UN MONARCA DE CARTÓN PIEDRA
Mientras se le echa un pulso a la Constitución, el jefe del Estado calla, pese a que el enfrentamiento entre ejecutivo y legislativo frente al judicial, pone en riesgo nuestra democracia.
Estamos ante la consecuencia de un pulso de la derecha política y la derecha judicial a la división de poderes. Se está atacando al sistema que garantiza la convivencia y nuestros derechos. Y el rey calla, aunque el articulo 56 de esa Constitución le otorgue la potestad de arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones. Si ni una rebelión de miembros conservadores del Poder Judicial ante las decisiones del Parlamento le hacen actuar ¿para qué está? ¿para qué sirve? Igual es que solo representa una parte de los españoles, los poderosos.
Pero, a pesar de todas las maniobras que la mayoría conservadora del Constitucional ha urdido (capaz de correr cuando quiere y sentenciar ocho años después cuando les interesa), el Parlamento saco adelante sus reformas y el cambio de las mayorías necesarias paro no permitir al PP y a los jueces tener bloqueada la renovación, intentando alargar su mayoría más allá de lo que contempla la ley. Igual la semana que viene el choque entre poderes se produce y las consecuencias pueden ser inimaginables. Ya veremos.
Lo que no puede ser es que el jefe del Estado no llame al jefe del gobierno y al jefe de la oposición y obligue al cumplimiento de la Constitución (que es la que le hace jefe del Estado ) a quien la incumple bloqueando el cambio en los órganos de gobierno de los jueces. Si no puede hacer ni esto ¿Cuál es su utilidad?
Se está crispando tanto la situación que el descrédito y la desafección de la política debe estar subiendo como un cohete entre los ciudadanos de a pie, que no pueden sentirse representados por unos poderes más preocupados por sus intereses particulares que por los de la gente. Si el hartazgo de la gente llega al punto de no querer saber más de hasta dónde están dispuestos a llevar la polarización política algunos, todo puede pasar y Abascal y los suyos deben estar frotándose las manos, mientras el gallego parece que ni se entera.
Si el Parlamento es la representación del pueblo, sus decisiones deben estar por encima de las de cualquier otro poder del Estado. Si las fuentes oficiales niegan que el rey haya mantenido contactos con los lideres políticos, es que esta situación no debe preocuparle. Al final, el silencio del monarca ahonda en esa idea de que, si queremos democracia, al jefe del estado deben elegirlo los ciudadanos.
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