Hace unos días una encuesta reflejaba que uno de cada tres jóvenes españoles menores de 20 años, considera valida la propuesta ideológica de la extrema derecha. No creo que sea casual, que un porcentaje similar de jóvenes niegan la violencia de género, niegan las agresiones contra la mujer, y son incapaces de reconocerse en ellos actitudes machistas.
Son la consecuencia de un discurso fascista que, auspiciado en los grandes medios de comunicación, ha provocado un rechazo general a toda la clase política. Nadie se salva, pero quienes así opinan siempre salvan a los suyos, a esos a los que votan o piensan votar. Han convertido la política en una estrategia, en pura táctica para logra el voto. Han conseguido que deje de ser un arte, una doctrina, que necesita de la participación de todos, cuyo objetivo debe ser el bien común de toda la sociedad.
Asistimos a cómo la extrema derecha, en lugar de entrar en nuestro sistema democrático, cada vez se aleja más de él, rentabilizando ese todos los políticos son iguales, que subliminalmente significa que esta democracia no funciona, convirtiendo a la juventud en el granero de votos de esas formaciones. Ahora cabalgan en la ola de Trump un presidente de Estados Unidos defensor del nazismo y con rasgos de esa ultraderecha, que para adoptar sus medidas se olvida de que allí también existe un Congreso, de que dictar leyes necesita un trámite parlamentario, de que los acuerdos y tratados están para cumplirse. Trump resta valor a las democracias occidentales, a los derechos humanos, y al orden establecido. Eso debe ser el encanto que en la ultraderecha ven los jóvenes, un fascismo disfrazado de rebeldía, aunque no deje de ser su discurso una mentira encima de otra mentira.
Uno de sus grandes objetivos es la eliminación de las políticas de igualdad. Cuando faltan pocos días para el 8 de marzo, día internacional de la mujer, y nos damos cuenta de que queda muchísimo por hacer, de que siguen existiendo demasiados techos de cristal que hay que romper, de que día sí y otro también las políticas de igualdad son atacadas, que nadie pone en valor el derecho a la conciliación familiar que permita una participación equilibrada entre la vida familiar y el trabajo. Vemos como han aprovechado los asuntos de Errejón hace unos meses o Monedero ahora, para intentar cambiar la percepción de lo nefasto de la manada por el si yo yerro tu también. Ambos hoy se han convertidos en la diana donde se lanzan los dardos, condenados sin aún juicio.
Habría que gritar bien alto, que sea quien sea, el hombre que tenga un comportamiento vejatorio contra la mujer, ya está de sobra en cualquier puesto de responsabilidad. Pero en cualquier partido, porque quienes reprochan a los que fueron abanderados del feminismo que hoy sean denunciados por machismo, deberían mirar en su casa antes de tirar la primera piedra, que al final todo acaba por saberse. El machismo no puede ser una parte del encanto que ven los jóvenes en la ultraderecha, pero así lo parece.
La ultraderecha está consiguiendo disfrazar al fascismo de rebeldía. Una mentira encima de otra mentira les vale, y para ello han sustituido al propagandista Goebels por el propagandista Elon Musk. Luego, cómo tras el nazismo, llegará un día en el que nadie pensará que estos descerebrados iban a llegar tan lejos, aunque puede que ese día, el reloj del tiempo haya retrocedido tanto que intentar volver a ponerlo en hora nos resulte casi imposible.
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