¡Qué tiempos aquellos en los que Felipe González o Pérez Rubalcaba eran corruptos y traidores a la patria! Y ahora les llaman sensatos, hombres de estado y se han convertido en santos de la devoción de un PP más derechizado que el de entonces. Paradójico. Ya no hay socialismo, ahora es sanchismo. Desde dentro del PSOE hay quien les presta ayuda en esa escalada de falsos halagos y piropos de los seguidores de Casado ayer, Feijoo hoy, y mañana del que toque porque son lo mismo.
Igual que las crisis sociales extienden alfombras para que por ellas desfilen los totalitarismos, el cambio de opinión sobre los rivales políticos se justifica en que, al hacerlo no se les están reconociendo sus méritos, sino que con ello se está buscando la erosión de sus sucesores en particular, y de la democracia en su conjunto en general. A río revuelto voto que te quito. Todo aderezado con anuncios de la llegada del apocalipsis, con el esparcimiento de bulos por doquier, con proferir insultos a todos los niveles, y el incumplimiento de la Constitución bloqueando con artimañas la renovación del Poder Judicial. Todo ello son los aderezos y especias del caldo de cultivo que propicia esa erosión. Nada es casual, y todo tiene su porqué.
Tantos años de calificar de modélica la transición de la dictadura a la democracia, que nos han hecho que tengamos una concepción cada vez más conservadora de nuestra realidad diaria. El conservadurismo lo vivimos sin notarlo, en las costumbres, en las tradiciones, aunque eso se nos venda como parte de la normalidad. Permanecer callados ante esta estrategia es propiciar la expansión de un modelo conservador cada vez más rápida y más aún con la ayuda de los medios. Incluso ya está sociedad ha asumido como admisible que se vulneren los derechos individuales y colectivos para salvaguardar la economía y el libre mercado. De ahí proponer dar propina como mejor que pagar un sueldo digno por un empleo digno.
Toca enfrentarse a eso si queremos que cambie nuestro modelo de sociedad. Es el momento de llevar la imaginación al poder, aunque sea difícil de hacer sobre algo que aún no existe. Momento del compromiso personal, de plantear alternativas y aceptar las alternativas de los demás. De no dispersarse en las propuestas, de no fragmentarse, de aceptar que en todo pueden existir enfoques diferentes. De que nadie se sienta fuera de esa alternativa para avanzar como sociedad moderna.
Toca, no solo con hacer propuestas nuevas, sino cambiar de manera de actuar con las propuestas validas que ya existen.
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